4/1/2019 1 Comment En el origen, las mujeres.Muchas mujeres, entre las que me incluyo, sentimos un gusto intrínseco al rodearnos de otras iguales y dispares a la vez. Si miro mi vida, encuentro rastro de ese gusto desde la época de la infancia en la que las tardes pasaban rodeadas de otras mujeres metidas en sus quehaceres. De alguna forma viajar a esos recuerdos es regresar al origen de la historia humana. En el origen, la sociedad se organizó en torno a grupos de mujeres cuya figura principal eran las madres. Hermanas, hijas, abuelas y nietas, y también hijos, hermanos y nietos, todos viviendo en el núcleo familiar de la madre: esto es lo que se denomina en antropología “ginecogrupo”, una organización característica de las sociedades matrísticas o matrifocales1. Aunque lo sea desde hace varios milenios, no siempre la pareja heterosexual ha sido la base de la organización social y familiar. De hecho, llevamos más tiempo agrupándonos en torno a ginecogrupos que en torno a la pareja. Algo de memoria debe quedar en nuestras células de aquella primera y original organización social. En palabras de Marta Moia: “El ginecogrupo y no la pareja heterosexual es la primera forma de organización humana, original y universal. Esto significa que no es un tipo de organización cualquiera, sino la primera forma grupal que permite la consolidación de la especie en el tiempo, y que se estructura a partir de las exigencias específicamente humanas, es decir culturales y no instintivas. Dicho de otra manera, no es un resto de una forma de organización entre varias posibles, sino la original, a partir de la cual se derivarán todas las variables conocidas” (1981: 65). El origen de este tipo de organización está en la practicidad que surge cuando se pone la vida y su supervivencia en el centro: la pareja madre-criatura como reguladora de la vida, de los ritmos y de las tareas. “El vínculo original diádico mujer/criatura se expande al agregarse otras mujeres en estado de gestación-crianza, y las que habían pasado por esas etapas (menopáusicas), para ayudarse en la tarea común de dar y conservar la vida. Una misma circunstancia las aúna, y el conocimiento compartido permite que cristalice la solidaridad entre ellas. Se origina así el grupo social primario, compuesto por mujeres de varias generaciones y sus proles”. (1981: 66) Si bien el ginecogrupo gira en torno a la figura materna, son espacios mixtos donde mujeres y hombres del mismo núcleo conviven. Tendrán que pasar varios milenios hasta que se encuentren rastros de reuniones y espacios exclusivos únicamente de mujeres. Marija Guimbutas encontró en Çatal Hüyük2 lo que se considera la muestra más antigua de una reunión femenina3. Está formada por figuras de un grupo de mujeres serpiente agrupadas en un jarrón sugiriendo que podrían estar listas para ser puestas en un altar. Guimbutas explica que podrían haber sido usadas en santuarios específicos de mujeres o en algunas de las partes de los santuarios dedicadas a ellas. Las pinturas rojas en algunas paredes así como la cantidad de figurillas femeninas encontradas hacen pensar que estos podrían ser espacios dedicados a las mujeres durante su menstruación y para parir4. Sin duda, estos espacios son los equivalentes a los que en otras partes del mundo han sido llamados “choza para menstruar” o “tienda roja”, espacios que seguían recordando la unión entre la menstruación de las mujeres y la luna en lo que se conocía como retiro de luna o descanso del corazón5. Generalmente estos espacios están reservados única y exclusivamente a mujeres y, en ellos, además de compartir sus vivencias, se mantuvieron durante largo tiempo las tradiciones y cultos a las diosas pre-patriarcales. Desde el Paleolítico hasta las habitaciones para menstruar neolíticas, de las que también se han encontrado referencias a las tiendas o carpas rojas de los pueblos americanos, se puede rastrear un hilo que, como el hilo femenino en la historia, es discontinuo pero no se agota ni se acaba; un hilo que, de alguna forma, se podría decir que tiene una presencia cíclica, apareciendo y desapareciendo. Precisamente de la existencia de las habitaciones para menstruar del neolítico parten algunas de las hipótesis que explican que el aislamiento durante la menstruación es algo programado y elegido por las propias mujeres, ya que en estas sociedades no existía la idea de dominación. Así, estas habitaciones o lo que después sería nombrado como las tiendas rojas, se quedan como lugares exclusivo de entre mujeres dedicados a regenerar la vida a través de ellas durante su periodo de luna. ¿Te ha gustado esta entrada? Únete a la Moonletter para recibir contenidos que solo comparto por e-mail. Cada lunes, día de la luna, la magia llegará a tu buzón de entrada para que te crezcan raíces por dentro y no vuelvas a perderte. 1 Junto a estos términos a veces se encuentra el término “matriarcado”. Es ampliamente reconocido que no hay pruebas que demuestren que la historia de la humanidad ha pasado por una época de matriarcado, es decir, por una época en la que las madres gobernaran y dirigieran la vida de la comunidad imponiendo su voluntad sobre la de sus componentes. En muchos casos la palabra matriarcado se usa para designar una organización social matrifocal, creando confusión al respecto. Hoy en día es ampliamente reconocida la preferencia de “sociedades matrifocales o matrilineales” que la de “matriarcado”.
2 Çatal Hüyük es un antiguo asentamiento de los periodos Neolítico y Calcolítico. Es el conjunto urbano más grande y mejor preservado de la época neolítica del Oriente Próximo. Está ubicado al sur de la provincia de Anatolia en Turquía. 3 Vicky Noble, La mujer Shakti (2004: 28) 4 BARING y CASHFORD, El mito de la diosa (2005: 110). 5 Anita Diamant hace una recreación de estos momentos en la novela La tienda roja.
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Isabel
4/1/2019 03:08:47 pm
Me ha encantado! Gracias por compartirlo!
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