1/25/2020 0 Comments Para fuerza, la del úteroEn la Moonletter de esta semana hago una relación entre la fortaleza y el centro, ese lugar interior en el que queremos mantenernos para estar centradas y en nosotras mismas. Lo queremos sobre todo porque el centro es un pasaje de libertad femenina que muchas reconocemos y deseamos. Hace pocos días una mujer me lo recordó con esta sencilla y bella confesión: “ser mujer libre, ese es mi anhelo”. La mujer libre, la que entiende de forma libre el hecho fortuito de haber nacido mujer, parte desde su centro. Es el lugar donde una puede echar raíces por dentro, puede adentrarse en sus entrañas para crecer y llevar una vida acorde a lo que desea, siente y es. Ese centro es el que, hace unos días, quiso tomar una forma inédita hasta entonces para mí y se me presentó con forma de fortaleza. Probablemente esta imagen tenga que ver con que acabamos de entrar en la segunda luna del año, luna conocida en la rueda lunar como “de la fortaleza”. Anteriormente relacionaba esta luna con la necesidad de sacar la fuerza interna para seguir avanzando o resistiendo. Estos días la he visto más como ese lugar interno que puede ser sentido como una fortaleza en sí misma y donde nada puede desequilibrarte. El adjetivo “fuerte” en su sentido etimológico remite a robustez, a algo resistente y protegido contra ataques. Yo diría que más que contra ataque, el centro-fortaleza está protegido más allá de los ataques que pueda recibir. También de cualquier otra acción que vaya hacia él pues lo que despista y desorienta puede venir también en forma de halagos, cumplidos, regalos. ¿Y qué pinta el útero en todo esto? Si la fortaleza fuera —como en el juego de “si fueras un animal, ¿cuál serías?”—un órgano, yo diría que es el útero. Lo diría porque en él, sobre todo bajo el nombre de matriz, se sitúan y localizan las entrañas, sede de lo que María Zambrano llamó sentir original. Lo diría porque el útero nos remite a la parte más profunda del cuerpo y, con él, a las más profundas de las existencia. Es lo más subconsciente. Es la oscuridad completa germen de toda vida. En el plano simbólico, el útero nos remite directamente a las cuevas y a las grutas donde se situaban los oráculos a los que se peregrinaba para acceder a la sabiduría de la Diosa. En el oráculo de Delfos, la información emergía de las profundidades de la tierra por una grieta que nunca fue encontrada. Intuye Milagros Rivera con mucha gracia que esa grieta sería la de la vulva de la propia sacerdotisa. Quitada la sacerdotisa y desplazado el centro por el patriarcado, la grieta nunca fue encontrada. También diría que el útero es el centro-fortaleza porque es el órgano más fuerte del cuerpo humano. Fuerte en su sentido de “gran resistencia”. Es el único músculo -además de órgano- que puede sostener kilos de peso durante días, semanas e incluso meses. Lo hace durante los embarazos y las gestaciones. Y lo hace además siendo sostenido por un engranaje, una red interna formada por otros músculos, tendones y órganos. Si puede sostener todo ese peso, cómo no podrá tu útero sostener tu pena, rabia, tristeza o frustración. Cómo no podrá sostener el enfado o la sensación de pérdida, de no saber cómo ni por dónde seguir. Si te sostienes en él y dejas que, como en el oráculo, los humos hagan su trabajo, todo eso se transmuta. El resultado de este proceso es la esperada respuesta, la pista que te aclara el camino y da foco a tu vida. Después de esto, la mítica frase “¡Que la fuerza te acompañe!” cambia completamente de sentido.
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