3/11/2014 0 Comments No me calloNo, no me callo. Hablo y digo lo que pasa por mi mente. Me muero de ganas de soltar ese pensamiento que hará sentir agudo y conciso el aguijón del escorpión, sin rabia, sin miedo, por el simple hecho de divertirme con la poderosa herramienta de mi mente y la velocidad y lucidez de la que goza estos días. Sin rabia, sí, aunque con deseo, siempre, de sentir el poder que da una frase directa, sin rencor, asertiva, y con la intención de dejar al interlocutor la señal de la elocuencia.
No me callo, me digo. No me callo, me repito constantemente en estos días para silenciar las miles de razones bozales en forma de motivos por los que mejor no desvelar el aguijón, la flecha, el arco, la existencia de un blanco en el que dar. Días con la frase en la lengua, horas excusándome para mantenerla atrapada, ahogándola en saliva y encerrándola entre dientes. Abrir la boca y soltarla, por fin, y sentirme segura y libre de culpa. Hace tiempo que dejé de envenenar las flechas y mi aguijón hace tiempo también que se ve libre del líquido enfermizo. Pero los pensamientos siguen ahí, clamando salir, jugar, mostrarse en todo su esplendor, pidiendo a la vez respuestas que le lleven al borde del suicidio en un deseado triple mortal. No me callo, no, ahora no me callo. Ya llegará el bendito tiempo del silencio.
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