7/6/2020 0 Comments Descubrir la grandeza femeninaDe un tiempo a esta parte cada vez siento con más claridad cómo nosotras mismas, con la intención de ayudarnos, animarnos a despertar y a tomar conciencia, las mujeres echamos piedras sobre nuestro propio tejado. Estamos en la luna de las bendiciones. Como sabéis las que me leéis en la Moonletter, a esta luna yo le doy el sentido de “decir bien”, de atender a lo que digo para que concuerde con la realidad. Lo otro, cuando una dice algo que no concuerda con la realidad y lo afirmamos, es una maldición. Esto es lo que siento que ocurre cuando leo algunas frases sobre nosotras, dichas por nosotras mismas. Estas frases nos sitúan siempre por debajo, nos sitúan en un menos, en una falta, en lo que le he escuchado a Mª Milagros Rivera Garretas nombrar como “miseria femenina”. Señalamos a ciertos aspectos marcando que la miseria es consecuencia del patriarcado en nosotras. Lo que el patriarcado ha supuesto en la vida de las mujeres y en la vida de la humanidad fue importante nombrarlo en un momento determinado de la historia, tan importante como ahora reconocerlo. Las mismas mujeres que dijeron esto en los años 70, dicen que es tiempo de pasar a otra cosa: es tiempo de rescatar la grandeza femenina con la que nunca el patriarcado, por mucha violencia que haya ejercido, ha podido acabar. Son muchas las afirmaciones que hacemos que se mueven en este mecanismo. Las hay de muchos tipos y colores. Las que me he encontrado últimamente hablan de cómo el patriarcado ha acabado con nuestro deseo sexual y con nuestra capacidad de sentir placer, sin llegar a ver que es que el deseo sexual y el placer femenino nada tiene que ver con el patriarcal: es tan grande que sobresale por todos los costados. Otras hablan de que la mujer que tiene como fin en su vida tener una relación de pareja está sometida al amor romántico y algo así como enajenada, sin reconocer que esta es una fórmula que echa por tierra el deseo femenino de trascendencia y de conexión con el amor. La última con la que me he encontrado, que es también recurrente, habla de que una mujer que se dedica a cuidar de su casa es una mujer que ha abandona sus sueños y tiene las alas rotas, sin reconocer la tremenda energía de cuidado, amor y atención puesta ahí. Lo más que deseo con estas palabras es alumbrar algo que a mí se me estuvo escapando mucho tiempo, algo que otras me ayudaron a reconocer. Atendiendo a los problemas que causan en la vida de cada una las situaciones que he nombrado y a sus consecuencias, teniéndolos muy presentes, lo que quiero es señalar que nombrarlo así borra de un plumazo la grandeza y la libertad femeninas que es, precisamente, lo que muchas estamos buscando en terapias, cursos y prácticas ancestrales. Borra el escaso interés de las mujeres a una sexualidad patriarcal en la que, por muchos calentamientos que haya, sigue teniendo su fin en el coito. Borra la tremenda labor civilizadora de las mujeres que cuidan, el tremendo e incalculable valor de las tareas domésticas. Borra el deseo de trascendencia femenina. El deseo de conexión con lo otro distinto que es la entrega al amor en la forma que sea. No estoy negando ninguno de los problemas y las consecuencias que esto trae a la vida de las mujeres. Sería caer en la fantasía y la ilusión. Lo que quiero es ir más allá para nombrar lo que hay de grande en las mujeres que se mueve debajo de todo esto. Cualquiera de estos enormes deseos, si no están en orden, traen duras consecuencias. Es el precio que el patriarcado hace pagar por tanta grandeza. Digo todo esto con cierto temblor. Es el mecanismo a través del cual el cuerpo expresa el miedo de no ser comprendida, miedo de ser incluso criticada, juzgada de “loca” o de “enemiga” por no querer situarme en un discurso de miseria hacia las mujeres porque de alguna forma siento que es maldecirnos a nosotras mismas. Lo que quiero es “decirnos bien”, “bendecirnos”. Es desde aquí que enfoco todo mi trabajo. Si me conociste en alguno de los talleres o programas sobre el ciclo menstrual, quiero decirte que todo esto estaba debajo, moviéndolo todo, aunque aún no podía ponerle palabras. Gracias al pensamiento de la diferencia sexual y a relaciones con otras mujeres que me han hecho crecer más que ningún curso de formación, retiro o taller, he podido ir nombrándolas. En la nueva etapa de mi trabajo que supondrá la nueva web, todo esto estará más claro y tendrá más presencia. El ciclo menstrual y los procesos fisiológicos femeninos dejarán de tener el lugar protagonista para ocuparlo este: nuestra propia grandeza, reconocernos en todo lo que somos, reconocer las que somos, al completo. Reconocernos en todo lo que somos sólo es posible a través de la grandeza que ya reside en nosotras. No hay que cultivarla con ninguna técnica ni práctica, sino reconocerla. Ya está en ti y en mí, solo que cuesta reconocerla hasta que otra no te la señala.
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