"Ninguna otra fase de la vida ofrece a la mujer tantas posibilidades para comprender y explorar el poder femenino si es capaz de abrirse paso por entre la negatividad cultural general que ha rodeado durante siglos a la menopausia". Christiane Northrop en Cuerpo de mujer, sabiduría de mujer. La menopausia es el nombre dado al cese de las menstruaciones, a la desaparición de la maduración de óvulos y su expulsión con sangre a través de la vagina. Generalmente suele ocurrir entre los 45 y los 55 años de edad. Para la gran mayoría de las mujeres, el cese del ciclo no es algo que sobreviene en un momento determinado por sorpresa, como ocurre con la menarquia, sino que suele precederse de un periodo en el que las menstruaciones se hacen cada vez más irregulares y van distanciándose en el tiempo hasta que finalmente desaparecen. A este periodo se le llama climaterio, si incluye el momento de la menopausia, o perimenopausia, si únicamente incluye la etapa previa que puede durar de varios meses hasta años. Físicamente, durante la perimenopausia la producción de estrógenos y progesterona decae progresivamente. Lo que ha sido llamado “la enfermedad de la menopausia” consiste en la deficiencia de las hormonas segregadas por los ovarios. Al terminar el ciclo de producción de hormonas ováricas (sobre todo el estrógeno) se dan una serie de síntomas que la medicina alopática occidental ha catalogado como enfermedad a remediar. Los síntomas principales, relacionados todos con las citadas hormonas, son los famosos sofocos, la sequedad vaginal, con la consecuente disminución de la libido, y los cambios de humor. Según explica la doctora Northrup, si una mujer llega sana a la menopausia, hay otros muchos órganos y glándulas que pueden hacerse cargo de la producción de estas hormonas o de otras complementarias (como pueden ser los andrógenos y, entre ellos, especialmente la testosterona) que evitarían los síntomas de la escasez de estrógenos y progesterona. Las glándulas suprarrenales, la piel, los músculos, el cerebro y la glándula pineal pueden generar andrógenos que afectarían directamente al bienestar general, la respuesta sexual y la libido. La menopausia puede convertirse en una enfermedad cuando una mujer llega a los años perimenopáusicos con un agotamiento crónico de los recursos metabólicos. En una mujer sana, las glándulas suprarrenales serán capaces de tomar el relevo a los ovarios en la producción de hormonas. Sin embargo, muchas mujeres llegan a este momento de sus vidas agotadas tanto emocional como nutricionalmente, por lo cual el funcionamiento de sus glándulas suprarrenales se verá afectado. En palabras de la doctora: "Los niveles de estrógeno y progesterona ovárica disminuyen después de la menopausia. Pero otros lugares del cuerpo son capaces de producir estas mismas hormonas, según sean el estilo de vida y la alimentación de la mujer. El cuerpo femenino, por lo tanto, tiene la capacidad de hacer adaptaciones sanas en el equilibrio hormonal después de la menopausia". (NORTHRUP: 2010: 677) Las glándulas suprarrenales ocupan un lugar relevante en este proceso. Ellas son las que se encargan de producir las hormonas que nos permiten reaccionar ante las situaciones de la vida cotidiana de forma sana y flexible. Si durante los años anteriores a la menopausia las sometemos al estrés al que nos sometemos en nuestra vida diaria, las glándulas suprarrenales comienzan a agotarse, por lo que les será difícil tomar el relevo a los ovarios. Frente al descenso de estrógenos y progesterona, durante la menopausia se produce un aumento de la producción de las hormonas foliculoestimulante y luteneizante en la hipófisis que son las encargadas de estimular la ovulación hasta los años que rodean la menopausia. En esta época previa al cese de las menstruaciones, las ovulaciones van reduciéndose gradualmente, lo que hace que el ciclo aparezca irregularmente, a la vez que los niveles de estas hormonas van aumentando también gradualmente mes a mes hasta llegar al nivel más alto de su producción durante la menopausia. Este nivel lo mantienen continuamente después de la menopausia. Para la Doctora Northrup, este hecho es el causante del paso de lo que ella llama “corriente alterna de sabiduría” a “corriente continua”, lo cual implica que la sabiduría de la que antes disponíamos sólo durante ciertas partes del ciclo menstrual pasa a estar potencialmente disponible en todo momento. Con la menopausia, las mujeres abandonan el acceso cíclico a su sabiduría para poder acceder a ella en cualquier momento. Entiendo este cambio como la posibilidad de usar todas las herramientas con las que hemos estado practicando alrededor de 30 años de vida fértil en cualquier momento según las necesidades. Tenemos acceso a cualquiera de nuestras fases del ciclo menstrual, a cualquiera de nuestras caras, cuando queramos y las necesitemosCuenta Tamara Slayton en su maravilloso libro Reclaiming the Menstrual Matrix: "En las culturas indígenas, las mujeres posmenopáusicas (...) poseían un enorme poder y supervisaban todas las decisiones de la tribu. No tenían miedo de decir un firme no a cualquier cosa que no beneficiara la vida. También iniciaban y educaban a las mujeres más jóvenes en ese conocimiento y esa responsabilidad." Sobre otras culturas y cómo se entiende la menopausia en ellas, cuenta también la Dra. Northrup que para los celtas, “la joven doncella se consideraba la flor; la madre, el fruto; y la mujer mayor, la semilla. La semilla es esa parte que contiene en su interior el conocimiento potencial de todas las demás partes”. El papel de la mujer postmenopausica era transmitir a la comunidad su semilla de verdad y sabiduría. En otras comunidades tribales, como algunas comunidades indígenas de Norteamérica, se pensaba que las mujeres menopáusicas retenían su sangre y con ella, su sabiduría, en lugar de expulsarla, y por lo tanto se las consideraba más poderosas que las mujeres que menstruaban. Tanto poder le otorgaban a las mujeres que habían abandonado su estado cíclico que ninguna mujer podían llagar a chamana mientras no hubiera pasado la menopausia. En nuestra sociedad el papel reservado a las mujeres postmenopausicas es muy diferente. Aunque para muchas mujeres, sobre todo las que han sufrido consecuencias negativas físicas, emocionales y/o psicológicas durante su ciclo menstrual, suponga una liberación, la llegada de la menopausia trae consigo el comienzo una edad en la que la mujer ya no sirve a la sociedad, pues ya no tiene la capacidad de reproducir, además de suponer la cercanía de una vejez que socialmente es evitada a toda costa. Cumplir años, superar procesos, acumular conocimientos, experiencias y sabiduría son factores que para nuestra sociedad no ofrecen ningún valor. El doctor Deepak Chopra difundió un experimento realizado entre los indios tarahumara de México, indios famosos por su capacidad de correr. De manera habitual algunos miembros de la tribu corren distancias maratonianas. Entre ellos existe la creencia de que los mejores corredores son los de más de 60 años. Un equipo de investigadores comprobó que eran estos corredores los que tenían mayor capacidad pulmonar, el mejor estado cardiovascular y más resistencia. El Dr. Deepak Chopra afirma que para que esta creencia se convierta en realidad física, toda la tribu tiene que creerla. El pensamiento, de nuevo, crea realidad. A pesar de que en nuestra sociedad actual las mujeres postmenopausicas son las más jóvenes de la historia, no por edad, sino por la apariencia y su estado de salud general, este momento sigue generando malestares y problemas de salud general que más que ser consecuencia de la menopausia, es consecuencia de muchos otros factores que se destapan en este momento. Explica Tamara Slaylon que si la sabiduría y la energía procedente de los cambios que se producen durante la menopausia no se expresa y se reprime, puede llegar a ser consecuencia de síntomas desagradables entre los que destaca los sofocos, la depresión y los cambios de humor. El poder y la energía nueva que aparece en la mujer menopáusica la llevan a sentir una fuerte necesidad de autoexpresión de todo aquello que han ido ocultando a lo largo de su vida. Es como la fase de la hechicera dentro del ciclo menstrual: no puede mantener silenciado todo lo callado durante el ciclo, ampliando el periodo de un mes a los años pasados desde la adolescencia. Además del factor de la edad como motivo por el que la menopausia es fuertemente rechazada por nuestra sociedad, otro factor de rechazo podría estar relacionado precisamente por el miedo a la sabiduría, a la determinación y la fuerza de que disponen las mujeres a partir de estos momentos. Es sabido que las mujeres, a medida que avanzan en edad, corren el riesgo de masculinizarse, mientras que a los hombres les pasa lo contrario. Todo esto es debido a las hormonas. Como hemos visto anteriormente, en el caso de las mujeres menopáusicas, los andróginos cubrirán en parte el papel que durante años anteriores han realizado los estrógenos y la progesterona. Entre ellas se encuentra la testosterona que aumenta considerablemente a partir de la menopausia. Estas hormonas son las responsables de dar a la mujer características masculinas. Mujeres decididas, seguras, conectadas con ellas, en contacto continuo con la semilla de la vida y la determinación de llevarla adónde sea necesario. Todo, siendo mujer de más de 50 años. Dice la Doctora Northrup en relación a este miedo del sistema patriarcal de la mujer menopáusica: "Me gusta pensar que las que mujeres en la mitad de la vida somos peligrosas, peligrosa para cualquier fuerza existente que pretenda convertirnos en ancianas silenciosas, peligrosas para los ensordecedores efectos de la convencional y simpatía encantadora, y peligrosas para cualquier adaptación que hayamos hecho que ahogue o sofoque a quienes somos capaces de ser ahora." A mí también me gusta pensar todo eso...
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El momento en el que una adolescente o preadolescente se encuentra la primera mancha de sangre en sus braguitas es recordado de por vida. Esta manchita marca el final de la infancia y el comienzo de la edad adulta. En realidad es el comienzo del cambio, el momento en el que la rueda comienza a girar. Oí por primera vez, o al menos eso creo, la palabra menarquía pasados los 30 años. No soy la única. Cuando la descubrí me pareció tan bonita que, cual niña o extranjera que acaba de aprender una palabra nueva, buscaba constantemente el momento de usarla, especialmente si me encontraba entre mujeres. Es con el uso continuado de este término como he descubierto que no soy la única que la conoció con más de tres décadas a sus espaldas. Hay incluso muchas mujeres que, sabiendo lo que es la menopausia y habiéndola pasado, no conocían el término menarquia. Este desconocimiento me parece importante a la vez que simbólico. El término menarquia, sobre el cual además hay distintas opiniones sobre si contiene un hiato final (marcado por la tilde sobre la i) o diptongo (sin marca de tilde), es un término considerado médico por la RAE frente a su hermano menopausia, que no disfruta de tal catalogación. Si no hay término, no hay realidad, pues el verbo, como expresión del pensamiento, crea realidad, y la realidad más común en nuestra sociedad es que las jóvenes pasan por la menarquia con más pena y vergüenza que gloria. Vergüenza, la mayoría, por tener que escuchar de sus padres, con los que apenas comparten datos de su recién estrenada juventud, palabras que hacen referencia a su paso de niña y mujer y a las precauciones que a partir de este momento debe tener si no quiere quedarse embarazada. Pena, junto a la vergüenza, por alejarse de la infancia, ese paraíso que ahora sí comienza a perderse; y miedo, mucho miedo, pues la menarquia trae consigo el peligro del embarazo, de las relaciones sexuales y de los dolores menstruales. Históricamente la menarquia ha sido considerada un momento de paso de suma importancia hasta hace relativamente poco tiempo. Hace años asistí a una conferencia de una psicóloga sobre la adolescencia y la juventud. Sin motivo aparente durante esta conferencia tuve serios problemas para mantenerme despierta. El tema me interesaba mucho, asistí voluntariamente e incluso iba sola, pero por alguna razón desconocida estuve durante la hora y media que duró luchando por no dormirme. En uno de los momentos en los que conseguí vencer al sueño, estando aún envuelta en un duermevela, oí una frase que fue la única que pude rescatar de la conferencia. Explicaba la psicóloga, experta en adolescencia, que en nuestra sociedad actual hay una gran población de adultos que no han abandonado el estado psicológico y emocional de la juventud e, incluso, muchos de ellos permanecen aún en la adolescencia. Esto, explicaba la psicóloga, se debe a la ausencia de ritos de paso que marquen el abandono de un estadio de desarrollo y la entrada en otro. La menarquia es uno de esos momentos de paso que han dejado de ser ritos y de tener la importancia que merecen. Alrededor de nuestro globo terráqueo encontramos muchas formas de entender y celebrar la menarquia. Aún existen tradiciones que marcan este momento como uno de máxima importancia para la comunidad en general y para la mujer en particular. Una de ellas es la de los Pigmeos. Esta tribu considera la primera sangre menstrual como un regalo. Toda la comunidad participa en una festividad llamada elima, una fiesta considerada de las más felices y divertidas de toda la vida. Según nos cuenta Lara Owen en su libro Her blood is gold, la fiesta de la elima conlleva todo tipo de juegos en la selva. Además, las mujeres mayores de la comunidad se reúnen con la menarca en la llamada “casa elima” para darle consejos y explicaciones solo entre mujeres. Allí “las chicas aprenden canciones de las mujeres y todas cantan muy alto a través de la selva para que todo el mundo pueda saber que ellas son las Bamelina, las gente de elima, las chicas que han sido bendecidas con la sangre y son ahora mujeres”. (OWEN, 2008: 36) Otra tribu que celebra este momento es la de los Dagara, en Burkina Faso. La celebración consiste en una iniciación realizada entre los meses de diciembre y febrero para todas las chicas que han pasado la menarquia en el año que acaba de terminar. En ella las jóvenes inician un proceso de guía por parte de las mujeres de la tribu en diferentes cuestiones entre las cuales sexualidad e intimidad son solo una parte. Este proceso continúa durante un largo periodo de tiempo. Estas son dos muestras de cómo en culturas tribales se entiende la llegada de la menarquia. En nuestra cultura occidental cristina, algunas estudiosas parecen haber encontrado rastros que emparejan la celebración de la primera comunión con celebraciones celtas de rituales de paso de la niñez a la edad adulta. Niños y niñas púberes en procesión vestidos de blanco y adornadas con flores traen a la mente la procesión del Corpus Christi en la que es tradición que las y los que han pasado por el ritual de la primera comunión festejen ese momento con la comunidad. Este día se celebra la solemnidad del cuerpo y la sangre de Cristo, cuerpo y sangre que dan la vida. Antes de atribuir estos poderes al cuerpo de Cristo, eran poderes atribuidos a la diosa madre ya que de ella y de las que tienen cuerpo de mujer proviene el milagro de la vida a través de la sangre y de su cuerpo. Tiene sentido, por lo tanto, que las niñas y los niños que han pasado a tener en sí el don de la fecundación y la reproducción, acompañen al cuerpo de Cristo, ahora, y al cuerpo de la Diosa Madre, entonces. La primera sangre menstrual es la muestra evidente que el cuerpo nos ofrece para hacernos saber que ya está preparado para la gestación. Las hormonas sexuales llevan segregándose ya algún tiempo (puede que hasta 2 años antes del primer sangrado), las mamas han crecido y probablemente también tengamos ya vello púbico. Nuestro índice de grasa corporal será mayor del 17% y para que el ciclo sea ininterrumpido deberá ser superior 22%. Nuestro cuerpo está listo para dar cabida en él a otra vida, lo cual enriquece no solo la vida de la mujer, sino de toda la comunidad. Por ello este momento es celebrado en muchas culturas y formas de vida diversas dentro de la nuestra al ser entendido como un momento de alegría y orgullo que hace posible el continuum de la vida. FOTOGRAFÍA: Maribel Montesinos
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