A veces, todavía, me cuesta comprender la secuencia lógica que ha convertido la menstruación en un hecho biológico doloroso, molesto y que aún, a día de hoy, no se deja ser nombrado ni vivido con naturalidad. Como mínimo, aparece un dolor de cabeza, un cambio de humor, una lágrima a destiempo que parece llamar a la vergüenza por mostrar una sensibilidad que brota espontánea y sin filtro. Eso, como mínimo. De ahí a calambres y dolores, sangrados abundantes, irregulares, migraña, molestias musculares, articulares, cansancio, hinchazón y pesadez hay un paso, síntomas todos justificados en la variabilidad y el “misterio” de esos días. Pero tú, como yo, sabes que ahí no acaba la lista. Estos síntomas físicos suelen venir acompañados de los más “misteriosos”, los menos “justificados”, los más “incomprensibles”: los síntomas emocionales. Estoy segura de que durante la premenstruación y la menstruación te visitan, de forma más o menos intensa, la irascibilidad, el sentimiento de pérdida y soledad, la tristeza, la apatía, la desmotivación, cierta incomprensión hacia ti misma, impaciencia, saturación, agobio, insatisfacción, todo esto junto a las más grandes de las frutraciones: no poder cotinuar con tu vida “normal”. Planes que se frustran porque llega la menstruación. Cenas románticas echadas a perder porque llega la menstruación. Encuentros con tu madre que acaban en discusión porque estás con la menstruación. Rabieta descontrolada con tu hija porque tienes la menstruación. Lágrimas en una reunión de negocios porque tienes la menstruación. Este es el cuento que todas conocemos y en el que muchas somos las protagonistas. Pero no es el único. La que yo vengo a contarte es otra historia, una completamente diferente en la que la menstruación pasa de ser “la maldición de la bruja” a ser “la bendición del hada madrina”, en el que una pasa de estar “echa un trapo” a estar “colmada de gracia”. Un cuento en el que los síntomas, como las tareas de los cuentos de hadas, son las puertas a mundos llenos de magia e intuición donde la pesadez se convierte en ligereza, el dolor de cabeza en inspiración, los sangrados abudantes en sueños profundos y reparadores, la frustación en motivación y la tristeza en empatía y asertividad. Aunque parezca un cuento, hablo de una realidad en la que, de forma sencilla y orgánica, atendiendo a las necesidades de tu cuerpo, tu mente y tu alma, la menstruación se convierte en un momento de atención y cuidado hacia una misma. Te ofrezco ahora la posibilidad de acompañarte a lo largo de las próximas 13 semanas en un camino de “iniciación”. Te ofreceré pistas y claves para que vayas construyendo tu propio camino de bienestar y armonía durante tu menstruación, lo que implica, en el fondo, un bienestar y armonía con la mujer que eres: contigo misma. Si quieres participar, recibirás a lo largo de las próximas 13 semanas en tu correo electrónico (únicamente se enviará por este medio) un boletín semanal con información práctica y propuestas para que tanto el sentido como tu vivencia de la menstruación se vayan acercando cada vez más a un estado armónico de bienestar general. Eso, para empezar. El programa que seguiremos a los largo de las 13 semanas es el siguiente:
- Algunas propuestas básicas para aumentar el bienestar menstrual: de la 1ª- 4ª semana. - Algunas propuestas básicas para un ciclo menstrual más armónico: de la 5ª-8ª semana. - Introducción a la "sexualidad cíclica femenina" y propuestas para aumentar el placer de ser cíclica: 9ª-13ª semana. Las entregas se harán los lunes por la tarde. La primera será el lunes 23 de abril y la última el 16 de julio. Lo único que necesitas hacer para apuntarte es estar inscrita en la "Moonletter". Si no lo estás, puedes hacerlo aquí. Si conoces a mujeres que puedan estar interesadas en recibir esta información, te agradezco de corazón que compartas este mensaje con ellas para que se den de alta en la Moonletter y poder recibir directamente en su correo las siguientes entregas. Si quieres más información sobre mi y mi trabajo, puedes verla aquí, si bien te informo de que estoy en plena reestructuración. Gracias, de corazón, por hacer que cada vez haya en el mundo más mujeres libres, felices y “colmadas de gracia”. Vanessa
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1/23/2018 0 Comments Rueda lunar: luna del bienestarIntroducción Una tradición cada vez más extendida entre los círculos de mujeres es tomar como referencia para el camino a transitar en los encuentros la celebración del vínculo entre la tierra y la luna recogido en la rueda lunar. Muchas son las tradiciones que recogen este vínculo y lo hacen patente en el nombre con el que denominan a cada una de las 13 lunas del año. A veces, las lunas están dedicadas a elementos, otras, a animales o plantas y, en la mayoría de ocasiones, a los trásitos que son visibles en la tierra con la llegada de cada luna llena. La luna llena del mes de enero nos recuerda la importancia del cuidado y, en especial, del autocuidado, haciéndonos dirigir la mirada a la regulación de las energías disponibles para pasar el invierno. Luna llena de enero: luna del bienestar Enero es un mes en el que suelen registrarse las temperaturas más bajas del todo el año. Son también muy comunes las heladas y las nevadas más grandes. Gripes, constipados y virus varios se mueven a sus anchas de casa en casa, bucando un lugar donde andidar para pasar el invierno. Las horas de oscuridad siguen siendo mayoritarias cada día. Por todo ello, el ritmo suele ser más lento. El frío nos lleva a poner intención en mantener y cuidar el calor interno y la propia energía. Con todo esto, la luna de este mes es conocida como la “luna del bienestar”, aunque pueda parecer paradójico. Si seguimos la rueda lunar como lo que es, un continuum, para entender el bienestar de este mes hay que mirar a la luna anterior: la luna sabia, la de diciembre, aquella que nos regresaba al útero, a lo oscuro, caliente y húmedo. Es ahí, en ese lugar, donde el bienestar lo ocupa todo, un bienestar basado en tener las necesidades básicas cubiertas: calor, alimentación, refugio y compañía. Son estos aspectos que, por ser básicos, en muchas ocasiones pasamos por alto. Tal y como sucede en el útero materno, el bienestar del que habla la luna de enero es interno. Nada tiene que ver con las consecuciones externas, nada tiene que ver con el tipo de comida, el tipo de casa, el tipo de calefacción o la cantidad de humedad, y nada tiene que ver con estos aspectos porque nace de dentro. De ahí que la mirada, en esta luna, siga estando dirigida a nuestro interior. En la naturaleza podemos observar que mucho parece “muerto” pues toda la energía está dirigida al interior y a mantener la vida por dentro para, cuando llegue el momento, hacer que florezca. En este caso, la mirada interna dirigida a satisfacer nuestras necesidades, yo la relaciono con la práctica política del autocuidado. Audre Lorde fue una de las teóricas y estudiosas que habló del autociodado femenino1 como acto político. Esto fue en un entorno muy determinado: mediados de la década de los 70 en Estados Unidos, en medio del auge de los grupos de autoconciencia femeninos. Estas mujeres se reunían entre otras para delimitar espacios y formas en las que ellas fueran las protagonistas en una sociedad en la que, la gran mayoría de mujeres, estaban entregadas al cuidado y a las necesidades de otras personas sin haberse cuestionado si era eso lo que querían hacer. El auge que tuvieron estos encuentros, de los que son hijos los círculos de mujeres, fue debido al vacío de muchas de mujeres cuyas vidas estaban entregadas por completo a algo externo a ellas. Y una de las primeras prácticas que surgió fue la del autocuidado. Con esta practica, las mujeres comenzaron un camino de reapropiación de su cuerpo y de sus vidas que abrió grandes puertas a muchas de las mujeres que vinimos detrás. Esta es una práctica que solo sabe cada una como realizarla, más allá de las acciones con las que lo hagamos. Lo que sí requiere de todas es la mirada interior, la escucha interior, el cuestionarnos qué queremos y qué necesitamos. El reservarnos un espacio-tiempo donde nosotras seamos las protagonistas y nos demos todos los cuidados que necesitemos. De estos primeros deseos y necesidades surgirán aquellos que requieran algo más de cuidado, algo más de energía y atención. Es ahí, en la observación cotidiana, donde germinan los grandes deseos en los que podremos poner toda nuestra energía cuando los días vayan creciendo y el calor, aumentando. Pero eso, por el momento, es otra historia. 1 «El autocuidado no es indulgencia, es autopreservación y un acto de batalla política», Audre Lorde. La ilustración superior es de una serie preciosa de Idalia Candelas que retrata el placer de vivir sola. 12/20/2017 0 Comments Rueda lunar: luna sabiaIntroducción Una tradición cada vez más extendida entre los círculos de mujeres es tomar como referencia para el camino a transitar en los encuentros la celebración del vínculo entre la tierra y la luna recogido en la rueda lunar. Muchas son las tradiciones que recogen este vínculo y lo hacen patente en el nombre con el que denominan a cada una de las 13 lunas del año. A veces, las lunas están dedicadas a elementos, otras, a animales o plantas y, en la mayoría de ocasiones, a los trásitos que son visibles en la tierra con la llegada de cada luna llena. Este mes de diciembre la luna nos guía a encontrar la luz en medio de la oscuridad, abriéndonos la puerta a encontrar aquello que necesitamos saber en nuestro interior. Ilustración: "El huevo del universo" de Hildegarde de Bingen en Scivias Luna llena de diciembre: luna sabia. A la luna de diciembre se la conoce tambien como luna fría o luna de la oscuridad, pues es, finalmente, la que reina en el cielo durante las nochas más largas del año. En el hemisferio norte, en esta época del año, las horas de oscuridad superan con creces a las de luz. La oscuridad, por lo tanto, tiene un papel protagonista en esta época. No todas las culturas y tradiciones relacionan la oscuridad con algo negativo. La tradición cristiana asocia la oscuridad al infierno, a lo malo, a lo que nadie desea e intenta evitar. Frente a esto, otras culturas y cosmovisiones entienden la oscuridad como un lugar de fertilidad absoluta donde toda creación puede darse. Esta idea no nos es muy lejana, pues sabemos que al principio todo era oscuridad. Fue en esa oscuridad primera, donde Dios comenzó a crear el mundo. Por muy obvio que sea, al menos una vez que ha sido dicho, todas las personas de este mundo venimos de un lugar oscuro. Oscuro, caliente, húmedo y acogedor. Este lugar es el útero de nuestra madre, el lugar en el que se da la maxima creación. La oscuridad es el origen de todo y, en el caso de las personas, la oscuridad dentro de un cuerpo de mujer. No es casualidad, como nada en la vida, que la oscuridad haya sido también asociada con lo femenino. El tao entiende que el “yin”, lo femenino, es oscuro frente al “yang”, lo masculino. En nuestra cultura, la religión del dios padre se impuso sobre la de la diosa madre, aquella que reconocía el origen materno de todos los seres. Y lo hizo relacionando esta con el mal, el caos, la oscuridad, la materia y el cuerpo, frente al resto de pares considerados positivos y aplicados a lo masculino. La oscuridad es fuente de creación, como lo es el útero en el que todas las personas hemos sido engendradas. A lo largo de la historia, hombres y mujeres hemos buscado reproducir ese momento primero de la salida de la oscuridad a la luz dándole significados de renacimiento, de volver a la vida después de haber pasado por un proceso de muerte y renovación. Lo hicimos primero entrando en las cuevas y después a través de numerosos y variados rituales. En la oscuridad, hay poco lugar para la lógica y el orden, poco lugar para el razonamiento. Antes que todas estas herramientas de conocimiento, lo que se mueve en la oscuridad es la intuición y la corazonada, la sensación y la certeza de una voz que nos habla a través del cuerpo sin necesidad de corroboraciones ciéntíficas, morales, económicas o políticas. Es una voz que se escapa de las instituciones creadas con el fin de controlar lo que se puede o no hacer, lo que se debe o no hacer, lo que se sabe o no hacer. Esa voz que habla desde el lugar más profundo de la oscuridad es la voz de la sabiduría. Los cuentos populares lo cuentan: en el bosque, en lo más oscuro del bosque, hay una casa habitada por una vieja que siempre sabe la respuesta a los dilemas que ningún otro experto ha conseguido solventar. Ella, sin estudios, probablemente sin saber leer ni escribir, es la que conoce la respuesta. No puede ser de otra forma pues quien vive y convive con la oscuridad de la noche es dueña de la luz del amanecer. Si a esta luna se le llama de la “oscuridad” así como luna “sabia”, es porque entre ambas palabras existe relación ya que la oscuridad custodia la sabiduría del cuerpo y la luz que surge de ella. Escuchar al cuerpo y a sus mensajes, manifestados en diversas formas, y tomarlos como referencia para actuar y relacionarnos en el mundo, es una práctica que se encuentra más desarrollada a lo largo de la historia por mujeres que hombres. Por algo, los textos fundacionales del patriarcado se encargan de romber el vínculo con el cuerpo y de tacharlo, como ha sido dicho, de negativo. Es el cuerpo el que da una clave de comprensión que, sin pasar por el intelecto, necesita ser reconocido por él, escuchada, para poder ser motor de actuación en coherencia con lo sentido. Es esta luna de oscuridad, silencio y noches largas, un momento en el que la naturaleza y sus ciclos nos invitan a profundizar en la mirada interna hacia esas perlas de sabiduría que todas (las personas) guardamos dentro. Cuerpo, silencio, oscuridad... si le sumamos calor resulta que tenemos una descripción bastante similar al lugar de origen de cualquier persona de este mundo: el útero materno, el lugar de la creación primera. A ese lugar nos lleva de regreso esta época del año, ofreciéndonos la posibilidad de adentrarnos en nuestro universo creativo, de dejar que los deseos, las ensoñaciones, las fantasías y las creaciones de todo tipo nos visiten. La llegada y el aumento de la luz de las siguiente semanas después del solsticio nos llenarán de claridad para poder trazar el camino que las lleve a la materialización. Hasta que llegue ese momento, feliz descanso y regreso a la fuente de creación donde está toda la información esperándonos. 11/28/2017 0 Comments Rueda lunar: luna blancaIntroducción Una tradición cada vez más extendida entre los círculos de mujeres es tomar como referencia para el camino a transitar en los encuentros la celebración del vínculo entre la tierra y la luna recogido en la rueda lunar. Muchas son las tradiciones que recogen este vínculo y lo hacen patente en el nombre con el que denominan a cada una de las 13 lunas del año. A veces, las lunas están dedicadas a elementos, otras, a animales o plantas y, en la mayoría de ocasiones, a los trásitos que son visibles en la tierra con la llegada de cada luna llena. Este mes de noviembre, como no podía ser de otra forma, la luna llena hace que dirijamos la mirada hacia nuestro propio interior. Luna llena de noviembre: luna blanca Una cosa que siempre me ha llamado la atención de esta luna es la paradoja que se presenta en su nombre: luna blanca. Los pueblos que la observan y la han nombrado también la llaman luna de las nieves, por ser el mes en el que generalmente caen los primeros copos. Noviembre se caracteriza por ser un mes en el que las horas de ocuridad ganan terreno a las horas de luz, horas de oscuridad que seguirán aumentando hasta la llegada del solsticio de invierno. Aunque en número, las horas de oscuridad sean las mismas que tenemos en las semanas posteriores al solsticio, hay una diferencia importante: mientras que en noviembre la oscuridad crece, en diciembre y enero, es la luz la que aumenta. Esta pequeña variación hace que todo sea diferente. A lo largo del mes, las noches son cada vez más largas, el sol cada vez se pone antes y a la luna se la nombra como blanca. Dicen, los pueblos que así la bautizaron, que le pusieron ese nombre porque al ser tan oscura la noche, la luna llena reluce mucho más y, al ocultarse antes el sol, su luz está visible más tiempo en el firmamento. Es por eso que parace más blanca, como ocurre con la nieve en las noches de luna llena. Desde que pasó el equinoccio, la naturaleza se está preparando para resguardarse. El aumento de las horas de oscuridad y, con ella, del frío, nos lleva a cuidar de nuestra energía, de nuestra actividad, pasando de actividades externas a otras más internas, pasando de estar más tiempo en el exterior a resguardarnos más. Es por eso que esta luna abre la puerta a la mirada interior. Siguiendo el ciclo de la tierra este es un momento que nos regala la oportunidad del descanso y, con él, de la mirada interna, de la recapitulación. Ahora que hay menos energía, menos horas de luz, menos vida activa, es el momento de mirar hacia dentro y descansar, dejando que se vayan abriendo paso en nuestro interior las actividades, los propósitos o deseos a los que daremos formas en el próximo ciclo. En este cambio de mirada hacia nuestro interior, algo que de primeras se puede ver sencillo, se presenta cierta dificultad, una dificultad que en mi experiencia se da en más mujeres que hombres. Es un tema de sobra hablado y debatido en muchas y variados ámbitos que las mujeres tenemos más dificultad en tomarnos un tiempo para nosotras que los hombres. Personalmente, llegué a darme cuenta de esto en mis años de facultad cuando veía la facilidad con la que mis compañeros hombres se encerraban a escribir o componer mientras que mis compañeras y yo, mujeres, situábamos ese espacio para nosotras en el último lugar de la lista de las cosas que hacer. No es que hubiera menos deseo, ni menos talento, ni le diéramos menos importancia. Es que el tiempo para nosotras y aquello que nos nutría internamente llegaba una vez que todas las otras necesidades y tareas estaban realizadas. Una dulce trampa en la que, al caer, difícilmente se encuentra salida. Dejándome llevar por el ejemplo de mis compañeros, los que se retiraban a escribir, hilando un pensamiento tras otro, aterrizo en en cuarto propio que Virginia Woolf declaró necesario para que las mujeres escribieran y crearan. Esa habitación propia hoy la entiendo, además del espacio literal, como el espacio interno al que las mujeres podamos retirarnos a estar con nosotras mismas, donde podamos dejar en la puerta la larguísima lista de tareas por hacer. Aunque a mí y a mis compañeras nos costara buscar un espacio para dedicárnoslo a nosotras, aunque no supiéramos hacerlo, en parte porque tampoco lo habíamos aprendido, y aunque no tuviéramos en esa época muchos referentes de mujeres que lo hicieran, a lo largo de la historia han sido muchas las que dedicaron su vida a esa mirada interna, encontrando ahí el motor y el sentido de su vida. Muchas son. La mayoría, anóminas. Otras tantas, con nombres y apellidos. De todas las que lo han hecho, quiero traer ahora un grupo de mujeres que a lo largo de la edad media se expandieron por Europa con una única misión: la mirada interior. Son conocidas como las mujeres de libre espíritu. Ellas encontraron, en lo más profundo de su ser, el mayor tesoro buscado: la divinidad. Más mujeres que hombres han reconocido la divinidad en su interior. Frente a la exteriorización de lo divino característica del patriarcado y del pensamiento dual, que coloca a los dioses de forma externa y en lugares bien alejados de los mortales, la mirada interior de estas mujeres (como beguinas, beatas, muradas) nos lleva al encuentro directo con Dios, con lo divino, con lo más sagrado. Tan lejos pusieron a Dios que para comunicarnos con él era necesario hacerlo a través de un mediador, un hombre preparado para ello, y en latín, una lengua desconocida para la gran mayoría de la población. Frente a esto, las mujeres de libre espíritu establecieron un contacto directo con lo divino, tan directo, que fueron las primeras en usar la lengua vernácula para hablar con él. Sin intermediarios y en su propia lengua, no podía haber otra forma de hablar con el interior de cada ser. Nuestras abuelas, aquellas que sí miraron al interior de ellas, nos han dejado muchos legados a las mujeres que hemos tenido que batallar para conseguir hacerlo. Uno de ellos que quiero subrayar, es la unión entre la mirada interna y espiritualidad. Cuando las leo, uno de los mensajes más claros que recibo es que la mirada interna abre el camino de la espiritualidad. Es en ese lugar profundo e íntimo en el que encontramos la vida y lo más sagrado latiendo en nosotras. Desde ellas hasta nosotras, muchas han sido y son las estrategias, fórmulas y caminos que hemos desarrollado las mujeres para poder guardarnos ese momento del exterior y mirar hacia dentro. Algunas son tan sutiles que lo hacen en un minuto, entre plato y plato, llamada y llamada o justo al apagar el despertador. Otras llevan su habitación propia al encuentro con otras mujeres, a los círculos, pues, tal y como hacían nuestras abuelas, para algunas se presenta más fácil mirar dentro de sí misma estando con otras que también lo hacen. Estar con otras es de alguna forma encontrarnos con partes de una misma desconocidas, olvidadas o adormecidas. Mirar a la otra sabiendo que la que veo es parte de mí. Por eso los círculos son espacios tan importantes para muchas mujeres ya que les representan esa puerta a la mirada interior necesaria para poder seguir girando en la rueda del año y en la de la vida. El portal que se abre estos días en el hemisferio norte es un portal que abre la puerta a las memorias, que activa la presencia de las personas que estuvieron antes que nosotras y cuyos cuerpos ya no nos acompañan, que viene a traernos la presencia y la fuerza de nuestro linaje. Este portal tiene también la posibilidad de abrirse, a otra escala, en el cuerpo de las mujeres con cada menstruación. Las estaciones y el paso de la rueda del año amplifica a la vez que generaliza este estado, abriendo la posibilidad a que sea vivido por todos los seres del planeta. Es un acto generoso de la naturaleza que nos une a todas y todos, aunque cada cual lo viva de manera diferente. Este momento dentro de la rueda anual sería el correspondiente, dentro del ciclo menstrual, a los momentos previos a la llegada de la menstruación, esos momentos en los que las hormonas se quedan estables, paradas por unos días, y nuestro cuerpo nos pide descansar y resguardarnos. Ahí, en el sueño, en el descanso, en la retirada, se abre la puerta a que regresen del desván de nuestra psique todos los seres que han formado parte de nuestra vida, cada uno con la información necesaria para ese momento concreto. En estos días de menstruación, precisamente, es cuando se activa el arquetipo de la bruja. No es casualidad que justo el día de la víspera de todos los santos sea un día asociado a las brujas. La relación entre las dos ruedas se hace evidente. Mucho se habla estos días de brujas. Incluso las vemos por todas partes. Sin ir más lejos, ayer me sirvió el té en una cafetería una de ellas y, al momento, otra, de poco más de un metro de altura, salía de la puerta del cuarto de baño. Más allá de las críticas que la celebración de Halloween al estilo estadounidense puedan suscitar, traerlas de regreso, a las brujas, y abrirles las puertas de nuestras casas, ciudades y calles por un día nos acerca a ellas, nos acerca a ese aspecto de nosotras mismas que cada mes nos viene a visitar y que, en esta época del año, se hace extensible a todas las personas. Y así como nos acerca a ellas, nos acerca a aquello que ellas custodiaron por encima de todo, por encima de su propia vida, en ese pacto secreto que tenían: un pacto el amor al origen, a lo femenino y a la madre. María Milagros Rivera-Garretas nos lleva a recordar este pacto de las brujas con el amor en el precioso libro El amor es el signo. Y no solo ella lo hace, lo hacen muchos cuentos populares donde las brujas son las que custodian la luz, la sabiduría y el conocimiento. Son las que aparecen a la aurora y al alba cuando brilla Venus en el firmamento, la estrella del amor. Cuando el sol viejo muere, cuando el sol se pone, ellas guardan la luz de la estrella para regresarla a la mañana siguiente, pues es la misma estrella la que acompaña la muerte y el nacimiento del sol. Son ellas las que se llevan al viejo sol a la oscuridad y hacen que regrese en forma de dios joven en el solsticio de invierno. Son las que guardan la luz hasta que comienzan sus rayos de nuevo a iluminar en el alba. Pero se esconde mucho más debajo de este pacto, mucho más. Nos recuerda Milagros Rivera que la relación de las brujas con el diablo proviene precisamente de su relación con las estrellas nombradas ya que tanto la estrella del alba como la de la aurora, muchas veces la misma estrella Venus, es conocida como Lucero. Y Lucero, todas lo sabemos, remite a Lucifer, el ángel portador de la luz. He aquí la explicación a la relación de las brujas con el diablo, del pacto de las brujas con Lucifer, con el ángel de la luz, el ángel que se revela a un Dios padre que quiere imponer su mandato jerárquico, monoteísta e onmipotente reclamando su parte de divinidad y manteniéndose, de esta forma, unido a la tradición anterior, la de la Diosa madre en la que todos los seres eran considerados divinos y sagrados. Tras su expulsón del cielo pasó a ser llamado Satanás y a ser simbolizado por la serpiente, un símbolo que desde el inicio de la historia ha acompañdo a las mujeres. Lucero, Lucifer, aquel con el que las brujas habían hecho un pacto según las miles de acusaciones y condenas ejercidas sobre las mujeres del S.XV al XVII tanto en Europa como en América, es presentado en este texto no sólo como el portador de la luz, sino como la figura que custodia la unión al origen, al orden simbólico anterior al patriarcal, a un orden donde todas y todos reconocíamos el cuerpo de una mujer como origen primero y entonces, como dice la Abuela Margarita Núñez, el mundo no se peleaba. De ahí que el pacto de las brujas sea con el amor, con el amor a la madre. Un pacto que las hace guardianas de un orden simbólico diferente al patriarcal. un orden donde los cuidados y los trabajos de creación de la vida son los principales, frente a los enfrentamientos, la violencia y la dominación característicos del orden patriarcal que quedó representado con la llegada de Yaveh. Después de recordar esta unión y este pacto de amor de las brujas, se me llena el corazón de alegría cuando durante estos días las veo por todas partes, brujas que traen de regreso ese otro orden al que en cualquier momento podemos regresar con un solo acto: reconocer nuestro origen de cuerpo de mujer. Es motivo pues de celebración que las calles, las casas y las ciudades abran sus puertas a las brujas pues con ellas otro orden, uno regido por el amor, regresa. Todas estas son puertas que se abren, a otra escala, en los cuerpos de las mujeres con la llegada de cada menstruación: puertas abiertas a un orden regido desde el amor, el amor que reconoce en cada cuerpo de mujer el origen primero de esta vida, el mismo origen al que el viejo sol se retira a descansar guiado por las brujas para renacer, días o semanas después, renovado. Son ellas las que están en la oscuridad, cuidando de la luz del amor, para que no se apague la llama y pueda renacer. Es tarea nuestra dejar que nazca y que ordene de nuevo el mundo. Gran disfrute y muchas bendiciones deseo para estos días en los que la generosidad de la vida nos trae la compañía de las brujas a todas y a todos con todos los secretos y tesoros de los que son guardianas. 10/21/2017 0 Comments Rueda lunar: luna de sangreIntroducción Una tradición cada vez más extendida entre los círculos de mujeres es tomar como referencia para el camino a transitar en los encuentros la celebración del vínculo entre la tierra y la luna recogido en la rueda lunar. Muchas son las tradiciones que recogen este vínculo y lo hacen patente en el nombre con el que denominan a cada una de las 13 lunas del año. A veces, las lunas están dedicadas a elementos, otras, a animales o plantas y, en la mayoría de ocasiones, a los trásitos que son visibles en la tierra con la llegada de cada luna llena. Este mes de octubre, como no podía ser de otra forma, la luna llena hace que dirijamos la mirada hacia los vínculos de sangre. Luna llena de octubre: luna de sangre Octubre es un mes donde el aumento de las horas de oscuridad comienza a dejarse notar con más presencia. La oscuridad está relacionada con la muerte, fin y principio de la vida. Los días se van haciendo cada vez más cortos y la oscuridad se apodera de la mayor parte de las horas del día. Es un momento para dejar atrás, para despedirnos de lo que hemos estado viviendo, de la vida que se acaba con el aumento del frío y la oscuridad. En esta ocasión la luna nos abre la oportunidad de mirar atrás en el tiempo para recordar y agradecer los pasos, los regalos y los dones del pasado y sus gentes. La sangre es símbolo de la vida y de la muerte. Bañadas en sangre están las criaturas al nacer y, en muchas ocasiones, también la sangre nos acompaña al morir. Aparece en numerosos rituales usada como un pasaje, tal y como lo fue en el momento del nacimiento y tal y como lo es cada mes para las mujeres que menstrúan. Muerte y vida, las dos caras de la misma moneda. Inseparables. Y la sangre como vehículo que lleva de una a otra para que el traspaso sea más fluido y más cálido. Esta época del año es considerada mágica en varias culturas ancestrales. Es una época en la que el velo entre la vida y la muerte se levanta, se hace más fino o desaparece; era considerada una época de transición en la que el verano y el reino del día daban paso al invierno y al reino de la noche. Así era considerada en la Europa precristina donde se pensaba que a partir de Samaín (31 de octubre) “el año regresa al vientre oscuro de la Tierra, lugar del Otro Mundo, para recomenzar un ciclo completo”. (1) Explica Marianna García Legar que al debilitarse las barreras entre los mundos sucede que, en esta época, todos los miembros de la comunidad pueden unirse, los que están encarnados y los que no. De ahí que en esta época nos encontremos con varias festividades que tienen como protagonistas a aquellas personas de nuestro linaje que partieron, festividades en las que se les rememora y se trae de nuevo su presencia. Ellas, ancestras y ancestros, fueron los que caminaron antes, las que abrieron paso, los que hicieron parte del camino. Este aspecto es especialmente importante para las mujeres, pues es un mal común sentirnos solas y las “primeras” en hacer algo, sentir que vamos abriendo paso y camino, un aspecto de novedad que en muchas ocasiones es vivido como un peso, no como un orgullo. Las mujeres nos hemos movido a lo largo de la historia entre otras, hemos preferido construir conjuntamente y saber que formamos parte de hilo que no iniciamos, sino que viene de atrás y que se renueva en cada una de nosotras Este hilo forma parte de un continuum que a nosotras nos llega de nuestras ancestras, camino que, por obvio que parezca, es importante reconocer pues a nivel simbólico el patriarcado lo ha borrado al borrar a la madre como figura creadora. Al reconocimiento de las mujeres de nuestra sangre que estuvieron antes que nosotras y, en especial, a reconocer a la propia madre como mujer de la que cada una procede, como lugar de origen, Luce Irigaray lo llamó “hacer genealogía femenina”. La genealogía femenina consiste en restituir el vínculo con la madre cortado con la imposición del patriarcado. La genealogía femenina, partiendo de la madre, va más allá de ella y llega hasta los linajes culturales femeninos, hasta cualquier mujer de la que hayamos bebido, de la que, de alguna forma, hayamos nacido: cualquier mujer que haya sido origen en algún aspecto de la vida para nosotras. Es común que las mujeres nos encontremos huérfanas de linajes culturales femeninos, huérfanas de genealogias femeninas. Los motivos son de sobra conocidos. Y a la vez que esto orcurre, ocurre también que cada vez son más las mujeres con linajes y genealogías femeninas restituidas, mujeres que reconocen la fuente y el origen femenino de su vida, así como de sus creaciones. Reconocer el origen es, siempre, un acto de reconocimiento de nuestra madre. Pretender que creamos cosas de la nada, sin tener en cuenta la fuente de inspiración, es como querer aporpiarse de un acto creativo que va más allá de una, tal y como hizo Zeus al dar a luz a Atenea de su cabeza: obviar su origen materno, la diosa Metis. ¿Cuántas mujeres me han inspirado? ¿por cuántas mujeres me he dejado inspirar? Quizás hay una a la que no le echamos suficiente cuentas porque es la que más nos ha inspirado en nuestra vida: nuestra madre. La cantidad de horas que la hemos mirado y la calidad de esa mirada dificilmente será superada por ninguna otra inspiración. A través de ella, quizás sin ser reconocida, nos ha llegado también inspiración de nuestra abuela y nuestra bisabuela y nuestra tatarabuela y así hasta el infinito, pues una se ha inspirado en la otra como una cadena que en esto días venimos a recordar y a honrar. Hace pocos días, una abuela de un famoso valle de Granada me hizo partícipe de un secreto. Los hombres serán más fuertes, me dijo, podrán con mas peso, pero las mujeres, hilo a hilo, cosemos un mantel. Cogiendo el hilo de la que vino antes, reconociéndolo, honrándolo y agradeciéndolo, seguimos tejiendo el continuum. (1). Explicación y palabras de Marianna García Legar en La Rueda de Izpania. Ilustración de Eva Armisén
9/28/2017 1 Comment Ciclo menstrual: inspiración. El ciclo menstrual es un ciclo de creación. Más allá de que queramos ser madres, el ciclo menstrual es la manifestación de los ciclos universales en nuestros cuerpos. Es un ciclo de creación como lo es la propia vida creándose a sí misma continuamente en constante cambio. Dentro de la danza del ciclo menstrual, llamo a la fase de la menstruación "Inspiración" pues es aquella en la que se abre la puerta a la mirada interior y ahí, descubrir, entre otros misterios, el misterio de la vida y de la muerte. Esta fase viene a ser la diástole del corazón, el momento en el que la conciencia, si la dejamos, se introduce tan dentro de nosotras que llega a lugares desconocidos. Comienza generalmente con el primer día de sangrado, aunque a veces puede llegar varios días antes. Es la primera fase del ciclo. ¿Qué sucede en nuestro cuerpo durante esta fase? Durante estos días el hemisferio derecho presenta mayor actividad de la habitual, por lo que las barreras entre la mente consciente y la inconsciente se debilitan dando lugar a un mayor flujo de información inconsciente se hace consciente generalmente a través de sueños, intuiciones e inspiraciones. Por ello es un buen momento para pasar revista a nuestra vida, para preguntarnos y esclarecer aquellos aspectos personales en los que no terminamos de aclararnos. Es, en definitiva, un buen momento para profundizar en nuestro conocimiento. Para que la comunicación entre la parte inconsciente y la consciente y el flujo de información entre ellas sea posible es necesario parar, es necesario detenernos y escucharnos. Esta reflexión es imposible de hacer en actividad. Haciendo las mil cosas de cada día y pensando en las mil y una cuestiones externas que tenemos que resolver a diario difícilmente vamos a poder escuchar con atención los mensajes de nuestro inconsciente. Estos llegan en estos días, estemos atentas o no, seamos más o menos conscientes de ellos. Si atendemos a ellos y actuamos en consecuencia, permitimos que el ciclo siga su curso sin grandes impedimentos; si, por el contrario, hacemos caso omiso de ellos y seguimos en nuestro tren de actividades, en algún momento el ciclo dará su señal de alarma, ya sea con dolores durante el sangrado, con rabia e ira durante la premenstruación, con inseguridades y necesidad de reconocimiento durante la preovulación, o con frustración durante la ovulación. Un momento para quitarse cosas de encima. Para muchas mujeres, entre las que me incluyo, el sangrado menstrual es vivido como una limpieza. Fisiológicamente el útero se limpia del endometrio así como del óvulo desintegrado: elimina aquello que ha estado formando pero que ya no tiene utilidad. Para que esta limpieza se realice el cuerpo segrega prostaglandina F2 alfa, la hormona que se produce cuando se rompe el revestimiento del útero y que provoca contracciones para que el endometrio y el óvulo salgan con ayuda de la sangre. Si las contracciones son las justas, el sangrado no suele ser doloroso y estos días son vividos como el momento en el que es posible desprenderse de las cargas del ciclo que acaba de terminar. Entonces llega la oportunidad para, limpias de las historias pasadas, prestar de nuevo atención a nosotras mismas y navegar dentro de nuestro subconsciente. Otra de las características de esta fase es que, además de más horas de sueño, la mente necesita más tiempo para soñar tanto dormida como despierta, ya que los sueños son el principal vehículo a través del cual el inconsciente nos habla. Para esto la no acción es igualmente necesaria. La ensoñación, las fantasías y las visualizaciones son métodos a través de los cuales podemos entrever la solución a aquello que tanto nos preocupa, el deseo que no terminamos de ver claro o las cosas de las que debemos deshacernos. Esta unión de la mente consciente e inconsciente, esta capacidad de acceder a conocimientos a los que no podemos acceder sino a través de estados alterados de consciencia es el poder que manifiestan algunos de los arquetipos relacionados con esta fase como el de la Mujer Sabia o la Bruja. Un concepto inseparable de estos arquetipos es el de MUERTE, incluido dentro del ciclo de la naturaleza de VIDA-MUERTE-VIDA. Entiendo la muerte a la que podemos aproximarnos durante estos días como un lugar en el que nada ocurre, en el que no hago nada sino observar, en el que no me sirven ni mi trabajo, ni mis ideas, ni mi casa/ciudad para identificarme, en el que mi “yo” se difumina para brindarme la oportunidad de sentir el ser que somos y que va más allá de todas las ideas que tengamos sobre nosotras mismas. Un lugar en el que, si consigo entrar, encontraré información valiosa para mi vida. Un lugar al que se llega dirigiendo la mirada al interior de nosotras mismas. "Mirada interior" es el significado original de la palabra "inspiración". Afirman las 13 abuelas que durante la menstruación las mujeres tenemos fácil acceso a un estado alterado de consciencia, a un estado de meditación constante. Durante los dos años que llevo observando mi ciclo e intentado respetar su ritmo en mí, ha habido momentos en los que realmente durante esos días me sentía embriagada. No podía ver con claridad, ni entender, ni hablar: era como estar bajo los efectos de alguna droga. También he sentido que la necesidad de estar activa, de continuar con mi vida ha hecho que esos síntomas desaparecieran rápidamente. Dicen las 13 abuelas: La iluminación es ese espacio, el hueco entre la inhalación y la exhalación en el que nos volvemos tan conscientemente. Sitúate donde no tienes nada que hacer. Relájate en esa consciencia. En ese estado, entramos en el reino del yo. Puede que en los libros haya sabiduría, pero este silencio interior nos lleva a una sabiduría interior más profunda. Cuando nos concentramos profundamente en nuestro interior, permitimos que nuestro poder interno surja. (...) Hay amor y hay miedo, esas son las dos energías que manejamos. Cuando vivimos en el miedo, contraemos nuestras energías. El amor, por otro lado, es libertad. (SCHAFER, 2008: 202) Muy importante para mí esta reflexión: hay amor y miedo. Si nos movemos desde el miedo estamos siendo nuestras propias esclavas; si nos movemos desde el amor, entramos en la libertad. En esta sociedad en la que vivimos muchas personas nos movemos desde el miedo. Desde ahí damos pasitos cortos, pequeños y casi siempre hacia lugares conocidos. Debido a este miedo que nos gobierna, las fases del ciclo menstrual que nos llevan hacia nuestro interior, lugar al que solo se puede llegar desde la no-actividad y la disolución de la identidad, son las más rechazadas tanto por las mujeres como por la sociedad en general, miedosa también de que un grupo de la población tenga tan fácil acceso al poder interno. Muy importante fue para mí comprender que la vida se gesta en la oscuridad, que es la propia muerte el germen de la vida. La vida se gesta en la oscuridad de la muerte. No es sólo que la muerte genera vida orgánica, como en el caso de nuestros cuerpos muertos que sirven de abono y ayudan a que vida siga su curso, sino que la vida misma se gesta en la oscuridad de la no acción. Eso mismo ocurre durante la fase del sangrado cuando nuestro cuerpo nos pide descanso para poder morir, para poder deshacerse de todo lo pasado, para limpiarse de identificaciones mentales, de esquemas encorsetados, de líneas rectas. Sacarnos todo esto de encima puede provocarnos, además del ya citado miedo, pena por la pérdida de todo aquello que creemos ser. En estos días sentimos claramente lo que es realmente importante para nosotras y, si nos dedicamos el tiempo para preguntárnoslo seriamente, nos sorprenderíamos de las pocas cosas que realmente consideramos importantes. Este es el balance que requiere la fase de la inspiración. A la vez que todo esto sucede, a la vez que la menstruación nos lleva hacia la muerte haciéndola evidente en el sangrado, nuestro cuerpo comienza a nutrir a los folículos de los que saldrá el óvulo que dará la oportunidad de una nueva vida. Me encanta ver los gráficos y comprobar que las hormonas, en esta fase del ciclo, se mantienen más o menos estables. Es como un estado de letargo en el que nada especial ocurre, todo se mantiene en calma mientras que en la oscuridad están comenzando a gestarse varias posibilidades de nuevas vidas. Son los claros del bosque que nos traen la INSPIRACIÓN. Igual que ocurre en el cuerpo ocurre en la mente y en el espíritu. Así, de cada folículo se desprende una idea nueva, un nuevo proyecto, un nuevo deseo, una nueva posibilidad. Las que sean cogidas con más fuerza, contiuarán su ciclo a través de la manifestación y la materialización. Pero eso ya, es cuando otras energías circulen en nuestro cuerpo. Nosotras, todo esto, lo danzamos. ¿Te ha gustado esta entrada? Únete a la Moonletter para recibir contenidos que solo comparto por e-mail. Cada lunes, día de la luna, la magia llegará a tu buzón de entrada para que te crezcan raíces por dentro y no vuelvas a perderte. Más información sobre el próximo taller aqui 9/15/2017 0 Comments Rueda lunar: luna de la cosecha.Introducción Una tradición cada vez más extendida entre los círculos de mujeres es tomar como referencia para el camino a transitar en los encuentros la celebración del vínculo entre la tierra y la luna recogido en la rueda lunar. Muchas son las tradiciones que recogen este vínculo y lo hacen patente en el nombre con el que denominan a cada una de las 13 lunas del año. A veces, las lunas están dedicadas a elementos, otras, a animales o plantas y, en la mayoría de ocasiones, a los trásitos que son visibles en la tierra con la llegada de cada luna llena. Este mes de septiembre la luna nos recuerda que es el momento de recoger la cosecha de los alimentos con los que nos abasteceremos a lo largo de la estación fría, cuando la tierra es menos fértil. En las relaciones entre mujeres esto se manifiesta en hacer acopio entre nosotras de aquello que necesitaremos para atravesar los meses de menos luz del año así como en deshacernos de aquello que no nos servirá en los próximos meses. Luna de septiembre: luna de la cosecha Llegado este momento del año, la luna llena de septiembre, nos encontramos en la tierra muchos frutos esperando ser recogidos. Algunos fueron plantados en los meses anteriores, otros fueron plantados años atrás y aún siguen dando, regularmente, frutos. Es el momento de ponerse manos a la cosecha pues si dejamos pasar los días, los frutos se echarán a perder o serán comidos por otras criaturas. De conversaciones durante meses atrás se me ha creado la sensación de que pareciera que la mayor parte del trabajo se realizara en la primera parte del año, cuando seleccionamos las semillas, preparamos la tierra y las sembramos. En verano, vamos recogiendo los frutos según van surgiendo y, a medida que recogemos, vamos disfrutando de ellos. Ahora es el momento de volver a ponerse manos a la obra (a la cosecha, en este caso), pues de lo que recojamos ahora dependerá, en gran medida, el abastecimiento de los próximos meses en los que las horas de luz van disminuyendo, las temperaturas también van bajando y la tierra entra en su momento de regeneración con su consiguiente descanso. Así como le sucede a la tierra, de alguna forma, le sucede a nuestra psique, a nuestra alma. Junto a la recolección se realiza la selección, pues no todo lo que se puede recoger está en un estado adecuado para ser guardado para los meses venideros. Por ese motivo es momento, a la vez que recolectamos, de revisar los frutos y elegir, seleccionar y desechar aquellos que no sirven a nuestro propósito o disponerlos a ser usados para otros fines. Y al igual que hacemos con los frutos que nos ofrece la tierra, podemos hacer con lo frutos internos. Cuando no sé cómo comenzar un escrito o tengo dudas, estoy desarrollando la costumbre de ir a buscar la palabra al diccionario, concretamente su etimología. Esto es una forma de comenzar por el principio de lo que quiero escribir: el origen de la palabra. En la búsqueda de “cosecha” he descubrierto un par de aspectos en lo que me gustaría detenerme. Uno de ellos es el prefijo “co-”, que significa junto a. El otro es que la raíz latina de la que proviene “-secha” es de “lecta, legere” que, entre otros significados tiene los de leer y elegir. Parece que el origen del verbo latino es la raíz indoeuropea “leg-” cuyo significado es acumular. He elegido este breve viaje al origen de la palabra para exponer un aspecto de máxima importancia en la cosecha, un aspecto intríseco a ella: se hace en comunidad. Es a través del grupo ( recordemos “junto a + elegir, acumular”) la forma en la que podemos llegar a abastecernos para el tiempo del frío. Antes que el frigorífico, aparecieron muchos y variados métodos de conservación de los alimentos para poder ir haciendo uso de ellos sin que llegaran a estroperarse. Y todos se realizaban en grupo, especialmente en grupos de mujeres. Que las mujeres han sido a lo largo de la historia las mayores trabajadoras del campo, las mayores agricultoras, hoy poca gente lo niega. Al igual que ocurre a la hora de afirmar que la agricultrua fue un descubrimiento hecho por mujeres. El mismo James Frazer hace referencia a este hecho en La rama dorada al cuestionarse la elección griega de una figura femenina, Deméter, como deidad de la agricultura. La relación de la mujer con la nutrición y el uso de ciertas herramientas para recolectar raíces parecen ser el origen de los primeros cultivos. Y aquí está el aspecto interesante para esta luna de la cosecha pues, antes de ser agriculturas, ya éramos las recolectoras, es decir, las que llevábamos a cabo las “colectas”, las cosechas de lo que la tierra nos iba ofreciendo. Esto era en una época en la que la recolección de alimentos era la base de la alimentación, sobre todo cuando los hombres se pasaban largas temporadas sin cazar o sin conseguir presas grandes. Con o sin intención puesta, la tierra siempre ha estado ofreciéndonos frutos y ha sido trabajo femenino su reconocimiento y recogida. Primero, aquello que nos encontrábamos seguramente guiadas por la observación de los animales y por el reconocimiento de la sabiduría instintiva en nosotras. Después, aquello que nosotras mismas plantábamos con un fin específico. Y siempre, entre mujeres. Llevando la práctica de la colecta y la recolecta (me fascina que dentro incluya también el sentido de “leer junto a alguien” pues lo entiendo como la capacidad de poder leer la naturaleza, poder leer lo que está en el momento de ser usado y en el momento de ser retirado) al entre mujeres, la reconozco, más que en ninguna otra luna, en los propios encuentros de mujeres como lugar al que nos dirigimos precisamente a eso, a recolectar, a cosechar, a recoger aquello que, quizás hemos sembrado y esperamos recoger o que, quizás nos encontramos sin saber que era justamente lo que necesitábamos. Juntas, reunidas por el deseo de estarlo, se genera el espacio para desechar aquello que ya no sirve a la comunidad o darle otro fin destinándolo a otra cosa. Un espacio en el que poner en común lo que cada una trae, los frutos que cada una ha ido recogiendo en su propia vida, aquellos que tiene para ofrecer a las demás, así como un espacio del que recoger aquello que cada una necesita para continuar su camino en estos meses en los que la oscuridad va creciendo: el entre mujeres como un lugar de recolecta interna. Deseo buena cosecha para todas, y para todos, para poder no solo pasar el invierno, sino poder aprovechar todos sus dones. 9/3/2017 0 Comments Círculo de mujeres. Una breve, parcial y personal historia. 2ª parte. La potencialidad del entre mujeres.Entre mujeres En la década de los 70 el feminismo de la diferencia sexual y el feminismo lesbiano comenzaron a hablar de “entre mujeres” para hacer referencia a un espacio donde llevar a cabo prácticas políticas que, como el partir de sí o el affidamento, hacían que la autoridad circulara libremente, como el deseo de las propias mujeres. Esto es "hacer simbólico", moverse y relacionarse más allá de las estructuras patriarcales. Ahora, en estos pensamientos ya no se habla de “entre mujeres” pues afirman que este sintagma, del camino que ha recorrido, ha dejado de nombrar esa realidad concreta de prácticas de libertad femenina para nombrar otras cosas que, a ellas, no les interesan nombrar. No se trata de reunirnos por reunirnos Tampoco de reunirnos para empoderarnos, conectar con nuestro útero o con lo femenino sagrado en nosotras. Tampoco de seguir remarcando el lugar de víctimas y sumisión en el que sitúa el patriarcado a las mujeres. Hacer "entre mujeres" trata de reunirnos para que la libertad femenina se despliegue y alimente entre otras semejantes y dispares a la vez; trata de relacionarnos más allá de patrones patriarcales. Generar “entre mujeres” forma parte de uno de los objetivos fundamentales en mi trabajo (así como en mi propia vida) y desde hace años se encuentra, siempre, como el adjetivo usado implica, en el fundamento del mismo. No importa si la propuesta es hablar de ciclo menstrual, de momentos de paso, ciclos vitales o la rueda lunar. No importa si la propuesta trata de libertad femenina, del mito de la Diosa o de la caza de brujas. No importa porque no es el tema lo que hace que en un encuentro de mujeres se dé libertad femenina1, sino el hecho de querer trascender ciertos patrones de relación que, en este caso, son de relación dominante. Al tratar todos y cada uno de estos temas la pretensión es, siempre, hacerlo desde prácticas políticas femeninas. Lo que hay debajo es siempre lo mismo: generar “entre mujeres”, un espacio donde la autoridad y la libertad circule abierta a recibir aquello que puede recibir del mundo. Sí, todo aquello que puede recibir del mundo: alegría, entusiasmo e impulso pero también celos, envidia o incomprensión. Expulsar estas últimas emociones del “entre mujeres” es volver a hacer lo mismo que el patriarcado lleva haciendo varios miles de años: apartar, tapar, eliminar aquello que no le gusta, que no quiere, que teme2. La libertad deja de circular entre mujeres cuando una siente envidia y no quiere sentirla; cuando no hay lugar para los celos o para el sentimiento de abandono; cuando se obvia o esconde la competencia y el no reconocimiento entre mujeres. La libertad circula cuando cualquier mujer puede volcar en el círculo cualquier sentimiento haciéndose completamente responsable de él y asumiendo, desde su origen, que depende única y exclusivamente de su propia historia y que poco o nada tiene que ver con la mujer que lo ha despertado sino con la mujer de origen: la madre. Cualquier sentimiento o emoción es acogido en el “entre mujeres” pues ¿qué diferencia el entusiasmo de la envidia? La envidia, decía María Zambrano, es sagrada pues nos muestra el lugar por el que queremos caminar. El placer de estar entre otras La mayoría de espacios de entre mujeres que conozcon se nombran con el sintagma “círculos de mujeres”. Uno de los motivos por los que se concova a mujeres a reunirse en círculo es por su potencial sanador: por el hecho de estar juntas, se dice, sanamos. Esto parece ser una cuestión que deriva en parte de aspectos corporales bioquímicos pues cuando estamos juntas, también se dice, segregamos oxitocina. Esto, así tal cual, parece no ser del todo cierto. La oxitocina es una hormona que, si bien es asociada a las mujeres, no es exclusivamente femenina. Todas las personas segregan oxitocina en ciertas condiciones. Cuando estamos en un ambiente de intimidad en confianza y recibimos caricias deseadas durante más de 2 minutos, todas y todos comenzamos a segregarla3. Para que la oxitocina aparezca entre mujeres hace falta algo más que reunirnos: hace falta que en esa reunión la confianza también esté presente. Principalmente cada mujer habrá tenido que asistir al círculo por voluntad propia, respondiendo a un deseo personal de estar reunida con otras. Es necesario que el ambiente sea de confianza y que la mujer se sienta segura y acogida en todas sus manifestaciones. En cuanto algo propio no se siente acogido desaparece la oxitocina y, en su lugar, se segregan otras hormonas entre las que podrían darse la adrenalina, la hormona de la actividad y el estrés. El límite entre segregar una u otra hormona a veces se me presenta muy parejo al límite entre dejar que la libertad circule o reproducir patrones de comportamiento patriarcales. Un límite fino, muy fino. Cuando sentimos que tenemos que ser de una determinada manera para encajar en una identidad, cuando pensamos que tenemos que sentir unas determinadas emociones o que “ser mujer” es algo fijo4 que se aprende5, por mucho que estemos entre mujeres, la oxitocina no sólo no hace acto de presencia sino que son otras las hormonas que vienen a rescatarnos en respuesta al estado/sensación de peligro o malestar y, al final, surge una respuesta defensiva a lo que iba a suponer una oportunidad de sentirnos mejor con y entre nosotras. La verdad de cada una Hoy día vivimos en un tiempo en el que cualquier mujer puede reunirse libremente con otras, una libertad que no siempre fue legal y que, como otras libertades, existe gracias a la toma de conciencia de nuestras abuelas y de las abuelas de nuestras abuelas. Muchos son los grupos de mujeres que surgen en todas partes del mundo con el deseo profundo y verdadero de crear espacios en los que ser más libres entre nosotras buscando formas de trascender el patriarcado en el que nos han criado, un sistema que se caracteriza por ser dominador, jerárquico y opresor. Muestro aquí mi deseo de que, cuando nos juntemos en grupo, entre mujeres, pongamos especial atención a las dinámicas que llevamos a cabo, a los mensajes que damos sobre nosotras mismas recurriendo a lo que Luisa Muraro nombró como “verdad de las mujeres”, la dicha por cada una de nosotras de lo que una mujer es, frente a la “verdad sobre las mujeres” que, en aquel momento era la verdad dicha de los hombres sobre las mujeres y que, ahora, las propias mujeres dicen sobre las demás haciendo un universal de la verdad de cada una. Y mi deseo también de que lo aprendido entre mujeres se extrapole a todas las áreas de la vida y a todas las relaciones pues si lo vivido y ganado entre mujeres no enriquece toda mi vida ¿para qué sirve? Si no enriquece todas mis relaciones, la relación con mi pareja hombre, con mi madre, con mi amigo y con mi jefa, lo que me aporta el entre mujeres se desvanece sin llegar a afectar a la realidad. Leyendo una frase de Zulma Moreira6 tuve una epifanía7 o, lo que para mí es lo mismo, dos ideas separadas se hilaron y se llenaron de sentido abriendo un espacio de realidad que antes no había sido capaz de ver. Esa epifanía es que la forma en la que lo vivido entre mujeres nutre el mundo y lo sana, sanándonos a las y los que en él habitamos y abriendo espacios de libertad, es cuando entre mujeres realmente conseguimos ese estado “oxitocinado” tan real y profundo que, cuando nos reunimos con otros y con otras, se contagian; es cuando la oxitocina segregada entre mujeres sobrevive a la separación y llega con nosotras a nuestras casas, a nuestro trabajo, a nuestra vida y todas las relaciones que mantenemos en ella. En estas ocasiones pareciera que el patriarcado hubiera llegado a su fin8. A lo largo de estos años trabajando entre mujeres son varios los hombres que me han dado personalmente las gracias por el trabajo que sus parejas mujeres han hecho a través de mis propuestas. En sus palabras me hacían llegar una muestra real de agradecimiento por lo que sus vidas se han visto cambiadas con cambios que eran necesarios y que no sabían lo necesarios que eran hasta que llegaron. Esta realidad es la que he podido llegar a nombrar como la verdadera potencialidad del “entre mujeres”, cuando la oxitocina y el simbólico creado no se queda en nosotras sino que sigue su camino hacia todas nuestras relaciones, hasta el infinito y más allá, ese lugar donde el patriarcado se quedó muy atrás en el tiempo. 1La libertad femenina es diferente de la libertar nombrada como “neutra” pues se caracteriza por ser una libertad en relación. Su descubridora fue Lia Cigarini y puede leerse más de ella en este texto de Mª Milagros Rivera Garretas: http://www.ub.edu/duoda/bvid/obras/Duoda.text.2012.02.0001.html
2Este tema se encuentra extensamente tratado en el libro de la comunidad filosófica Diótima titulado La mágica fuerza de lo negativo, ed. Horas y Horas. 3Se pueden encontrar más detalles sobre el funcionamiento de esta hormona en el libro de Kerstin Uvnäs Moberg, Oxitocina, la hormona de la calma, el amor y la sanación, edi.Obelisco. 4Lo cíclico, si se toma como norma, también puede corresponder a un patrón tan fijo como lo lineal. Veo peligroso hacer de la ciclicidad del aparato reproductor femenino un patrón comportamental fijo para las mujeres en edad reproductiva. 5Únicamente entiendo las “escuelas de mujeres” o “escuela de mujer” desde el significado original de la palabra “escuela”: un lugar donde, libre de preocupaciones y de los quehaceres cotidianos, las personas tenían tiempo para formarse y cultivarse dedicándose a lo que les gustaba y les humanizaba. En este sentido entiendo que las “escuelas de mujeres” son espacios para hacer esto exclusicamente entre mujeres. Ser mujer no puede nunca ser un contenido académico a aprender. El “género mujer” es un término acuñado por las ciencias sociales con el que se designa un contenido aprendido socialmente que hace alusión a las características asignadas a las mujeres diferenciadas de los hombres. 6En Mi sangre cura de Zulma Moreira, ediciones Cuadernos Rojos. 7Esta es la forma en la que mi querida amiga y compañera, la filósofa y poeta Nieves Muriel García, citando a su querida María Zambrano, nombra esta unión de ideas. 8Sobre el final del patriarcado ver http://www.libreriadelledonne.it/pubblicazioni/el-final-del-patriarcado-ha-ocurrido-y-no-por-casualidad-sottosopra-rosso-enero-1996/ 8/24/2017 1 Comment Rueda lunar: luna de las hierbasIntroducción Una tradición cada vez más extendida entre los círculos de mujeres es tomar como referencia para el camino a transitar en los encuentros la celebración del vínculo entre la tierra y la luna recogido en la rueda lunar. Muchas son las tradiciones que recogen este vínculo y lo hacen patente en el nombre con el que denominan a cada una de las 13 lunas del año. A veces, las lunas están dedicadas a elementos, otras, a animales o plantas y, en la mayoría de ocasiones, a los trásitos que son visibles en la tierra con la llegada de cada luna llena. Este mes de agosto la luna nos invita a iniciar la cosecha por las hierbas que usaremos a lo largo del año y a compartirlas con las demás. En las relaciones entre mujeres esto se manifiesta en hacer acopio entre nosotras de aquello que necesitaremos para atravesar los meses de menos luz del año. Luna de agosto: luna de las hierbas Las hierbas forman parte de la historia de las mujeres. Son y han sido siempre una herramienta básica en los trabajos de producción y reproducción de la vida a la que las mujeres se han dedicado. Agosto es un momento para su recogida y almacenamiento. A la vez que estamos disfrutando de los frutos que la tierra nos ofrece, celebrandolos y compartiéndolos, empezamos a hacer acopio de lo que iremos necesitando durante el otoño. Y lo primero es dedicarse a las hierbas, a su recolección y preparación. Las hierbas y la cocina están en el inicio de la medicina tal y como la conocemos hoy. Antes de que existieran las farmacias y los centros de salud, mucho antes, cualquier alteración física era tratada y remediada con plantas. Esta es una costumbre que nunca ha desaparecido del todo y que desde hace un tiempo está resurgiendo con fuerza. ¿Quién no tiene en su casa manzanilla para los dolores de estómago? ¿o tila para ayudar a conciliar el sueño? En concreto estas dos plantas las podemos encontrar casi en cualquier cafetería, lo cual muestra lo fuertemente implantado que está en nuestra memoria estos usos ancestrales de las plantas. De un tiempo a esta parte muchas son las mujeres que han retomado el camino de recurrir a las hierbas y plantas como una herramienta que nos da la madre tierra para ayudarnos en nuestro camino de crecimiento y sanación. Esto se manifiesta en la cantidad de mujeres que se hacen sus propios cosméticos, tisanas, tinturas y ungüentos a base de plantas. Por supuesto que también hay hombres que lo hacen, pero es mucho mayor el número de mujeres. Si seguimos este rasto, encontramos que no sólo es así en la actualidad. Suman gran cantidad ya las teóricas y teóricos que afirman que el inicio de la medicina es femenino: fueron las mujeres las que la desarrollaron, mucho antes de los priperos tratados médicos, precisamente por su relación con la alimentación, con el nacimiento y con la muerte. Se reconoce también como femenino el origen de la agricultura lo cual va directamente ligado a conocimiento de las plantas. Las hierbas, su recolección y preparación, revive en muchas mujeres esa sabiduría ancestral de los miles y miles de años en los que recurríamos a ellas cuando algo no iba bien en nuestro cuerpo. Una sabiduría que se fue elaborando entre experiencia, observación así como con intuición y conexión con las propias plantas y que se fue transmitiendo de generación en generación hasta que sufrió un corte en la Edad Media. En este momento las mentes pensantes europeas desarrollaron los estudios de medicina y situaron su conocimiento y traspaso en la universidad, lugar del que las mujeres tenían prohibido participar. Se legalizó la profesión de “médico” que únicamente podía ejercerse con el título universitario, así las mujeres que desarrollaban este saber ancestral fueron perseguidas y condenadas en el proceso conocido como “la caza de brujas”. Cada vez que una mujer decide regresar a la tierra para encontrar en ella el remedio con el que sanar o seguir creciendo está recuperando ese hilo rasgado, que no roto del todo, en la caza de brujas. La frase de Silvia Federeci “Soy la nieta de las brujas que no pudisteis quemar”, que da vueltas alrededor del mundo en pancartas y camisetas, hace referencia a este proceso. Calibán y la bruja es el libro donde la encontramos. Plantar, recolectar, preparar y usar hierbas despierta ese conocimiento de nuestras abuelas en nosotras a la vez que es un gesto de respuesta por todas aquellas mujeres y hombres que perdieron su vida por hacerlo; es una forma de continuar fortaleciendo ese continuum borrado entre ellas y nosotras y de traer de regreso todo ese conocimiento y sabiduría. |