2/13/2014 0 Comments Me dueleHa llegado el tiempo de la nada, del caos, del vacío.
Mi cuerpo me pide parar. Lo oigo. Lo oigo diciéndome que pare y le preste atención. Siento la presión en mi bajo vientre. Conozco tan bien su lenguaje. Es una ligera llamada a la que fácilmente podría desatender, una ligera presión que no me impediría seguir con mi actividad diaria habitual. Pero hoy siento la necesidad de prestarle atención a esa molestia, de ver qué quiere decirme. Y me siento. Me siento y cierro los ojos. Respiro. Una, dos y tres. Vuelvo a respirar. Uno, dos y tres. Ya estoy dentro. La sangre me lleva muy rápido hacia muy lejos. Ya está. Lo que era una molestia de pronto se convierte en dolor. La presión aumenta y ahora sí, me duele. Me duelen las palabras no dichas, ahora convertidas en eructos. Me retuercen el estómago las variadas formas en las que me vengo manipulando . Me arden por dentro los impulsos no atendidos. Me retumban en la cabeza los sueños no imaginados. Me cargan los riñones el peso histórico de ser mujer. Me contraen el útero los miedos... los miedos... el miedo. Doncella, madre, hechicera... claman por salir y limpiarse de cargas y, con ellas, mi abuela, mi madre, mi hermana... Espero, pacientemente, que llegue la sangre y se lleve todo esto y todo lo demás. Espero, pacientemente, mientras doy gracias a mi cuerpo y bendigo mi sexo. Espero, pacientemente, y confío.
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