9/15/2017 0 Comments Rueda lunar: luna de la cosecha.Introducción Una tradición cada vez más extendida entre los círculos de mujeres es tomar como referencia para el camino a transitar en los encuentros la celebración del vínculo entre la tierra y la luna recogido en la rueda lunar. Muchas son las tradiciones que recogen este vínculo y lo hacen patente en el nombre con el que denominan a cada una de las 13 lunas del año. A veces, las lunas están dedicadas a elementos, otras, a animales o plantas y, en la mayoría de ocasiones, a los trásitos que son visibles en la tierra con la llegada de cada luna llena. Este mes de septiembre la luna nos recuerda que es el momento de recoger la cosecha de los alimentos con los que nos abasteceremos a lo largo de la estación fría, cuando la tierra es menos fértil. En las relaciones entre mujeres esto se manifiesta en hacer acopio entre nosotras de aquello que necesitaremos para atravesar los meses de menos luz del año así como en deshacernos de aquello que no nos servirá en los próximos meses. Luna de septiembre: luna de la cosecha Llegado este momento del año, la luna llena de septiembre, nos encontramos en la tierra muchos frutos esperando ser recogidos. Algunos fueron plantados en los meses anteriores, otros fueron plantados años atrás y aún siguen dando, regularmente, frutos. Es el momento de ponerse manos a la cosecha pues si dejamos pasar los días, los frutos se echarán a perder o serán comidos por otras criaturas. De conversaciones durante meses atrás se me ha creado la sensación de que pareciera que la mayor parte del trabajo se realizara en la primera parte del año, cuando seleccionamos las semillas, preparamos la tierra y las sembramos. En verano, vamos recogiendo los frutos según van surgiendo y, a medida que recogemos, vamos disfrutando de ellos. Ahora es el momento de volver a ponerse manos a la obra (a la cosecha, en este caso), pues de lo que recojamos ahora dependerá, en gran medida, el abastecimiento de los próximos meses en los que las horas de luz van disminuyendo, las temperaturas también van bajando y la tierra entra en su momento de regeneración con su consiguiente descanso. Así como le sucede a la tierra, de alguna forma, le sucede a nuestra psique, a nuestra alma. Junto a la recolección se realiza la selección, pues no todo lo que se puede recoger está en un estado adecuado para ser guardado para los meses venideros. Por ese motivo es momento, a la vez que recolectamos, de revisar los frutos y elegir, seleccionar y desechar aquellos que no sirven a nuestro propósito o disponerlos a ser usados para otros fines. Y al igual que hacemos con los frutos que nos ofrece la tierra, podemos hacer con lo frutos internos. Cuando no sé cómo comenzar un escrito o tengo dudas, estoy desarrollando la costumbre de ir a buscar la palabra al diccionario, concretamente su etimología. Esto es una forma de comenzar por el principio de lo que quiero escribir: el origen de la palabra. En la búsqueda de “cosecha” he descubrierto un par de aspectos en lo que me gustaría detenerme. Uno de ellos es el prefijo “co-”, que significa junto a. El otro es que la raíz latina de la que proviene “-secha” es de “lecta, legere” que, entre otros significados tiene los de leer y elegir. Parece que el origen del verbo latino es la raíz indoeuropea “leg-” cuyo significado es acumular. He elegido este breve viaje al origen de la palabra para exponer un aspecto de máxima importancia en la cosecha, un aspecto intríseco a ella: se hace en comunidad. Es a través del grupo ( recordemos “junto a + elegir, acumular”) la forma en la que podemos llegar a abastecernos para el tiempo del frío. Antes que el frigorífico, aparecieron muchos y variados métodos de conservación de los alimentos para poder ir haciendo uso de ellos sin que llegaran a estroperarse. Y todos se realizaban en grupo, especialmente en grupos de mujeres. Que las mujeres han sido a lo largo de la historia las mayores trabajadoras del campo, las mayores agricultoras, hoy poca gente lo niega. Al igual que ocurre a la hora de afirmar que la agricultrua fue un descubrimiento hecho por mujeres. El mismo James Frazer hace referencia a este hecho en La rama dorada al cuestionarse la elección griega de una figura femenina, Deméter, como deidad de la agricultura. La relación de la mujer con la nutrición y el uso de ciertas herramientas para recolectar raíces parecen ser el origen de los primeros cultivos. Y aquí está el aspecto interesante para esta luna de la cosecha pues, antes de ser agriculturas, ya éramos las recolectoras, es decir, las que llevábamos a cabo las “colectas”, las cosechas de lo que la tierra nos iba ofreciendo. Esto era en una época en la que la recolección de alimentos era la base de la alimentación, sobre todo cuando los hombres se pasaban largas temporadas sin cazar o sin conseguir presas grandes. Con o sin intención puesta, la tierra siempre ha estado ofreciéndonos frutos y ha sido trabajo femenino su reconocimiento y recogida. Primero, aquello que nos encontrábamos seguramente guiadas por la observación de los animales y por el reconocimiento de la sabiduría instintiva en nosotras. Después, aquello que nosotras mismas plantábamos con un fin específico. Y siempre, entre mujeres. Llevando la práctica de la colecta y la recolecta (me fascina que dentro incluya también el sentido de “leer junto a alguien” pues lo entiendo como la capacidad de poder leer la naturaleza, poder leer lo que está en el momento de ser usado y en el momento de ser retirado) al entre mujeres, la reconozco, más que en ninguna otra luna, en los propios encuentros de mujeres como lugar al que nos dirigimos precisamente a eso, a recolectar, a cosechar, a recoger aquello que, quizás hemos sembrado y esperamos recoger o que, quizás nos encontramos sin saber que era justamente lo que necesitábamos. Juntas, reunidas por el deseo de estarlo, se genera el espacio para desechar aquello que ya no sirve a la comunidad o darle otro fin destinándolo a otra cosa. Un espacio en el que poner en común lo que cada una trae, los frutos que cada una ha ido recogiendo en su propia vida, aquellos que tiene para ofrecer a las demás, así como un espacio del que recoger aquello que cada una necesita para continuar su camino en estos meses en los que la oscuridad va creciendo: el entre mujeres como un lugar de recolecta interna. Deseo buena cosecha para todas, y para todos, para poder no solo pasar el invierno, sino poder aprovechar todos sus dones.
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