1/30/2019 0 Comments Cuando las mujeres laten al compás ¿Recuerdas las tardes con tus amigas de la adolescencia? Me refiero a esas tardes que no tenían fin. No tanto porque fueran eternas, sino porque no tenían un objetivo programado más allá que estar juntas. Ese era el propio fin. Esas tardes, que también podían ser noches, mañanas o días enteros, están grabadas en mí por ser momentos de la libertad más preciada: la libertad de estar entre otras y de poder descubrirme tal cual soy. No hablo de descubrirme por estar tapada en otros ambientes, sino porque estando con ellas yo misma me descubría a la vez que lo hacía ante ellas: estar con ellas me mostraba parcelas de mí hasta ese momento desconocidas. Muchas mujeres, entre las que me incluyo, tenemos experiencia de esto. Quizás están tapadas en la mente por otras relaciones con fines más concretos a las que ahora les dedicamos más tiempo. Puede que sea la relación de pareja, la de las criaturas, o las que entablamos con las personas que vamos conociendo en las distintas actividades a las que ahora dedicamos nuestro tiempo. El caso es que el sentir de la adolescencia entre amigas parece haberse quedado atrás en el tiempo. Sin llegar a ser una necesidad, sí que reconocen, reconocemos, la importancia que tuvo en ese momento y el deseo, porqué no, de volver a vivirlo; cierta nostalgia y añoranza de algo que sabíamos nos ofrecía mucho más de lo que puede parecer a simple vista. Por muy atrás que se encuentren en nuestra memoria, muchas veces solo hace falta nombrarlas para que la sensación vuelva a activarse en cada una. Esto lo explican de formas muy bellas y dispares las mujeres que vienen a los talleres que imparto. En la mayoría de ocasiones son mujeres se han dejando convencer por alguna amiga para venir y, al llegar, después de atravesar los avatares de los primeros momentos, se encuentran el gran regalo: recobran el mismo sentir del grupo de amigas de la adolescencia. La sorpresa aumenta aún más cuando aparece la diferencia innegable: la mayoría de estas mujeres son desconocidas. Esta diferencia es fácilmente atravesable por lo que muchas denominan “la magia” y que yo subtitulo “el latido del útero”. ¿Por qué “el latido del útero”? ¿qué relación tiene el útero con esto? A ver si consigo explicarlo con claridad y sin hacer una disertación del tema. Sucede —en varias universidades han usado tiempo y dinero en comprobar algo que las mujeres ya sabíamos porque lo sentimos—que cuando las mujeres estamos juntas, nos sentimos a gusto y en un clima de total confianza, comienza a secretarse una hormona, la llamada “hormona del amor”: la oxitocina. Hasta hace poco esta hormona estaba directamente asociada con la mujer por ser fundamental en el embarazo y en el parto. En la primera década del s. XXI (creo recordar) se comprobó que se activaba su producción también estando entre otras mujeres. Este argumento se usó durante un tiempo como uno de los beneficios de los círculos de mujeres y trabajos específicos (como los que yo hago, sí). Mientras se afirmaba esto, a mí algo me rechinaba, algo no coincidía con mi realidad ni con mi experiencia: yo no siempre me siento entregada estando entre mujeres. Ni yo, ni muchas otras. Hace un par de años encontré el dato que hacía la diferencia, el dato que mi cuerpo llevaba tiempo diciéndome (y que yo no había sabido descifrar): no es solo por estar entre mujeres que se secreta oxitocina, es por estar a gusto y en total confianza entre otras. Muy bien todo esto, Vanessa, pero ¿qué tiene que ver con el útero y su latido? Como decía antes, la oxitocina está relacionada con el parto porque genera los movimientos de expansión uterina (expansión, sí, como dice Casilda Rodrigáñez). El latido del útero, fundamental durante el parto, no es exclusivo de este momento. Casilda Rodrigáñez, una de las autoras que más ha escrito en nuestro país sobre el sentido del útero en las sociedades antiguas, explica que se genera siempre que estamos a gusto, en total confianza y disfrutando del momento. ¿Os suena de algo? Exacto, como nos sentíamos esas tardes con nuestras amigas. Por este motivo, y por otros que os contaré en otros momentos, muchas mujeres cuando llegan a uno de mis talleres —o a un encuentro entre mujeres donde se genera el espacio para que cada una sea lo que es—se sienten como si estuvieran con sus amigas de toda la vida. En este momento su útero late entre desconocidas como lo hacía entre sus amigas. Pero aquí no acaba todo. Muchas mujeres reconocen que ese sentir de la adolescencia se quedó atrás en el tiempo. Acompaña a este sentir cierta nostalgia y añoranza de algo que sabíamos nos ofrecía mucho más de lo que puede parecer a simple vista. Lo que ahí encontrábamos, como decía más arriba, está relacionado con la libertad, con la posibilidad de descubrirnos ante y entre las otras. El descubrimiento de adultas tiene una diferencia con el de la adolescencia: ahora sí descubrimos las partes de nosotras mismas que llevamos muchos años tapando. Al comenzar a quitarnos las capas, las excusas, las justificaciones, las explicaciones, las definiciones, los razonamientos, las motivaciones que forman capas y más capas, de pronto, en un momento, regresamos a ese lugar donde estar juntas era el único fin y donde nuestros úteros, lo sintiéramos o no, latían a la vez. Es por esto que es posible estar con otras mujeres, con mujeres que incluso acabamos de conocer, y sentir lo mismo que sentíamos con nuestras amigas de la adolescencia. Algunas lo llaman magia. Yo lo llamo “el latido del útero”. Me encantará conocer tus sensaciones o pensamientos al leer mis palabras. ¿Recuerdas esta sensación con tus amigas? ¿Has sentido el latido de tu útero al estar entre otras? También me encantaría recibir tus dudas o intereses para poder atenderlos en próximas entradas. Puedes hacerlo en los comentarios o aquí.
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