¿Recuerdas las tardes con tus amigas de la adolescencia? Me refiero a esas tardes que no tenían fin. No tanto porque fueran eternas, sino porque no tenían un objetivo programado más allá que estar juntas. Ese era el propio fin. Esas tardes, que también podían ser noches, mañanas o días enteros, están grabadas en mí por ser momentos de la libertad más preciada: la libertad de estar entre otras y de poder descubrirme tal cual soy. No hablo de descubrirme por estar tapada en otros ambientes, sino porque estando con ellas yo misma me descubría a la vez que lo hacía ante ellas: estar con ellas me mostraba parcelas de mí hasta ese momento desconocidas. Muchas mujeres, entre las que me incluyo, tenemos experiencia de esto. Quizás están tapadas en la mente por otras relaciones con fines más concretos a las que ahora les dedicamos más tiempo. Puede que sea la relación de pareja, la de las criaturas, o las que entablamos con las personas que vamos conociendo en las distintas actividades a las que ahora dedicamos nuestro tiempo. El caso es que el sentir de la adolescencia entre amigas parece haberse quedado atrás en el tiempo. Sin llegar a ser una necesidad, sí que reconocen, reconocemos, la importancia que tuvo en ese momento y el deseo, porqué no, de volver a vivirlo; cierta nostalgia y añoranza de algo que sabíamos nos ofrecía mucho más de lo que puede parecer a simple vista. Por muy atrás que se encuentren en nuestra memoria, muchas veces solo hace falta nombrarlas para que la sensación vuelva a activarse en cada una. Esto lo explican de formas muy bellas y dispares las mujeres que vienen a los talleres que imparto. En la mayoría de ocasiones son mujeres se han dejando convencer por alguna amiga para venir y, al llegar, después de atravesar los avatares de los primeros momentos, se encuentran el gran regalo: recobran el mismo sentir del grupo de amigas de la adolescencia. La sorpresa aumenta aún más cuando aparece la diferencia innegable: la mayoría de estas mujeres son desconocidas. Esta diferencia es fácilmente atravesable por lo que muchas denominan “la magia” y que yo subtitulo “el latido del útero”. ¿Por qué “el latido del útero”? ¿qué relación tiene el útero con esto? A ver si consigo explicarlo con claridad y sin hacer una disertación del tema. Sucede —en varias universidades han usado tiempo y dinero en comprobar algo que las mujeres ya sabíamos porque lo sentimos—que cuando las mujeres estamos juntas, nos sentimos a gusto y en un clima de total confianza, comienza a secretarse una hormona, la llamada “hormona del amor”: la oxitocina. Hasta hace poco esta hormona estaba directamente asociada con la mujer por ser fundamental en el embarazo y en el parto. En la primera década del s. XXI (creo recordar) se comprobó que se activaba su producción también estando entre otras mujeres. Este argumento se usó durante un tiempo como uno de los beneficios de los círculos de mujeres y trabajos específicos (como los que yo hago, sí). Mientras se afirmaba esto, a mí algo me rechinaba, algo no coincidía con mi realidad ni con mi experiencia: yo no siempre me siento entregada estando entre mujeres. Ni yo, ni muchas otras. Hace un par de años encontré el dato que hacía la diferencia, el dato que mi cuerpo llevaba tiempo diciéndome (y que yo no había sabido descifrar): no es solo por estar entre mujeres que se secreta oxitocina, es por estar a gusto y en total confianza entre otras. Muy bien todo esto, Vanessa, pero ¿qué tiene que ver con el útero y su latido? Como decía antes, la oxitocina está relacionada con el parto porque genera los movimientos de expansión uterina (expansión, sí, como dice Casilda Rodrigáñez). El latido del útero, fundamental durante el parto, no es exclusivo de este momento. Casilda Rodrigáñez, una de las autoras que más ha escrito en nuestro país sobre el sentido del útero en las sociedades antiguas, explica que se genera siempre que estamos a gusto, en total confianza y disfrutando del momento. ¿Os suena de algo? Exacto, como nos sentíamos esas tardes con nuestras amigas. Por este motivo, y por otros que os contaré en otros momentos, muchas mujeres cuando llegan a uno de mis talleres —o a un encuentro entre mujeres donde se genera el espacio para que cada una sea lo que es—se sienten como si estuvieran con sus amigas de toda la vida. En este momento su útero late entre desconocidas como lo hacía entre sus amigas. Pero aquí no acaba todo. Muchas mujeres reconocen que ese sentir de la adolescencia se quedó atrás en el tiempo. Acompaña a este sentir cierta nostalgia y añoranza de algo que sabíamos nos ofrecía mucho más de lo que puede parecer a simple vista. Lo que ahí encontrábamos, como decía más arriba, está relacionado con la libertad, con la posibilidad de descubrirnos ante y entre las otras. El descubrimiento de adultas tiene una diferencia con el de la adolescencia: ahora sí descubrimos las partes de nosotras mismas que llevamos muchos años tapando. Al comenzar a quitarnos las capas, las excusas, las justificaciones, las explicaciones, las definiciones, los razonamientos, las motivaciones que forman capas y más capas, de pronto, en un momento, regresamos a ese lugar donde estar juntas era el único fin y donde nuestros úteros, lo sintiéramos o no, latían a la vez. Es por esto que es posible estar con otras mujeres, con mujeres que incluso acabamos de conocer, y sentir lo mismo que sentíamos con nuestras amigas de la adolescencia. Algunas lo llaman magia. Yo lo llamo “el latido del útero”. Me encantará conocer tus sensaciones o pensamientos al leer mis palabras. ¿Recuerdas esta sensación con tus amigas? ¿Has sentido el latido de tu útero al estar entre otras? También me encantaría recibir tus dudas o intereses para poder atenderlos en próximas entradas. Puedes hacerlo en los comentarios o aquí.
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Muchas veces me lo habían preguntado, varias me lo habían propuesto y yo siempre rehusaba la oferta. Las niñas y las adolescentes, la introducción a la menstruación en esas edades es tarea de sus madres. Con esta afirmación he estado esquivando la cuestión durante los últimos cinco años. Así hasta que una querida amiga me lo pidió para un grupo de niñas queridas suyas. Una vez allí, sentí que los últimos cinco años me había estado preparando para ese día. Nada más iniciar, apareció la misma sensación que tuve en el primer taller que impartí para adultas, una sensación que contradecía por completo lo que mi mente sabía: parecía que lo hubiera estado haciendo toda la vida. Fueron muchos, variados y preciosos los diamantes que ahí recogimos a lo largo de todo el día. Muchas cosas importantes pasaron, la mayoría de las cuales no habían sido pensadas y, por ello, aparecieron frescas, espontáneas y verdaderas, como ellas mismas. De entre todos los tesoros, quiero rescatar ahora uno, uno que llegó prácticamente al final, de boca de una de las participantes. Con mucha dulzura, inocencia a la vez que seguridad y determinación, la muchacha de 12 años que estaba sentada a mi derecha, Marta, nos explicó cómo había cambiado su visión de las mujeres a lo largo del taller. Ahora, decía, sabía cuál era el verdadero sentido de ser mujer. Antes, nos contaba, pensaba que mujeres y hombres tenían papeles definidos y marcados. Ahora se daba cuenta de que no, y no sólo eso, sino de que las mujeres podemos ser y hacer lo que queramos. Una ovación acompañó el final de sus palabras. Lo dijo una y todas asentimos. Últimamente me pasa que veo con más claridad cómo aquello en lo que estoy pensando, aquello cuya compresión se está elaborando en mi mente se presenta en todas partes. Así ha ocurrido con las palabras de Marta, palabras que activan una parte del movimiento que se está realizando en mi pensamiento sobre la importancia de revisar la idea que sobre el “ser mujer” tenemos las propias mujeres, la idea que tengo yo misma. Y entonces llega la que se me presenta como la parte más compleja, el nudo mayor y la pregunta más difícil, pues siento que requiere de mucha honestidad con una misma y con las demás, con los propios principios, ideas e ideales, emociones y sentimientos. ¿Qué es para mí “ser mujer”? El día que me lo pregunté, se abrió un abismo ante mí. En mi experiencia, esta es una de esas preguntas mágicas que puede ser contestada de miles de formas con respuestas que, aunque puedan parecerlo, no son excluyentes entre sí. Hablo de responderla desde el corazón, más allá de lo que dictan los roles de género o la biología. Al responderla en momentos diferentes de la vida, me ha pasado que el significado se amplía, cada vez más y más. “Ser mujer es lo que cada una diga que es”. Esto no se lo oí a mi madre de pequeña. Se lo he oído cientos de veces a mi compañera y amiga Nieves Muriel García en los talleres que impartimos juntas por la provincia de Granada. Ella lo aprendió de otras, como yo de ella. Marta, con sus propias palabras, lo volvió a nombrar partiendo de sí, de su propia experiencia y de su propio sentir afianzados por un nuevo pensamiento: las mujeres podemos ser y hacer lo que queramos. Es lo que otras autoras definen como la “irreductibilidad femenina”: ninguna definición puede limitar lo que es ser mujer. Traigo al respecto unas palabras de Tatiana Cardenal Orta que desde que las leí no paran de resonarme en todo el cuerpo y, sobre todo, en el pensamiento. Resuenan y rebotan dentro de mi cabeza tratando de hacerse con más espacio ahí dentro pues para eso rebotan las ideas en la cabeza. Ahí van: “Expresemos nuestra negativa a ser una mujer según el concepto patriarcal. A ser una mujer. Y definámonos cada una con libertad, en la pluralidad de nuestro sexo y nuestro discurso. Hablemos en plural: seamos mujeres. Mujeres distintas entre nosotras, distintas de una misma incluso. Dejemos de ser una representación y convirtámonos en mujeres de verdad”1 Luisa, Marta, Tatiana, mi hermana Mónica, mi madre Loli, mi vecina María, mi sobrina Irene, tú, yo... seamos todas mujeres y definámonos cada una con libertad; pensémonos y sintámonos en libertad tal y como Marta nos mostró el sábado pasado. Fue una la que lo nombró, pero era la voz de todas. Gracias a todas las que fueron al taller, a todas las que allí estuvimos, y a las que hicieron posible que allí nos reuniéramos pues gracias al acto de todas y cada una, esa tarde aleteó con fuerza el sentido libre de lo femenino. A muchas más de las que estábamos allí llegó el eco de ese movimiento, eco que perdura en estas palabras y que, es cosa de todas, que siga y amplíe su latido. 1/26/2019 1 Comentario Vivir a otro ritmo, o por qué el latido del útero es fundamental en nuestra vida.Existe un ritmo más pausado, donde los quehaceres cotidianos se convierten en posibilidad de presencia, de disfrute, de placer. Donde el tiempo parece no agotarse y sobre todo no se nos escapa entre los dedos. Un ritmo en el que las mañanas dan de sí y las tardes se hacen elásticas. Este ritmo que marca el sentirte plenamente en cada momento, en cada instante, proviene de un lugar concreto de tu cuerpo: tu útero. La sabiduría milenaria de los pueblos sitúa en el útero, en las entrañas, el centro del sentir, del placer y de las emociones. Tanto es así que durante miles de años el útero fue considerado el centro propio de la vida: el cofre donde residen la energía y la potencia de la vida. Es el cofre donde se custodia el sentir femenino y la verdad profunda de las mujeres. El útero tiene su propio latido: un latido independiente del latido del corazón y algo más lento. Responde al placer de cada mujer, al estado de bienestar y a la sensación de plenitud. Aunque sea solo durante unos segundos, cada vez que nos sentimos bien, centradas y a gusto, nuestro útero late. Casilda Rodrigáñez, una de las mayores estudiosas de nuestro país del sentido dado al útero en las sociedades antiguas, explica en su fascinante libro El asalto del Hades que “el cuerpo necesita del útero palpitante para autorregularse”. Esto significa que el latido del útero tiene un papel fundamental en la capacidad del cuerpo femenino de regular los procesos de actividad y descanso. Este es un proceso generado por el sistema nervioso autónomo y que, por más que queramos, no podemos controlar desde la voluntad. Es decir, que por mucho que yo quiera dormir, si mi cuerpo no está regulado y el sistema nervioso autónomo no está “equilibrado”, por mucha noche que llegue y por mucha hora de dormir que sea, yo no me dormiré. Es en este punto donde el latido del útero cumple un papel fundamental. Y esto, te preguntarás, ¿cómo es? El útero late cuando estamos tranquilas, nos sentimos seguras y podemos estar, simplemente estar. Puede también latir cuando estamos haciendo algo siempre y cuando esa actividad sea placentera, sea un hacer con el que disfruto, un hacer que no tienen en cuenta el tiempo de entrega ni los resultados. Es como vivir en el paraíso. O eternamente de vacaciones. El latido del útero no se puede generar. Lo que se genera es el estado para que se active por sí solo y la escucha para poder reconocerlo. Atender al útero, localizarlo, reconocer su latido, la forma en la que se siente, no solo nos devuelve una capacidad propia femenina de sentir, sino que nos devuelve prácticamente la vida: potencia y capacidad de enfocarla donde queramos. Esto sitúa al útero en un lugar de mucha más importancia y mucho más protagonismo que el que nos enseñaron en el cole. Lo sitúa en un lugar fundamental para el bienestar general femenino, más allá del deseo y la intención que tenga cada mujer de ser madre o no. Si esto es así, podrás preguntarte, ¿cómo es posible que muchas mujeres no sientan ni reconozcan el latido de su útero? Esto lo explica Casilda Rodrigáñez maravillosamente bien en muchos de sus libros. La idea fundamental que ella defiende, basándose en multitud de estudios biológicos, fisiológicos y arqueológicos, es que el latido del útero comenzó a perderse con el paso de las sociedades matrifocales a las sociedades patriarcales. El no reconocimiento del origen de la vida propio del patriarcado, junto a las campañas de demonización de todo lo relacionado con la sexualidad femenina, con la vida del alma y con la apertura a lo diferente, llevó a que los úteros de muchas mujeres dejaran de latir con el paso de los siglos. En este silencio de las entrañas podemos encontrar ecos que nos hablan de la usurpación de la potencia creadora femenina, simbólica y literal; ecos que señalan a la insistencia por parte del discurso médico en las amputaciones de útero sin peso suficiente o la anulación del ciclo de creación de vida del cuerpo femenino que es la menstruación. A pesar de la dureza del patriarcado hacia el deseo fememenino, un deseo traído constantemente al mundo por la capacidad del cuerpo femenino de poner la vida en el centro, este nunca ha dejado de latir por completo. Son y han sido muchas las mujeres que han custodiado su latido a lo largo de los siglos, más allá de las leyes y de las prohibiciones. Más allá incluso de su propia vida. Gracias a que ellas lo han mantenido vivo, ahora, en tiempos del final del patriarcado, cada vez más mujeres estamos de nuevo sintiéndolo con toda su potencia. Casilda Rodrigáñez habla de la necesidad y la urgencia de que las mujeres recuperemos el latido del útero, el latido del propio deseo. Hay muchas y muy diversas formas de hacerlo. La primera, por ser la más asequible, está expresada en algunos párrafos de este escrito: atender, cada una en su día a día, a tener esos espacios de entrega, de descanso, de disfrute sin fin alguno. Y atender al útero en esos momentos de placer y de disfrute cotidiano. Otras tantas, por nombrar solo unas de las pocas que conozco y que he practicado, pasan por atender a mi propio deseo y motivación, así como al de otras mujeres. Escuchar a otras hablar de lo que les gusta, escucharlas nombrar cómo se sienten cuando están cómodas, a gusto, cuando se sienten ellas mismas. Cuando ven con claridad hacia dónde quieren dirigir su energía y comienzan a actuar. Escucharlas y observarlas, atenderlas, como atendíamos a nuestra mandre hacer aquello que más le gustaba. Danzar, escuchar música, escribir, dibujar, pensar... También movernos, mover el cuerpo física y energéticamente. Hay muchos ejrcicios que se pueden hacer para atender al latido, ejercicios sencillos, como el que te cuento aquí. Todos cobran más potencia cuando se hacen entre otras. Por eso en mis talleres siempre hay un espacio para el útero y su latido. ¿Y qué pasa si no tengo útero? Yo no tengo la experiencia, ni he encontrado investigaciones al respecto pero conozco muchas mujeres que, tras perder el útero por diferentes motivos, afirman que sienten su latido, como quien afirma sentir una mano después de ser amputada. Es la famosa sensación del miembro fantasma. El latido se produce igualmente y la sensación parece ser similar a la de tener útero. Más allá de la forma y más allá incluso de que lo tengamos físicamente o no, entrar en contacto con las propias entrañas y con ritmo supone para muchas mujeres el inicio de algo grande en sus vidas. En mi caso, al poco tiempo de descubrirlo, me di cuenta de que llevaba prácticamente toda mi vida moviéndome a un ritmo que no era el mío propio. Desde ese día, cuando me sincronizo (porque no lo estoy todo el día, ya me gustaría) el mundo se ve y se siente de otra forma, una forma más amable y más amplia. Es como si cualquier cosa pudiera ocurrir. Los beneficios que trae entrar en contacto con el latido del útero son numerosos y se manifestarán de múltiples formas. Tantos son y tan variados que enumerarlos aquí convertiría este post en una enciclopedia y no sé quién lo aguantaría (se me ocurre que Los secretos del útero podría ser un buen título ;-) ) Más que decírtelo yo, me encataría que me lo comentaras tú. El hecho de nombrar lo que sentimos lo asienta a la vez que lanza pistas para que otras mujeres puedan seguir su rastro. Si te apetece puedes hacerlo abajo en los comentarios. Una vez reconocí el latido del útero, me pregunté a mí misma cómo había podido estar tanto tiempo sin atenderlo, sin reconocer ese ritmo tan propio, sin atender a mis entrañas. Entonces me di cuenta de que de alguna u otra forma, siempre lo había estado haciendo. Mi madre me había enseñado. A pesar de todo lo que sé que me trae, aún de vez en cuando me olvido de que ese lugar existe, tal es la inercia de lo otro. A mí escribir me ayuda a reconectar con él. Y danzar. Por eso propongo talleres para mujeres. Y por eso te agradezco enormemente que me leas. Ahora mi útero está latiendo con fuerza de alegría, ¿lo sientes? 12/23/2018 0 Comentarios Cuánta luz dentro...Autoría de la ilustración desconocida Ha querido llegar esta carta a caballo entre la luna llena y la víspera de navidad: justo en el día de en medio. Y es que, en esta luna sabia me surge traer, más que palabras mías, las palabras de otras. En concreto las de una mujer, sabia de veras, de la sabiduría del corazón, pues todo su saber proviene de la experiencia, de la experiencia de estar metida en el embrollo y saber no dejarse atrapar por él, saber mantener la mirada siempre del lado de la luz, sin que eso implique ausencia de dolor, ni dificultad. Hablo de Etty Hillesum. Años llevo leyendo cosas de ella aquí y allá, cogiendo su diario y leyendo algunas cartas. No ha sido hasta esta última semana me embarqué en leer sus cartas y me pasé varios días conmocionada, durante la lectura y después de ella. Aún ahora, casi una semana después, laten los ecos de todo lo que con sus palabras se ha despertado. En estos días en los que varios pueblos celebran de distinta forma la llegada de la luz que el solsticio de invierno anuncia, me viene con fuerza el sentido que Etty Hillesum le da a Dios, un sentido completamente alojado en el cuerpo, interno a la vez que externo. Wanda Tommasi explica que para ella Dios es “la parte más recóndita de sí misma, en la que ella encuentra paz, quietud y equilibrio”. Esa parte que entiendo esta luna llena, la de la oscuridad, la de la sabiduría que residen en lo más profundo de cada ser, viene a mostrarnos. Anoche, después de una larga y preciosa conversación con una querida amiga, salimos a la calle. Era ya el día de hoy. Frente a nosotras, Sierra Nevada nos regalaba una de sus más preciosas estampas, esas que solo los ojos acostumbrados a la oscuridad pueden disfrutar. Nos quedamos asombradas por la potencia de la luz con la que todo podía verse. Después de las palabras lanzadas con el deseo de mostrar e iluminar, nos vimos ahí, bañadas por tanta claridad en medio de la noche oscura. “Cuánta luz dentro contigo y fuera con la luna” me regaló mi querida. Esa luz provenía de ofrecer un ratito a la mirada interna, de mirar hacia dentro, de dejarnos reposar en lo más profundo, juntas. A ese espacio de reposo, a ese espacio de silencio interno, que puede ser compartido o no, es a lo que Etty llama Dios, fuente de todo amor, presencia y sabiduría. Si, tras un laborioso proceso que ha ido avanzando día a día, conseguimos abrirnos paso hasta las fuentes originarias que tenemos dentro, y que yo llamaré Dios, y si luego conseguimos que ese paso permanezca libre, 'trabajándonos a nosotros mismos', entonces nos renovaremos continuamente y ya no tendremos que preocuparnos de agotar nuestras fuerzas. E.H. Para Etty, Dios es la fuente, el lugar de toda renovación, el lugar primero donde la vida se regenera constantemente. Un lugar situado internamente y en el reposo del silencio. Ese lugar que a mí me recuerda continuamente la luna, la menstruación, las palabras de otras salidas directamente desde el corazón. Mi madre. El solsticio. Y la navidad. Que el invierno, el nacimiento, el frío, la luna, la menstruación, el encuentro con las personas queridas y con cada una se nos muestren como los caminos que llevan a ese lugar y, ahí, podamos atender al silencio interior, podamos reposar en nosotras mismas y albergar dentro de nuestro cuerpo, tal María, la más alta divinidad. Estas palabras tienen la intención y el deseo de seguir generando más palabras y pensamiento alumbrador. Con el deseo de ofrecer un espacio donde poder compartirlo, está funcionando el grupo de Facebook para las mujeres subscritas a la Moonletter. Si aún no estás dentro y quieres participar, puedes solicitar la inclusión aquí. En esta ocasión, la propuesta es compartir en torno al sentido que Etty le da a Dios y cómo lo alberga dentro de ella. Para las que queráis profundizar más en los escritos de Etty Hillesum y en concreto en el sentido de Dios aquí presentado, os remito al artículo de Wanda Tommasi que podéis descargar aquí. El sentido de Dios como mirada interna, como silencio y reposo, es el que para mí se abre por sí mismo durante la menstruación. Es el sentido que guía el taller de Inspiración de “Las 4 caras de la luna”. La próxima danza de este taller será pasadas las fiestas, los días 19-20 de enero en Cabra. Aquí tienes la información. Sería un gusto verte danzar en el grupo. En este otro enlace, como siempre, te dejo la información de las próximas actividades que realizo. Si consideras interesantes las palabras y las reflexiones que aquí se plantean, te agradezco la difusión desde el corazón con otras mujeres, animándolas a que se den de alta para recibirlas personalmente. Este es el link para apuntarse a recibir la "moonletter". La próxima entrega en torno del 6 de enero, día de luna nueva. Con un profundo deseo de que estas palabras hayan alumbrado, me despido, como siempre, profundamente agradecida por vuestra presencia. 10/9/2018 0 Comentarios El gobierno de la lunaEntrar en el gobierno de la luna es entrar en el misterio de lo femenino, es completar la vuelta al ciclo para pasar por la regeneración y volver a nacer. Este volver a nacer, pasa, una y otra vez, por regresar al orden materno para resurgir desde él. El momento en el que una adolescente o pre-adolescente se encuentra las primeras gotas de sangre en sus bragas o en el papel al limpiarse es recordado de por vida. Más allá de la forma en la que fuera vivido, ese momento abre una puerta que, a medida que pasen los años, se irá haciendo más grande: es la puerta a vivir en su propio cuerpo los ciclos que, hasta el momento, ha vivido de forma externa; una puerta de entrada lo misterioso, a la parada, al ser. El poder o el principio de la luna es lo que significa la palabra “menaraquia”. Oí por primera vez, o al menos eso creo, la palabra menarquia pasados los 30 años. No soy la única. Cuando la descubrí me pareció tan bonita que, cual niña o extranjera que acaba de aprender una palabra nueva, buscaba constantemente el momento de usarla, especialmente si me encontraba entre mujeres. Es con el uso continuado de este término he descubierto que no soy la única que la conoció con más de tres décadas a sus espaldas. Me he encontrado con muchas mujeres que, sabiendo lo que es la menopausia y habiéndola pasado, no conocen el término menarquia. Este desconocimiento me parece importante a la vez que simbólico. El término menarquia, sobre el cual además hay distintas opiniones sobre si contiene un hiato final (marcado por la tilde sobre la i) o diptongo (sin marca de tilde), es un término considerado médico por la RAE frente a su hermano menopausia, que no disfruta de tal catalogación. Conociendo o no el nombre, es un momento recordado por todas y, aunque por pocas es hablado, hay mucho deseo de ser nombrado. De esto soy testigo constantemente en los talleres presenciales que imparto. A la mínima de empezar a hablar de menstruación, comienzan a salir las historias de menarquia y yo, a la vez que me sorprendo, me pregunto muchas cosas. Entre otras, me surge la pregunta de si será la propia menarquia, más allá de la necesidad o el deseo de la menarca, la que nos impulsa a hablar de ella, la propia vida que nos impulsa a nombrarla. El gobierno de la luna llega precisamente con el desarrollo de las hormonas llamadas sexuales, hormonas causantes del cambio del cuerpo de las niñas hasta convertirse en adultas. Varias corrientes de pensamiento entienden que la identidad de la criatura termina de separarse de la de la madre o figura de apego en la adolescencia1. A nivel orgánico, la primera sangre menstrual es una de las muestras que el cuerpo nos ofrece de la producción de hormonas sexuales. En concreto, nos informa del inicio del ciclo menstrual o sexual-recreador. Según la doctora Christiane Norhtrup en su libro Madres e hijas, las hormonas sexuales llevan segregándose ya algún tiempo (puede que hasta 2 años antes del primer sangrado), las mamas han crecido y probablemente también tengamos ya vello púbico. Nuestro índice de grasa corporal será mayor del 17% y para que el ciclo sea ininterrumpido deberá ser superior 22%. Nuestro cuerpo comienza a prepararse para crear y recrear la vida, lo cual enriquece no solo la vida de la mujer, sino de toda la comunidad. Por ello este momento ha sido celebrado de diversas formas a lo largo de la historia y el planeta. Dentro de los pueblos que marcan este momento como uno de máxima importancia para la comunidad en general y para la mujer en particular encontramos a los Pigmeos. Esta tribu considera la primera sangre menstrual como un regalo. Toda la comunidad participa en una festividad llamada elima, una fiesta considerada de las más felices y divertidas de toda la vida. Según nos cuenta Lara Owen en su libro Her blood is gold, la fiesta de la elimaconlleva todo tipo de juegos en la selva. Además, las mujeres mayores de la comunidad se reúnen con la menarca en la llamada “casa elima”para darle consejos y explicaciones solo entre mujeres. Allí “las chicas aprenden canciones de las mujeres y todas cantan muy alto a través de la selva para que todo el mundo pueda saber que ellas son las Bamelina, las gente de elima, las chicas que han sido bendecidas con la sangre y son ahora mujeres”. ( 2008: 36) Otra tribu que celebra este momento es la de los Dagara, en Burkina Faso. La celebración consiste en una iniciación realizada entre los meses de diciembre y febrero para todas las chicas que han pasado la menarquia en el año que acaba de terminar. En ella las jóvenes inician un proceso de guía por parte de las mujeres de la tribu en diferentes cuestiones entre las cuales sexualidad e intimidad. Este proceso continúa durante un largo periodo de tiempo. Estas son dos muestras de cómo algunas culturas tribales que mantienen vivo el poder de lo femenino se entiende la llegada de la menarquia. En algunos países de tradición cristiana, algunas estudiosas parecen haber encontrado rastros que relacionan la primera comunión con celebraciones celtas de rituales de paso de la niñez a la edad adulta. Niñas y niños púberes en procesión vestidos de blanco y adornadas con flores traen a la mente la procesión del Corpus Christi en la que es tradición que las y los que han pasado por el ritual de la primera comunión festejen ese momento con la comunidad. Este día se celebra la solemnidad del cuerpo y la sangre de Cristo, cuerpo y sangre que dan la vida. Antes de atribuir estos poderes al cuerpo de Cristo, eran poderes atribuidos a la diosa madre ya que de ella y de las que tienen cuerpo de mujer proviene el milagro de la vida a través de la sangre y de su cuerpo. Tiene sentido, por lo tanto, que las niñas y los niños que han pasado a tener en sí el don de la creación y recreación de la vida, acompañen al cuerpo de Cristo ahora, y al cuerpo de la Diosa Madre, entonces. En el grupo de estudios sobre la menstruación “El descanso del corazón”, mes a mes nos adentramos en distintas prácticas para ir profundizando en nuestra relación con la menstruación, con el descanso, con la reparación y con la sangre. La menarquia es un paso fundamental en este recorrido. Si quieres abrir puertas y espacios nuevos en tu relación con la menstruación y con tu cuerpo, pide información sobre “El descanso del corazón”, un grupo de trabajo centrado exclusivamente en la menstruación en el que, a lo largo de 13 lunas, hacemos un recorrido extenso y profundo por distintos aspectos fisiológicos, históricos, antropológicos y simbólicos de la menstruación. El próximo grupo inicia el 26 de diciembre. 10/2/2018 2 Comentarios Sangre de vidaIlustración de Raquel Riba Rossi Son muchas las voces que encontramos a lo largo de la historia en defensa de la menstruación, voces femeninas que se alzan libremente introduciendo en el mundo su experiencia de la menstruación ante la tremenda propaganda impulsada tanto por la religión como por la filosofía y la llamada ciencia médica. Probablemente, una de las más famosas sea Hildegarda de Bingen, una de nuestras abuelas sabias europeas conocidas. A lo largo de su vida no tuvo reparo en amonestar públicamente a varios hombres “santos” y “sabios” de su época. Una de sus amonestaciones fue precisamente en relación a la larga lista de impurezas que sobre la menstruación refleja el Antiguo Testamento. Frente a esto, Hildegarda afirmó que “lo verdaderamente impuro no es la sangre menstrual, sino la sangre de las guerras”. Esta afirmación está llena de autoridad femenina, es decir, de la fuerza de vida que pone la vida en el centro de la misma. Algo parecido afirmó Judy Granh en la década de los 40:
Además de declarar públicamente su desacuerdo con afirmaciones de los textos sagrados, Hildegarda también trató la menstruación en sus libros de medicina. En concreto en el Libro de medicina sencilla hace un análisis de los humores corporales referidos a las mujeres en el que le quita todo el sentido peyorativo dado por los médicos anteriores a la sangre menstrual y rescata de nuevo el sentido original de fluido de creación de vida. Hildegarda la presenta como el lugar donde, unido al espermatozoide, se crea la vida. Ante el desconocimiento del óvulo en aquella época (el óvulo fue descubierto mucho después, en 1827) , la capacidad de creación es puesta en la sangre menstrual.
Hoy en día sabemos que Hildegarda no estaba muy alejada de la realidad, ya que la sangre menstrual es un fluido lleno de sustancias con potencia creadora de vida, entendiendo esta “creación de vida” más allá de creación de una criatura humana. Zulma Moreyra en su libro La sangre cura lo explica así: "La sangre menstrual está compuesta por sangre, tejido endometrial, el óvulo no fecundado, mucosa y algunas otras sustancias. Es portadora de hierro, lípidos, proteínas y hormonas de crecimiento, así como nutrientes que estaban destinados al feto en su etapa inicial". Pero no es solo por su contenido en proteínas, hierro y hormonas que es considerada un fluido con potencia de vida, sino por contener en ella un tipo de células madre llamadas “células regenerativas endometriales” que tienen la capacidad de regenerar tejidos y órganos. Estas células diferencia la sangre menstrual del resto de sangre “común”. En este sentido afirma que la sangre menstrual se ha utilizado como medicina desde inmemoriales tiempos para sanar heridas, tal y como lo relata Marlo Morgan en el libro Las voces del desierto al hacer referencia al uso medicinal que hacen los y las aborígenes de Australia. Esta misma idea rondaba también a Hildegarda de Bingen, quien defendió que la sangre menstrual era un remedio contra la peste. El tantra y la medicina tradicional china son tradiciones que también reconocen el potencial creador y reparador de la sangre menstrual. Ante el reconocimiento del potencial regenerador, muchas mujeres comenzaron en los años 70 preguntarse ¿por qué tirarla? Así se retomaron prácticas que se habían realizado a lo largo de la historia, como usarla para regar las plantas al modo en el que aún hoy día realizan los huicholes mexicanos para que la cosecha sea abundante. Tirar la sangre menstrual, recogerla y/o usarla es hoy en día, además de un acto simbólico, un acto político que muchas mujeres están realizando para comunicar su mensaje de la necesidad de una sociedad que de nuevo coloque la vida en el centro de la misma. Recogerla, guardarla y usarla, además de ponernos en relación con el potencial creador y regenerador que en ella se encuentra, implica una revisión de las formas en las que “la recogemos”, de las formas en las que nos relacionamos con ella y de la forma en la que tratamos a nuestro propio cuerpo durante los días de la menstruación. El lema “lo personal es político” se hace cuerpo y evidencia en la forma en la que nos relacionamos con nuestra sangre. La forma en la que nos relacionamos con la sangre es un tema fundamental del taller de Biodanza y el ciclo menstrual dedicado a la menstruación. Aquí puedes encontrar más información sobre el taller y la próxima convocatoria. Asimismo, en el grupo de estudios sobre la menstruación “El descanso del corazón”, mes a mes nos adentramos en distintas prácticas para ir profundizando en nuestra relación con la menstruación, con el descanso, con la reparación y con la sangre. Tener una relación “normalizada” con nuestra sangre menstrual es una puerta a tener una relación normalizada con nuestro cuerpo de mujer, con todo lo que ello implica. Si quieres abrir puertas y espacios nuevos en tu relación con la menstruación y con tu cuerpo, pide información sobre “El descanso del corazón”, un grupo de trabajo centrado exclusivamente en la menstruación en el que, a lo largo de 13 lunas, hacemos un recorrido extenso y profundo por distintos aspectos fisiológicos, históricos, antropológicos y simbólicos de la menstruación. Ya se está preparando la próxima edición que comenzará el 26 de diciembre. 9/23/2018 0 Comentarios El descanso del corazónDe entre todas las informaciones y datos recibidos sobre la menstruación y su resignificación a lo largo de estos años, hay una historia que, desde que la leí por primera vez, sin conseguir llegar a saber cuánta verdad histórica hay en ella, supe que estaba contando mucho más de lo que decían las palabras que la conformaban. Pasada ya la fase de énfasis investigador en la que busqué y rebusqué hasta encontrar alguna otra fuente que hablara de lo mismo, decidí quedarme con ella y con lo que a mí me enseña y me señala. Cada vez que la cuento, las mujeres y los hombres que la escuchan mueven la cabeza asintiendo ligeramente en un gesto que a mí me corrobora la verdad esencial que hay bajo la historia. La historia en cuestión es la que explica el origen del “descanso social” que, en nuestro caso, es el descanso dominical. La primera de la que leí esta historia fue Lara Owen en su libro Her blood is gold. Después la encontré en otras autoras como Esther Harding. Ellas explican la relación entre el día de descanso semanal en la cultura judeocristiana, domingo o sábado, y la menstruación:
Según esta explicación, el origen del descanso dominical que vivimos en las sociedades occidentales (y occidentalizadas) está en estos días de descanso de toda la comunidad con motivo de la menstruación de la diosa Ishtar. No solo me fascina el hecho de mostrar a la diosa menstruando, sacar paños a las puertas de las casas con tintura roja a modo de banderas o estandartes en las procesiones religiosas, telas que mostraban el sangrado de la diosa y el motivo del retiro, sino que además este era un hecho celebrado en la sociedad por todas y todos, acompañando a la diosa en su descanso. La menstruación es vivida en estos momentos, unos 2500 años antes de nuestra era, como un recordatorio en el cuerpo de las mujeres de la importancia y la necesidad de lo cíclico en nuestras vidas; la menstruación, como un regulador social de los momentos de actividad y descanso; la menstruación, como una manifestación del periodo de muerte dentro del ciclo vida-muerte-vida.
Antes de que el corazón fuera considerado el órgano que simboliza la vida, lo fue el útero. Y tiene mucho sentido, pues es ahí donde se gesta la vida. Antes de que el protagonismo pasara al corazón, el lugar donde la alquimia ha situado el matrimonio y la fusión entre el sol y la luna, el fuego y el agua, lo masculino y lo femenino, se reservaba ese espacio al útero, pues es ahí donde ambos principios se unen para dar forma a la vida. Ambos, corazón y útero, son dos órganos-músculos que laten, que pulsan. La diferencia es que uno, el corazón, lo hace constantemente, mientras que el útero pulsa únicamente en momentos de placer. La otra diferencia es que corazón tenemos todas y todos; útero, solo las mujeres. De esta unión entre ellos proviene el nombre de Sabat: descanso del corazón, de un corazón únicamente femenino, del corazón-útero. Tanto me fascinó conocer todo esto y tanto sentido ha otorgado a mi vida, más allá de que los datos históricos encontrados no hagan alusión alguna a este origen, que esta historia ha dado origen y nombre al grupo de estudios sobre la menstruación online “El descanso del corazón” que inició en enero pasado. Después de años de trabajar con el ciclo menstrual como mapa de la irreductibilidad femenina, así como de la potencia creadora femenina, vi la importancia de hacer un trabajo especifico en la fase de la menstruación, un trabajo en el que mes a mes, en cada menstruación, revisáramos nuestro descanso, nuestro tiempo dedicado a cada una y nuestro autocuidado pues, en muchas ocasiones, seguimos posponiendo el descanso, la parada, la retirada a la que nos abre la puerta la menstruación. Los contenidos de este camino están estructurados teniendo como guía la la rueda lunar del año. Esta es una rueda en la que cada luna llena nos lleva a detenernos para mirar y observar cómo se encuentra la tierra en relación al sol. La primera luna, la de enero, apunta hacia el bienestar y, con él, al autocuidado que, enfocado en la menstruación, nos señala al descanso: la puerta por la que pasar para continuar descubriéndonos con la mirada dirigida hacia el interior. Desde que conocí esta historia los domingos han cobrado un sentido diferente. Quizás, más que diferentes, ahora tienen un plus pues me remiten al origen y me señalan que es el momento de tomarme un tiempo para retirarme del camino. Porque descansar, etimológicamente, significa esto: retirarse del camino para llevar la mirada hacia dentro. Desde entonces, yo misma señalo los domingos en mi calendario. Ilustración de Brunna Mancuso Me parece estar oyéndolo. En un momento, pasan por mi cabeza un montón de expresiones dichas la mayoría por mí en estas casi tres décadas menstruando mes a mes. Otras tantas de las expresiones que me parece estar oyendo han sido dichas por otras mujeres, compartidas en los talleres o en charlas de amigas. Van pasando, una a una, revelando mucha información de la mujer en el momento en el que fueron dichas. A medida que las voy oyendo, noto también como van cambiando los matices, los tonos. Como, mientras que un mes rechazamos y nos quejamos de su llegada, por una amplia variedad de motivos, otro mes estamos esperando su llegada como si se tratase de un ángel salvador. Aquí ya no importan los dolores, los cambios de humor, no importan las citas ni las actividades que tengamos que hacer pues que llegue es lo más importante. Esta es una de las paradojas de nacer en cuerpo de mujer en este momento de la historia. Llevo un tiempo observando los pensamientos que aparecen en mi mente cuando noto su llegada así como compartiéndolos con otras mujeres. A pesar de los años de trabajo y de la forma en la que ha cambiado mi relación con la menstruación, a veces aún sigue poniéndome a prueba llegando en momentos en los que “no estaba preparada”. Los pensamientos que aparecen en esas ocasiones son grandes tesoros pues me muestran caminos por los que seguir transitando. Para muchas mujeres, entre las que me incluyo, el hecho de poner atención a este momento concreto de la llegada de la menstruación, a mes a mes, luna a luna, ha supuesto un cambio en nuestra relación con ella. En muchos casos el paso ha sido una relación difícil, a una relación armónica y de disfrute. La clave, la pista, está en aceptar su llegada. Queramos o no, la vivamos como la vivamos, tener la menstruación es síntoma de salud y, en la mayoría de casos, también de fertilidad, algo que va mucho más allá de ser madre biológica. Imaginaos los pensamientos generales de rechazo hacia la menstruación dirigidos hacia el cambio de luna, de mes, o de estación. Si bien es cierto que muchas personas los tienen ante ciertos cambios, el sentido común, que es una forma de nombrar aquello que va en favor de la vida, nos dice que lo mejor es aceptarlo y seguir con ellos. Lo que a muchas mujeres nos ha abierto la puerta al cambio en nuestra relación con la menstruación es darle la bienvenida. Algo tan sencillo como esto. Sea cual sea la forma en la que llegue, va a estar con nosotras varios días, como lo hace una visita más o menos querida. La bienvenida, siempre, sea como sea la llegada y la estancia, abre una puerta de comunicación, es una muestra de atención y de relación que sutilmente abre posibilidades a otras formas de relación con la menstruación. Sea como sea que la llames, sea cual sea el pensamiento que tengas de ella cuando llegue, más allá de todo eso, tómate unos segundos para darle la bienvenida y recordarte que te acompañará a lo largo de varios días. No se trata de cambiar nada, ni siquiera las palabras primeras que vengan con su llegada, sino de acompañarlas con una bienvenida. Así de sencillo. Si lo haces con cierto sentido, es fácil que cuando se esté yendo, te surja, de forma espontánea, despedirte de ella, al igual que lo harías después de una visita, incluso si esta ha sido tumultuosa. Este sencillo gesto abre una brecha por la que otros sentidos de la menstruación pueden aparecer de forma espontánea. Para recogerlos, es importante seguir atendiendo a los pensamientos y sensaciones que aparecen con su llegada. Así, quizás un día te sorprendas recibiéndola con una sonrisa. Ilustración de Priscila Barbosa Que el ciclo menstrual afecta a muchos factores y ámbitos de nuestra vida es algo que las mujeres sabemos. Los dolores y molestias que durante un tiempo fueron la mayor preocupación de las mujeres, han dado paso hoy en día a las virtudes y dones a los que el ciclo menstrual nos abre la puerta. Por eso, más allá de los síntomas con los que se manifieste, cada vez somos más las mujeres que vivimos la ciclicidad como una forma de recuperar sentidos originarios y libres de lo femenino, sentidos que escapan de la pobreza simbólica en la que el patriarcado introduce a las mujeres. Este es uno de los objetivos fundamentales de este programa. Uno de esos sentidos está relacionado con el deseo y su curso, cambiante, como la vida misma, a lo largo del ciclo menstrual. Un deseo que se presenta amplio, rico y diverso, y que difícilmente se deja encasillar. Un deseo que alguna mujeres nombran “irreductible”. Antes de seguir, quiero detenerme un momento en la palabra deseo. Si bien algunas podréis estar pensando que hay deseos que no son “sexuales”, en este material se pone el foco en el deseo en el más amplio sentido de la palabra, pues parto de la idea de que el deseo propiamente erótico tiene todo que ver con el deseo de vivir en su máxima amplitud. La capacidad de disfrutar de una comida, de un paseo, de una conversación, de un masaje, de un beso o de relaciones sexuales está completamente relacionada. En su origen etimológico encontramos el significado de“libido”, una palabra que designa la energía sexual y cuyo origen indoeuropeo remite a la palabra “amor”. Así que, en la fuente lingüística de la palabra deseo, está el amor. De tal forma podríamos afirmar que el amor es fuente de deseo, por lo tanto, todo aquello que amemos, será fuente de deseo. Muchas son las vías y mapas para explorar, conocer y reconocer las distinas manifestaciones del deseo en las mujeres, un deseo ampliamente manifestado como irreductuble y diverso. Una de ellas es tomar a otras mujeres cuyo reconocimiento de su deseo es claro y explorarnos desde la medida que su experiencia nos osfrece. Esto es lo que, de algún modo, hacíamos de pequeña con nuestra madre: aprender de ella todo, observar y recnocer cómo funcionan en nosotras. Otra, que no solo no excluye la anterior sino que sin la medida de otras mujeres es difícilmente realizable, es seguir el mapa que nos ofrece nuestro cuerpo a través de sus cambios, cambios que pueden venir tanto por épocas de vida como por las distintas fases del ciclo menstrual. De alguna u otra forma son muchas las mujeres que reconocen el cambio de su deseo en sus cuerpos a lo largo del ciclo menstrual. Algunas sienten que tienen más libido durante la ovulación y otras lo sienten aumentar justo unos días antes de que llegue la menstruación. Más allá de cómo se manifieste ese deseo, lo interesante es observar y distinguir hacia dónde nos dirige su movimiento: seguir su curso y su rastro a medida que los cambios y las fases del ciclo se suceden. Las formas que adopta el deseo a lo largo del ciclo menstrual es diferente en cada mujer, así como puede ser también diferente la forma en la que se manifiesta en una misma mujer de un mes a otro. Decir otra cosa sería caer de nuevo en el encasillamiento del deseo femenino. Lo que sí podemos hacer es trazar mapas, trayectorias comunes o diversas que puedan servir a algunas mujeres de hilo del que tirar para observar sus propios cambios y movimientos pulsantes. Así, es común que muchas mujeres se sientan más dispuestas y con más motivación para mostrarse al mundo, para arriesgarse, hacer cosas nuevas y explorar durante los días después de la menstruación. Esto generalmente se manifiesta de forma diferente en los distintos ámbitos de nuestra vida, así como en cada mujer. En la sexualidad, si atendemos un poco, es probable que sean estos los días en los que nos atrevemos con algo novedoso y distinto, algo enérgico, vital y que suponga una apertura y un descubrimiento. A esta fase le sigue los días de la ovulación. En estos días muchas mujeres, más allá de que sean madres o no, siente con fuerza el deseo de gestar, gestar en el más amplio sentido de la palabra. En algunas ocasiones, gestar toma forma de cuidar, atender, nutrir; en otras, toma la forma de deseo de ser fecundada, de ser penetrada por la vida, de ahí que sean muchas las mujeres que definen las relaciones sexuales durante estos días como las “más animales” de todo el ciclo. Es esta misma energía la que muchas mujeres sienten que quieren “parir” algo al mundo. Sea cual sea la forma que acoja, es un momento en el que la relación con lo otro diferente de mí es fundamental. Tras la ovulación, la fertilidad comienza a disminuir y las hormonas comienzan su baile. Es un momento que muchas mujeres viven con cambios de estado repentinos. Aparecen ráfagas, impulsos de vida. Es un momento donde a muchas mujeres se les aparecen los deseos más profundos, los que han ido dejando de lado esperando un mejor momento. Estos deseos llaman a la puerta y, de forma repetida, regresan fantasías, antiguas motivaciones o pasiones. Muchas dicen sentir la necesidad de atenderlos otorgándoles la importancia que tienen en sus vidas. Finalmente, llegan los días sagrados, los días de la menstruación. El deseo que se mueve en muchas mujeres durante estos días está relacionado con la trascendencia, con entrar en contacto con lo misterioso de la vida, con lo indecible. Las mujeres que tienen deseo sexual durante su menstruación afirman que las relaciones, sean con ellas o con otras personas, no se pueden comparar con nada de lo sentido en otro momento del ciclo. Su manifestación puede ser igualmente “instintiva”, tan “animal” como durante otra fase, pero lo sentido y el lugar al que lleva es diferente. Este es solo un breve acercamiento a las distintas posibilidades de manifestaciones del deseo femenino. Mucho más se puede explorar en este sentido. Si te interesa seguir este mapa para conocer mejor tu deseo y reconocerte como mujer deseante en su sentido más amplio, puedes unirte al programa gratuito online “Colmada de gracia” dedicado a la armonía menstrual y cíclica. A partir del 18 de junio y durante 5 semanas, las entregas estarán centradas en descubrir la sexualidad cíclica femenina. Si te interesa recibir la información en tu correo electrónico, puedes unirte aquí. Al unirte, tendrás acceso a las entregas anteriores. Para seguir profundizando, te dejo el enlace a la entrada del blog dedicada a la sexualidad cíclica femenina desde los preceptos de Biodanza SRT y la información del próximo retiro para mujeres sobre este tema que tendrá lugar en Cabra (Córdoba) del 21-16 de agosto. Gracias por tu atención y tu tiempo.
¿Qué se entiende en Biodanza SRT por "Sexualidad"?Sexualidad es disfrutar de la comida, de un masaje, de un paseo, de una conversación. Sexualidad es tomarte el tiempo por la mañana para estirarte aún en la cama, disfrutar del té o el café y de las gotas de agua corriendo por nuestro cuerpo en la ducha. Sexualidad es tener la energía suficiente para dar el impulso de ir a coger aquello que deseas, de acercarte a por lo que sabes que te va a sentar bien y de atrapar la oportunidad de tu vida. Sexualidad es atreverte, lanzarte; es entrar en relación desde la intención de vivir lo que la relación traiga en toda su amplitud. Esto solo para empezar. Para que la sexualidad pueda ser vivida de forma plena y satisfactoria, es necesario que vaya acompañada de los otros potenciales genéticos. No es posible tener una sexualidad equilibrada ni placentera sin el acompañamiento y sostén de los otros potenciales: vitalidad, afectividad, creatividad y trascendencia. Sin impulso de vida, sin un mínimo de cuidado y afecto, sin libertad para variar e improvisar y sin el sentido de amplitud y de relación con el misterio de la vida, la sexualidad que vivamos estará de alguna forma escindida. Esto, que es así en todos los seres humanos, dejando a un lado las preferencias e importancia que para cada persona tenga cada potencial genético, tiene mayor forma y consistencia en la sexualidad femenina. El motivo de ello es el ciclo menstrual. El ciclo menstrual en la sexualidad femenina
Aunque cada mujer es un mundo y son múltiples y diversas las formas que adopta la sexualidad femenina en cada mujer, así como en una misma mujer a lo largo de su ciclo menstrual y vital, se pueden trazar mapas y trayectorias comunes que nos sirvan de hilo del que tirar para observar cómo se manifiesta en cada una de nosotras. Estos mapas no reducen la sexualidad femenina a un modelo que toda mujer debe seguir. Caer en eso sería reducir la sexualidad femenina cuando la intención y el deseo de este escrito es restituirle su amplitud. Con el propósito de traer un posible mapa, trazaré a continuación algunas líneas de relación entre las fases del ciclo menstrual y los potenciales genéticos que se activan como puertas por las que entrar a disfrutar de una sexualidad más plena. Los días después de la menstruación, momentos en los que de forma general las mujeres suelen sentir una mayor energía de vida y actividad, la vitalidad se presenta como la línea a través de la cual la sexualidad se manifiesta. Así, es común que muchas mujeres se sientan más dispuestas y con más motivación para mostrarse al mundo, para arriesgarse, hacer cosas nuevas y explorar durante los días después de la menstruación. En la sexualidad, si atendemos un poco, es probable que sean estos los días en los que nos atrevemos con algo novedoso y distinto que, a su vez, será distinto en cada mujer. A esta fase le sigue los días de la ovulación. Aquí, es la línea de la afectividad la que sirve de cauce al deseo y la pulsación sexual. Son muchas las mujeres que durante estos días sienten más vivo el deseo de gestar en su más amplio sentido. En algunas ocasiones, gestar toma forma de cuidar, atender, nutrir; en otras, se muestra bajo el deseo de ser fecundada, de ser penetrada por la vida. Esta energía impulsa en muchas mujeres el deseo “parir” algo al mundo, de darse y entregarse desde la parte más material de su ser. Tras la ovulación, la fertilidad comienza a disminuir y las hormonas comienzan su baile. Es un momento que muchas mujeres viven con cambios de estado repentinos. Aparecen ráfagas, impulsos de vida. Es la manifestación de la creatividad y de la capacidad de dar orden a todas las cosas que a lo largo del mes y de la vida se han ido quedando “para después”. Muchas mujeres sienten en estos días que se meten a ordenar “el desván”, ese espacio de sus vidas al que llevan tiempo sin atender. La creatividad en estos casos es fundamental para poner orden en esos espacios desde hace tiempo inhabitados. La sexualidad durante esta fase es vivida por muchas mujeres como impulsos y ráfagas cambiantes que las hacen llegar a descubrir lo que quieren realmente. Esto mismo es lo que viven muchas mujeres, a una escala mucho mayor, durante los años de su perimenopausia, la etapa de vida que se corresponde con la premenstruación. Finalmente, llegan los días sagrados, los días de la menstruación. El deseo que se mueve en muchas mujeres durante estos días está relacionado con la trascendencia, con entrar en contacto con lo misterioso de la vida, con lo indecible. Las mujeres que sienten un aumento del deseo sexual durante su menstruación afirman que las relaciones, sean con ellas o con otras personas, no se pueden comparar con nada de lo sentido en otro momento del ciclo. La vivencia de ser una manifestación del todo es intrínseca a la sexualidad para muchas mujeres en estos días. Este es solo un breve acercamiento a la forma en la que la sexualidad femenina y la integración de su amplitud puede ser entendida desde Biodanza Srt, una sexualidad que, desde mi punto de vista y experiencia, se llena de sentidos y de posibilidades enriquecedoras si es mirada a través del ciclo menstrual. Los ejercicios específicos de cada línea de vivencia, unidos a explicaciones que las relacionan con las fases del ciclo menstrual y vital, hacen que muchas mujeres ordenen sus ideas sobre la sexualidad y tengan una vivencia más integrada, armónica y plena. Si te quedas con ganas de más...Si la lectura te ha sabido a poco, te presento algunas opciones para seguir ampliando la información sobre este tema.
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