12/20/2017 0 Comments Rueda lunar: luna sabiaIntroducción Una tradición cada vez más extendida entre los círculos de mujeres es tomar como referencia para el camino a transitar en los encuentros la celebración del vínculo entre la tierra y la luna recogido en la rueda lunar. Muchas son las tradiciones que recogen este vínculo y lo hacen patente en el nombre con el que denominan a cada una de las 13 lunas del año. A veces, las lunas están dedicadas a elementos, otras, a animales o plantas y, en la mayoría de ocasiones, a los trásitos que son visibles en la tierra con la llegada de cada luna llena. Este mes de diciembre la luna nos guía a encontrar la luz en medio de la oscuridad, abriéndonos la puerta a encontrar aquello que necesitamos saber en nuestro interior. Ilustración: "El huevo del universo" de Hildegarde de Bingen en Scivias Luna llena de diciembre: luna sabia. A la luna de diciembre se la conoce tambien como luna fría o luna de la oscuridad, pues es, finalmente, la que reina en el cielo durante las nochas más largas del año. En el hemisferio norte, en esta época del año, las horas de oscuridad superan con creces a las de luz. La oscuridad, por lo tanto, tiene un papel protagonista en esta época. No todas las culturas y tradiciones relacionan la oscuridad con algo negativo. La tradición cristiana asocia la oscuridad al infierno, a lo malo, a lo que nadie desea e intenta evitar. Frente a esto, otras culturas y cosmovisiones entienden la oscuridad como un lugar de fertilidad absoluta donde toda creación puede darse. Esta idea no nos es muy lejana, pues sabemos que al principio todo era oscuridad. Fue en esa oscuridad primera, donde Dios comenzó a crear el mundo. Por muy obvio que sea, al menos una vez que ha sido dicho, todas las personas de este mundo venimos de un lugar oscuro. Oscuro, caliente, húmedo y acogedor. Este lugar es el útero de nuestra madre, el lugar en el que se da la maxima creación. La oscuridad es el origen de todo y, en el caso de las personas, la oscuridad dentro de un cuerpo de mujer. No es casualidad, como nada en la vida, que la oscuridad haya sido también asociada con lo femenino. El tao entiende que el “yin”, lo femenino, es oscuro frente al “yang”, lo masculino. En nuestra cultura, la religión del dios padre se impuso sobre la de la diosa madre, aquella que reconocía el origen materno de todos los seres. Y lo hizo relacionando esta con el mal, el caos, la oscuridad, la materia y el cuerpo, frente al resto de pares considerados positivos y aplicados a lo masculino. La oscuridad es fuente de creación, como lo es el útero en el que todas las personas hemos sido engendradas. A lo largo de la historia, hombres y mujeres hemos buscado reproducir ese momento primero de la salida de la oscuridad a la luz dándole significados de renacimiento, de volver a la vida después de haber pasado por un proceso de muerte y renovación. Lo hicimos primero entrando en las cuevas y después a través de numerosos y variados rituales. En la oscuridad, hay poco lugar para la lógica y el orden, poco lugar para el razonamiento. Antes que todas estas herramientas de conocimiento, lo que se mueve en la oscuridad es la intuición y la corazonada, la sensación y la certeza de una voz que nos habla a través del cuerpo sin necesidad de corroboraciones ciéntíficas, morales, económicas o políticas. Es una voz que se escapa de las instituciones creadas con el fin de controlar lo que se puede o no hacer, lo que se debe o no hacer, lo que se sabe o no hacer. Esa voz que habla desde el lugar más profundo de la oscuridad es la voz de la sabiduría. Los cuentos populares lo cuentan: en el bosque, en lo más oscuro del bosque, hay una casa habitada por una vieja que siempre sabe la respuesta a los dilemas que ningún otro experto ha conseguido solventar. Ella, sin estudios, probablemente sin saber leer ni escribir, es la que conoce la respuesta. No puede ser de otra forma pues quien vive y convive con la oscuridad de la noche es dueña de la luz del amanecer. Si a esta luna se le llama de la “oscuridad” así como luna “sabia”, es porque entre ambas palabras existe relación ya que la oscuridad custodia la sabiduría del cuerpo y la luz que surge de ella. Escuchar al cuerpo y a sus mensajes, manifestados en diversas formas, y tomarlos como referencia para actuar y relacionarnos en el mundo, es una práctica que se encuentra más desarrollada a lo largo de la historia por mujeres que hombres. Por algo, los textos fundacionales del patriarcado se encargan de romber el vínculo con el cuerpo y de tacharlo, como ha sido dicho, de negativo. Es el cuerpo el que da una clave de comprensión que, sin pasar por el intelecto, necesita ser reconocido por él, escuchada, para poder ser motor de actuación en coherencia con lo sentido. Es esta luna de oscuridad, silencio y noches largas, un momento en el que la naturaleza y sus ciclos nos invitan a profundizar en la mirada interna hacia esas perlas de sabiduría que todas (las personas) guardamos dentro. Cuerpo, silencio, oscuridad... si le sumamos calor resulta que tenemos una descripción bastante similar al lugar de origen de cualquier persona de este mundo: el útero materno, el lugar de la creación primera. A ese lugar nos lleva de regreso esta época del año, ofreciéndonos la posibilidad de adentrarnos en nuestro universo creativo, de dejar que los deseos, las ensoñaciones, las fantasías y las creaciones de todo tipo nos visiten. La llegada y el aumento de la luz de las siguiente semanas después del solsticio nos llenarán de claridad para poder trazar el camino que las lleve a la materialización. Hasta que llegue ese momento, feliz descanso y regreso a la fuente de creación donde está toda la información esperándonos.
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