1/20/2020 0 Comments Regresar a tu centroCuando esta frase llegó a mi cabeza para uno de los talleres de “Las 4 caras de la luna”, llegaron con ella la cantidad de mujeres, cada vez mayor, a las que oigo hablar de la necesidad y el deseo de centrarse. Aquellas que quieren dejar de despistarse con cuestiones que reconocen no son tan importantes o que ni siquiera lo son. Las que aspiramos a estar centradas en nosotras mismas, conectadas con nuestro sentir y sentirnos seguras, serenas, tranquilas. Solo de escribirlo parece que mi cuerpo se predispusiera a ello. Metidas en un ritmo de vida que es poco amable con nuestros cuerpos y nuestro ser, cada vez somos más las mujeres reconocemos que hay algo en el mundo que no encaja, que nos dispersa y nos desordena por dentro. Muchas relacionamos este desajuste con el ritmo de vida frenético que no deja hueco para atender a lo que sentimos, para compartirlo con otras, para ponerle palabras; con un desorden social que no tiene en cuenta el sentir y al que poco parece importarle la vida en sí misma. De este desorden social, convertido en desorden interno, surge el deseo profundo y la necesidad de volver a conectar con el propio sentir para dejarnos guiar por él y no volver a perdernos. Lo que llamo centro, que puede ser llamado de muchas y distintas formas, no es algo que se descubra de una vez y se conquiste. Esta es una visión nada realista que, más que animarte a seguir regresando a él, te desanima desde la primera vez que tienes la sensación de perderlo justo después de haberlo descubierto. En realidad, el centro donde se sitúa el conocimiento y la sabiduría femenina, el centro desde el que parte una mujer libre, nunca puede perderse, pues está en todas partes. “Su centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna” Con estas palabras se refiere Mª Milagros Rivera Garretas a la sabiduría femenina y al conocimiento femenino que, para ser femeninos, deben ser libres. Esto es, que reconocen su centro en todas partes, no en un lugar fijado y definido desde fuera. Lo dice en su libro Sor Juana Inés de la Cruz. Mujeres que no son de este mundo de la Ed. Sabina,un libro que te animo a leer y a repetirte cual mantra las frases que te despierten algo por dentro. No sé a ti pero a mí, tomar conciencia de que el centro está en todas partes, ha sido a la vez que un descalabre, una liberación. Ha sido y lo sigue siendo cada vez que vuelvo a tomar conciencia pues, como decía, me sucede que es algo que tengo que recordarme continuamente. Tan grande es la fuerza de la inercia que me hace querer enfocar de nuevo en aquello que no es el centro, pues, como centro libre, no puede estar sometido ni fijado a nada concreto. ¿De dónde viene mi sensación de liberación? De que en realidad no hay nada que cambiar, de que no tengo que destruir nada ni volver a construir nada. De que, si hay algo que tengo que hacer para seguir mi deseo de regresar al centro, es abrirme y soltar el que yo pensaba era el punto fijo que todo lo ordena de una forma precisa para crear desorden, pérdida y confusión. Soltarlo, para dejar que el centro se revele en todas partes. Cuando comencé a replantearme los talleres de “Las 4 caras de la luna” tenía claro que “regresar a tu centro” era la frase para el encuentro de Transmutación. A pesar de esto, no conseguía distinguir con claridad el hilo del que partía. Sabía que era el objetivo principal de ese taller pero me faltaba la pieza que activara el proceso de la transmutación. En el taller trabajamos los cambios, el cambio de la dirección de la mirada de ponerla en el exterior a dirigirla al interior, el cambio de la luz a la sombra, el atardecer, la entrada en la oscuridad, el cambio en el ritmo y muchos otros aspectos enfocados en dejar de mirar donde no es para distinguir el lugar que te nutre, te sitúa y te anima. La víspera del pasado día de Reyes, justo cuando estaba punto de encontrarme con la cabalgata, me apareció la segunda parte de la frase: regresar a tu centro lo cambia todo. “¡Esto es!”, pensé. Esta es la puerta a la transmutación. Sus majestades reales me trajeron este regalo, esta pequeña epifanía -si es que la epifanía puede ser pequeña-. No se trata tanto de tener que cambiar tu vida de arriba abajo, ni siquiera de tener que aprender nada nuevo para salir de un centro que más que llevarte a algún lado, te aprisiona. La idea no es dejar de hacer algo por hacer otra cosa, ni aprender nada nuevo que me vendan como la solución: la idea es distinguir lo que no es tu centro de lo que sí lo es y enfocar ahí. El resto, por arte de magia, comienza a darse por sí mismo.
Lo mejor será que quieras probarlo por ti misma.
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