Si estás leyendo estas primeras palabras, me imagino que sentirás interés por la luna. Espero que ese interés vaya más allá de lo puramente intelectual, que vaya más allá de la acumulación de conocimientos, pues estas palabras están bastante alejadas de eso. Me gustaría que fuera un interés de verdad, ese que está relacionado con tu sentir. Me explico mejor: que te hayas acercado a este escrito motivada por algo interno, casi por un impulso. Quizás eres de las que estás atenta a cada fase de la luna. Quizás eres de las que sabes que hay luna llena porque la inspiración no te deja dormir. Quizás eres de las que siempre has deseado tatuartela en algún lugar secreto de tu cuerpo. O quizás lo hayas hecho. Si lo que te mueve a seguir leyendo tiene algo que ver con esto, te confieso que eso mismo es lo que me ha llevado a mí a escribir. Este es un buen punto de partida. Lo que quiero traer a esta entrada es precisamente lo que nos ha movido a ambas: la relación entre la luna y ese sentir profundo que ha sido más reconocido y sentido por mujeres que por hombres a lo largo de la historia. Vamos allá. Cuando la luna señalaba la diferencia. Parece que hubo un momento de la prehistoria en el que se reconocía socialmente que la luna era más sentida por mujeres que por hombres. Me atrevería a decir que todos, hombres y mujeres, aceptaban este aspecto de la diferencia sexual que hoy en día aún cuesta tanto ver y nombrar en determinados espacios. Que se sepa, la relación entre las mujeres y la luna se reconoce culturalmente en la humanidad desde hace más de 25.000 años. Desde esa fecha tenemos muestras en las que se reconoce un hilo de relación entre la luna, su misterio, su tiempo cíclico de mostrarse--ocultarse, y las mujeres. Tal era en esos momentos la evidencia que se le dio al ciclo menstrual el sentido de ser una manifestación de esta relación. De esto, y de otras muchas cosas, nos habla la Diosa de Laussel, la primera de las miles de estatuillas encontradas de este tipo del Paleolítico. Más allá de que haya relación directa entre la luna y el ciclo menstrual, esto viene a mostrar el fuerte sentido de conexión que se reconocía entre la luna y las mujeres. La luna, como símbolo del misterio, de lo cambiante, se relacionó en el inconsciente, con la menstruación, con la luna nueva y con la noche: todos símbolos de parada, quietud e introspección. Por esa misma relación, la luna era entendida también como el símbolo del sentir profundo, de la verdad que guía al camino de cada persona. Esta relación, este hilo entre la luna y el sentir, era reconocido como un don femenino. Toda la sociedad, hombres y mujeres, lo reconocía sin necesidad de explicaciones ni de justificaciones. Ya estaban la menstruación y los partos que recordaban la relación entre la luna y el cuerpo femenino. Esta muestra de diferencia sexual era evidente y reconocida por todas y todos. Cuando se negó la diferencia. Esta relación sirvió durante miles de años para crear un orden social. En él, hombres y mujeres reconocían la relación de las mujeres con la luna, sus misterios y el sentir produndo, ese que señala a la verdad de la vida. Al ser fuente y fundamento de orden social, en el momento del cambio hacia sociedades patriarcales la diferencia femenina fue duramente atacada, ocultada y negada. Desde sus inicios, hace unos 5000 años, el patriarcado se fundamentó en la ocultación y usurpación de la diferencia sexual, pretendiendo anular la diferencia femenina hasta convertir a las mujeres en iguales a los hombres. Es decir, hasta borrar el más que traemos al mundo. Esto supone ocultar la diferencia, taparla, negarla. En ella va la conexión de las mujeres con la vida, con la creación de cultura y de orden. También con el sentir, con la luna, con el misterio y con la trascendencia. Esa que nos hace sentir y pensar más allá de nosotras, en pro de la vida, de su creación y recreación, como la luna señala en sus ciclos. De ahí que el discurso científico aún esté gastando dinero en negar la relación de las mujeres con la luna. Una relación que las mujeres no necesitamos que sea demostrada ni negada. Es algo que, de una forma u otra, sentimos y, por lo tanto, sabemos que es verdad. El latido que siempre está. Más allá del patriarcado y de su construcción social, muchísimo más allá, la luna siempre ha seguido latiendo en nuestras entrañas. Por eso las mujeres hemos seguido pariendo en luna llena y esto, a pesar de lo que digan los estudios, se tiene en cuenta en las urgencias de los hospitales. Por eso, muchas mujeres se dan cuenta de que están menstruando en luna llena o en luna nueva. Esto ahora como hace 3000 años. Por eso, ahora como en la Edad Media, las mujeres estamos atentas a cuando se muestra la luna en el cielo. Al salir cada noche --incluso cuando no la vemos, ella está—, la lunanos recuerda que hay un ritmo propio, marcado por el sentir más profundo, que nos mantiene, a pesar de todo, conectadas a la vida y a nuestra verdad. Esto ahora como siempre. ¿Te ha gustado esta entrada? Únete a la Moonletter para recibir contenidos que solo comparto por e-mail. Cada lunes, día de la luna, la magia llegará a tu buzón de entrada para que te crezcan raíces por dentro y no vuelvas a perderte.
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