4/6/2020 0 Comments No te quedes solaHace unas pocas semanas oí a Ana Cristina Herreros, escritora, narradora y recopiladora de cuentos populares, hablar de la autoayuda. La nombraba en relacióna las enseñanzas que aparecen en los cuentos donde la ayuda viene siempre de algo externo, de algo de fuera. Sus palabras, claras y directas, apuntaban a un lugar que me interesa y al que llevo tiempo apuntando en estas entradas: la autoayuda, como concepto, no tiene sentido. Estas son sus palabras exactas: Esto de la autoayuda es una memez neoliberal, capitalista y norteamericana. La autoayuda no existe en los cuentos. La ayuda siempre viene de fuera, del otro. Gracias a la ayuda del donante, el que se ha puesto en camino regresa al lugar de donde ha partido, con el conflicto resuelto y convertido en rey que significa que es dueño de su propia vida. Como estudiosa que es de los cuentos, su función, su tradición e historia, Ana Cristina conoce bien el papel de las mujeres en la transmisión oral, en el are de tejer cuentos y relaciones, pues uno no se dan sin el otro. Ahora, con el confinamiento, parece que esta necesidad de relación se está haciendo más evidente. Ya que no podemos unirnos, nos echamos de menos, nos damos cuenta de cuanto necesitamos relacionarnos. Este virus parece que ha venido a poner algunas cosas en su lugar. Lo estamos viendo en muchos aspectos distintos y también en las relaciones. Como si estuviéramos sintiendo el efecto del desquebrajamiento de una sociedad que celebra la individualidad, la independencia y la autosuficiencia. Ideas, todas estas, más masculinas que femeninas pues las mujeres nunca hemos olvidado que para vivir es necesaria la relación. Para echar raíces por dentro y poder crecer, en cualquier sentido que se le dé a esta palabra, son necesarias las relaciones. La semilla no crece por sí misma --esto es lo que significa el prefijo griego autos—. Siendo un movimiento que hace ella, es a su vez resultado de la relación con todo lo que la rodea: la tierra, la humedad, los insectos, incluso las raíces de otras plantas. Por eso tantas llamadas y videoconferencias. Por eso tanto deseo de quedar para compartir. Más que sospechar que esto se hace para “entretenerse” y “evitar” estar con una misma, por no atendernos a nosotras creo que es la forma femenina de hacerlo. Solo hay que mirar alrededor para comprobar que el supuesto “ideal” de meditar y hacer nuestras prácticas de centramiento solas en nuestras casas es difícil de sostener en el tiempo. Incluso, ahora que tenemos más tiempo en casa --aunque esto no signifique siempre más tiempo libre--muchas mujeres se sorprenden de que les esté costando hacerlo. No creo que el motivo sea, como se dice por ahí, que las mujeres tenemos problemas en dejarnos tiempo para nosotras y para atender a nuestro cuidado. Nada más lejos de la realidad. Lo que creo es que las mujeres preferimos hacerlo en relación desde siempre. De muestras está la vida llena para quien quiera verlo. Si esto que digo podría ser un universal, es más manifiesto en las mujeres. Los conventos, los beguinatos, las agrupaciones de mujeres de libre espíritu de la Edad Media son solo algunas muestras. Los grupos de autoconciencia femenina de los años 70, los grupos de artistas a lo largo de la historia, las Preciosas, las poetas del 27, mi madre y sus primas jugando a las cartas los domingos por la tarde, yo y los encuentros entre mujeres, ya sean presenciales u online, como los de estos días. El deseo de muchas mujeres de crear una “casa de mujeres” a mí me habla de eso mismo: de la importancia reconocida al estar en relación con otras para recibir de ella la ayuda que necesito en este momento; para tomar conciencia, a través de ella, de lo que realmente soy. Ojalá la próxima vez que te pienses algo parecido a “mierda, hoy no he meditado" te acuerdes que que en lugar de hacerlo, has estado hablando con tu madre o con tu amiga y puedas ver qué nuevo de ti te ha traído esas conversaciones. El donante, como se llama en los cuentos al ser que viene en tu ayuda, aparece por cualquier lado en cualquier momento. Viene siempre de fuera porque la transformación ocurre a través de la relación con algo distinto de ti. Eso distinto externo abre a que algo nuevo surja de ti. Como ocurrió cuando nacimos de nuestra madre. Porque una no puede “nacerse” a sí misma, ¿verdad? Nacemos, crecemos y vivimos en relación, algo que el patriarcado--y todos los otros sistemas que han nacido dentro de él para reforzarlo--ha intentado tapar. A pesar de esto, las mujeres libres lo han recordado y mantenido vivo a lo largo de la historia. ¿Te ha gustado esta entrada? Únete a la Moonletter para recibir contenidos que solo comparto por e-mail. Cada lunes, día de la luna, la magia llegará a tu buzón de entrada para que te crezcan raíces por dentro y no vuelvas a perderte
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