El momento en el que una adolescente o preadolescente se encuentra la primera mancha de sangre en sus braguitas es recordado de por vida. Esta manchita marca el final de la infancia y el comienzo de la edad adulta. En realidad es el comienzo del cambio, el momento en el que la rueda comienza a girar. Oí por primera vez, o al menos eso creo, la palabra menarquía pasados los 30 años. No soy la única. Cuando la descubrí me pareció tan bonita que, cual niña o extranjera que acaba de aprender una palabra nueva, buscaba constantemente el momento de usarla, especialmente si me encontraba entre mujeres. Es con el uso continuado de este término como he descubierto que no soy la única que la conoció con más de tres décadas a sus espaldas. Hay incluso muchas mujeres que, sabiendo lo que es la menopausia y habiéndola pasado, no conocían el término menarquia. Este desconocimiento me parece importante a la vez que simbólico. El término menarquia, sobre el cual además hay distintas opiniones sobre si contiene un hiato final (marcado por la tilde sobre la i) o diptongo (sin marca de tilde), es un término considerado médico por la RAE frente a su hermano menopausia, que no disfruta de tal catalogación. Si no hay término, no hay realidad, pues el verbo, como expresión del pensamiento, crea realidad, y la realidad más común en nuestra sociedad es que las jóvenes pasan por la menarquia con más pena y vergüenza que gloria. Vergüenza, la mayoría, por tener que escuchar de sus padres, con los que apenas comparten datos de su recién estrenada juventud, palabras que hacen referencia a su paso de niña y mujer y a las precauciones que a partir de este momento debe tener si no quiere quedarse embarazada. Pena, junto a la vergüenza, por alejarse de la infancia, ese paraíso que ahora sí comienza a perderse; y miedo, mucho miedo, pues la menarquia trae consigo el peligro del embarazo, de las relaciones sexuales y de los dolores menstruales. Históricamente la menarquia ha sido considerada un momento de paso de suma importancia hasta hace relativamente poco tiempo. Hace años asistí a una conferencia de una psicóloga sobre la adolescencia y la juventud. Sin motivo aparente durante esta conferencia tuve serios problemas para mantenerme despierta. El tema me interesaba mucho, asistí voluntariamente e incluso iba sola, pero por alguna razón desconocida estuve durante la hora y media que duró luchando por no dormirme. En uno de los momentos en los que conseguí vencer al sueño, estando aún envuelta en un duermevela, oí una frase que fue la única que pude rescatar de la conferencia. Explicaba la psicóloga, experta en adolescencia, que en nuestra sociedad actual hay una gran población de adultos que no han abandonado el estado psicológico y emocional de la juventud e, incluso, muchos de ellos permanecen aún en la adolescencia. Esto, explicaba la psicóloga, se debe a la ausencia de ritos de paso que marquen el abandono de un estadio de desarrollo y la entrada en otro. La menarquia es uno de esos momentos de paso que han dejado de ser ritos y de tener la importancia que merecen. Alrededor de nuestro globo terráqueo encontramos muchas formas de entender y celebrar la menarquia. Aún existen tradiciones que marcan este momento como uno de máxima importancia para la comunidad en general y para la mujer en particular. Una de ellas es la de los Pigmeos. Esta tribu considera la primera sangre menstrual como un regalo. Toda la comunidad participa en una festividad llamada elima, una fiesta considerada de las más felices y divertidas de toda la vida. Según nos cuenta Lara Owen en su libro Her blood is gold, la fiesta de la elima conlleva todo tipo de juegos en la selva. Además, las mujeres mayores de la comunidad se reúnen con la menarca en la llamada “casa elima” para darle consejos y explicaciones solo entre mujeres. Allí “las chicas aprenden canciones de las mujeres y todas cantan muy alto a través de la selva para que todo el mundo pueda saber que ellas son las Bamelina, las gente de elima, las chicas que han sido bendecidas con la sangre y son ahora mujeres”. (OWEN, 2008: 36) Otra tribu que celebra este momento es la de los Dagara, en Burkina Faso. La celebración consiste en una iniciación realizada entre los meses de diciembre y febrero para todas las chicas que han pasado la menarquia en el año que acaba de terminar. En ella las jóvenes inician un proceso de guía por parte de las mujeres de la tribu en diferentes cuestiones entre las cuales sexualidad e intimidad son solo una parte. Este proceso continúa durante un largo periodo de tiempo. Estas son dos muestras de cómo en culturas tribales se entiende la llegada de la menarquia. En nuestra cultura occidental cristina, algunas estudiosas parecen haber encontrado rastros que emparejan la celebración de la primera comunión con celebraciones celtas de rituales de paso de la niñez a la edad adulta. Niños y niñas púberes en procesión vestidos de blanco y adornadas con flores traen a la mente la procesión del Corpus Christi en la que es tradición que las y los que han pasado por el ritual de la primera comunión festejen ese momento con la comunidad. Este día se celebra la solemnidad del cuerpo y la sangre de Cristo, cuerpo y sangre que dan la vida. Antes de atribuir estos poderes al cuerpo de Cristo, eran poderes atribuidos a la diosa madre ya que de ella y de las que tienen cuerpo de mujer proviene el milagro de la vida a través de la sangre y de su cuerpo. Tiene sentido, por lo tanto, que las niñas y los niños que han pasado a tener en sí el don de la fecundación y la reproducción, acompañen al cuerpo de Cristo, ahora, y al cuerpo de la Diosa Madre, entonces. La primera sangre menstrual es la muestra evidente que el cuerpo nos ofrece para hacernos saber que ya está preparado para la gestación. Las hormonas sexuales llevan segregándose ya algún tiempo (puede que hasta 2 años antes del primer sangrado), las mamas han crecido y probablemente también tengamos ya vello púbico. Nuestro índice de grasa corporal será mayor del 17% y para que el ciclo sea ininterrumpido deberá ser superior 22%. Nuestro cuerpo está listo para dar cabida en él a otra vida, lo cual enriquece no solo la vida de la mujer, sino de toda la comunidad. Por ello este momento es celebrado en muchas culturas y formas de vida diversas dentro de la nuestra al ser entendido como un momento de alegría y orgullo que hace posible el continuum de la vida. FOTOGRAFÍA: Maribel Montesinos
2 Comments
Olga
2/6/2016 01:20:31 am
Articulo enriqueceder. Gracias por la información compartida.
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Ana
2/21/2016 10:30:33 am
Gracias Vanessa!
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