2/3/2020 1 Comment Para salir del enredo¿Reconoces la sensación de estar dándote porrazos contra la pared, a oscuras, buscando la puerta de salida? ¿Y la de pasar por una puerta pensando que era la salida y resulta que te ves envuelta en otro lío mayor? No hablo de una puerta física, sino de esas puertas internas contra las que podemos llegar a hacernos tanto o más daño que con las de metal, madera o plástico. Las puertas que no conseguimos ver por dentro y por las que, si pasáramos, accederíamos a un espacio de mayor libertad y bienestar. A veces la salida solo puede verse desde algún lugar separado del enredo. Dentro del mundo del crecimiento personal, ha calado tanto el mensaje de mirar hacia nuestro interior que se nos olvida que somos seres en relación. Buscamos por dentro algo que en muchas ocasiones es más fácil reconocerlo desde su igual fuera de una. Y lo peor es que lo buscamos sin saber por donde, sin pistas certeras a seguir o con pistas que nos alejan de nuestro centro. Uso la primera persona del plural porque hablo de mi experiencia y de la otras tantas mujeres con las que hemos trabajado esto juntas a lo largo de los últimos años. Mujeres que hemos caído en la trampa de pretender salir de un enredo buscando, solas, cada una dentro de sí. Cuando dentro, sola, se ve poco y mal. Si en este artículo hablaba de la fortaleza como ese lugar interior de centro y seguridad, hoy quiero hablar de algunas formas a través de la que podemos llegar ahí, sobre todo cuando una se siente muy perdida y desorientada. Puede que estés pensado que voy a darte técnicas de respiración, animarte a que busques un lugar de soledad o de concentración en ti misma. Aunque haya de esto, a la vez, nada más lejos. No es esta la vía que traigo aquí, que puede serla. La que traigo requiere, a priori, requiere menos esfuerzo físico, menos incluso que bailar. La vía que quiero presentarte propone un desplazamiento de una hacia fuera. Propone una mirada hacia fuera para verte a ti misma y, sobre todo, reconocerte y distinguir los caminos por los que podrías ir. Esto implica un movimiento fundamental: dejarte dar por otras, mujer o mujeres, lo que no consigues encontrar y estás necesitando. Dejarte dar significa que las otras lo tienen o , al menos, tienen acceso y disponibilidad a mostrarlo, porque no se trata esto de conquistar nada. El desplazamiento aquí es reconocerlo en las otras para poder reconocerlo en ti. A través de las otras se abre de esta forma un pasaje hacia lugares que no habías conseguido descubrir por ti misma. Son lugares internos en los que hay más espacio y en los el nudo y la sensación de pérdida desaparece. Es como regresar a ese lugar seguro donde todo está en orden. Una sabe, cuando ha pasado por ahí, que está regresando a casa. Esto que te cuento es, de alguna forma, lo mismo que sucedió cuando naciste. En ese momento el cuerpo de tu madre abrió un pasaje por el que accediste a un lugar de más apertura. Un lugar al que necesitabas llegar para poder continuar viviendo y creciendo. No se trata de que el lugar te guste más o menos. Se trata de que si no sales, no hay posibilidad de seguir creciendo. Se podría decir que es un volver a nacer o un seguir naciendo. Así lo nombraba María Zambrano: seguir naciendo, pues no se nace de una vez por todas, se sigue naciendo continuamente. Y cada nuevo nacimiento implica, de una forma u otra, volver a pasar por la puerta que nuestra madre, una mujer, abrió. Volvemos a nacer cada vez que conseguimos distinguir en la otra la puerta por la que reconocernos y regresar a nuestro centro, la puerta por la que seguir creciendo. Las mujeres de la librería de Milán nombraron este desplazamiento como “entre mí y mí y entre mi y el mundo, una mujer”. Es decir, que a la hora de tomar una medida del mundo, será la de una mujer: aquella en la que que en un momento determinado cada una encuentre un pasaje hacia sí misma, hacia sus raíces. No es la medida de un hombre o la que los hombres, filósofos, políticos, pensadores, han establecido sobre las mujeres. No es la medida de un hombre porque esta es distinta y nos nos sirve. Es por eso que llegamos a sentirnos perdidas: porque hemos seguido una medida que nos aleja de nosotras mismas. Salir airosa del patriarcado Las mujeres de la librería de Milán cuentan en su libro conjunto No creas tener derechos cómo llegaron al descubrimiento de esta práctica política en los grupos de autoconciencia. La definen como práctica política porque llevarla a cabo supone salir airosa del patriarcado. Supone salir airosa de él porque al tomar como medida del mundo otra mujer se restituye simbólicamente la figura materna con lo cual, el patriarcado desaparece. Puede parecerte demasiado sencillo, tanto que hasta pienses que es simplón. Esta es una forma del propio pensamiento patriarcal interiorizado de desvalorizar los movimientos de la libertad femenina. También puede parecerte magia. Como en los cuentos populares donde aparecen puertas en los lugares más insospechados o aparece alguien que no conocemos y nos regala un objeto con el que encontramos el camino de regreso. Tú eliges. Yo siempre elijo la magia. ¿Te ha gustado esta entrada?
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1/25/2020 0 Comments Para fuerza, la del úteroEn la Moonletter de esta semana hago una relación entre la fortaleza y el centro, ese lugar interior en el que queremos mantenernos para estar centradas y en nosotras mismas. Lo queremos sobre todo porque el centro es un pasaje de libertad femenina que muchas reconocemos y deseamos. Hace pocos días una mujer me lo recordó con esta sencilla y bella confesión: “ser mujer libre, ese es mi anhelo”. La mujer libre, la que entiende de forma libre el hecho fortuito de haber nacido mujer, parte desde su centro. Es el lugar donde una puede echar raíces por dentro, puede adentrarse en sus entrañas para crecer y llevar una vida acorde a lo que desea, siente y es. Ese centro es el que, hace unos días, quiso tomar una forma inédita hasta entonces para mí y se me presentó con forma de fortaleza. Probablemente esta imagen tenga que ver con que acabamos de entrar en la segunda luna del año, luna conocida en la rueda lunar como “de la fortaleza”. Anteriormente relacionaba esta luna con la necesidad de sacar la fuerza interna para seguir avanzando o resistiendo. Estos días la he visto más como ese lugar interno que puede ser sentido como una fortaleza en sí misma y donde nada puede desequilibrarte. El adjetivo “fuerte” en su sentido etimológico remite a robustez, a algo resistente y protegido contra ataques. Yo diría que más que contra ataque, el centro-fortaleza está protegido más allá de los ataques que pueda recibir. También de cualquier otra acción que vaya hacia él pues lo que despista y desorienta puede venir también en forma de halagos, cumplidos, regalos. ¿Y qué pinta el útero en todo esto? Si la fortaleza fuera —como en el juego de “si fueras un animal, ¿cuál serías?”—un órgano, yo diría que es el útero. Lo diría porque en él, sobre todo bajo el nombre de matriz, se sitúan y localizan las entrañas, sede de lo que María Zambrano llamó sentir original. Lo diría porque el útero nos remite a la parte más profunda del cuerpo y, con él, a las más profundas de las existencia. Es lo más subconsciente. Es la oscuridad completa germen de toda vida. En el plano simbólico, el útero nos remite directamente a las cuevas y a las grutas donde se situaban los oráculos a los que se peregrinaba para acceder a la sabiduría de la Diosa. En el oráculo de Delfos, la información emergía de las profundidades de la tierra por una grieta que nunca fue encontrada. Intuye Milagros Rivera con mucha gracia que esa grieta sería la de la vulva de la propia sacerdotisa. Quitada la sacerdotisa y desplazado el centro por el patriarcado, la grieta nunca fue encontrada. También diría que el útero es el centro-fortaleza porque es el órgano más fuerte del cuerpo humano. Fuerte en su sentido de “gran resistencia”. Es el único músculo -además de órgano- que puede sostener kilos de peso durante días, semanas e incluso meses. Lo hace durante los embarazos y las gestaciones. Y lo hace además siendo sostenido por un engranaje, una red interna formada por otros músculos, tendones y órganos. Si puede sostener todo ese peso, cómo no podrá tu útero sostener tu pena, rabia, tristeza o frustración. Cómo no podrá sostener el enfado o la sensación de pérdida, de no saber cómo ni por dónde seguir. Si te sostienes en él y dejas que, como en el oráculo, los humos hagan su trabajo, todo eso se transmuta. El resultado de este proceso es la esperada respuesta, la pista que te aclara el camino y da foco a tu vida. Después de esto, la mítica frase “¡Que la fuerza te acompañe!” cambia completamente de sentido. 1/20/2020 0 Comments Regresar a tu centroCuando esta frase llegó a mi cabeza para uno de los talleres de “Las 4 caras de la luna”, llegaron con ella la cantidad de mujeres, cada vez mayor, a las que oigo hablar de la necesidad y el deseo de centrarse. Aquellas que quieren dejar de despistarse con cuestiones que reconocen no son tan importantes o que ni siquiera lo son. Las que aspiramos a estar centradas en nosotras mismas, conectadas con nuestro sentir y sentirnos seguras, serenas, tranquilas. Solo de escribirlo parece que mi cuerpo se predispusiera a ello. Metidas en un ritmo de vida que es poco amable con nuestros cuerpos y nuestro ser, cada vez somos más las mujeres reconocemos que hay algo en el mundo que no encaja, que nos dispersa y nos desordena por dentro. Muchas relacionamos este desajuste con el ritmo de vida frenético que no deja hueco para atender a lo que sentimos, para compartirlo con otras, para ponerle palabras; con un desorden social que no tiene en cuenta el sentir y al que poco parece importarle la vida en sí misma. De este desorden social, convertido en desorden interno, surge el deseo profundo y la necesidad de volver a conectar con el propio sentir para dejarnos guiar por él y no volver a perdernos. Lo que llamo centro, que puede ser llamado de muchas y distintas formas, no es algo que se descubra de una vez y se conquiste. Esta es una visión nada realista que, más que animarte a seguir regresando a él, te desanima desde la primera vez que tienes la sensación de perderlo justo después de haberlo descubierto. En realidad, el centro donde se sitúa el conocimiento y la sabiduría femenina, el centro desde el que parte una mujer libre, nunca puede perderse, pues está en todas partes. “Su centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna” Con estas palabras se refiere Mª Milagros Rivera Garretas a la sabiduría femenina y al conocimiento femenino que, para ser femeninos, deben ser libres. Esto es, que reconocen su centro en todas partes, no en un lugar fijado y definido desde fuera. Lo dice en su libro Sor Juana Inés de la Cruz. Mujeres que no son de este mundo de la Ed. Sabina,un libro que te animo a leer y a repetirte cual mantra las frases que te despierten algo por dentro. No sé a ti pero a mí, tomar conciencia de que el centro está en todas partes, ha sido a la vez que un descalabre, una liberación. Ha sido y lo sigue siendo cada vez que vuelvo a tomar conciencia pues, como decía, me sucede que es algo que tengo que recordarme continuamente. Tan grande es la fuerza de la inercia que me hace querer enfocar de nuevo en aquello que no es el centro, pues, como centro libre, no puede estar sometido ni fijado a nada concreto. ¿De dónde viene mi sensación de liberación? De que en realidad no hay nada que cambiar, de que no tengo que destruir nada ni volver a construir nada. De que, si hay algo que tengo que hacer para seguir mi deseo de regresar al centro, es abrirme y soltar el que yo pensaba era el punto fijo que todo lo ordena de una forma precisa para crear desorden, pérdida y confusión. Soltarlo, para dejar que el centro se revele en todas partes. Cuando comencé a replantearme los talleres de “Las 4 caras de la luna” tenía claro que “regresar a tu centro” era la frase para el encuentro de Transmutación. A pesar de esto, no conseguía distinguir con claridad el hilo del que partía. Sabía que era el objetivo principal de ese taller pero me faltaba la pieza que activara el proceso de la transmutación. En el taller trabajamos los cambios, el cambio de la dirección de la mirada de ponerla en el exterior a dirigirla al interior, el cambio de la luz a la sombra, el atardecer, la entrada en la oscuridad, el cambio en el ritmo y muchos otros aspectos enfocados en dejar de mirar donde no es para distinguir el lugar que te nutre, te sitúa y te anima. La víspera del pasado día de Reyes, justo cuando estaba punto de encontrarme con la cabalgata, me apareció la segunda parte de la frase: regresar a tu centro lo cambia todo. “¡Esto es!”, pensé. Esta es la puerta a la transmutación. Sus majestades reales me trajeron este regalo, esta pequeña epifanía -si es que la epifanía puede ser pequeña-. No se trata tanto de tener que cambiar tu vida de arriba abajo, ni siquiera de tener que aprender nada nuevo para salir de un centro que más que llevarte a algún lado, te aprisiona. La idea no es dejar de hacer algo por hacer otra cosa, ni aprender nada nuevo que me vendan como la solución: la idea es distinguir lo que no es tu centro de lo que sí lo es y enfocar ahí. El resto, por arte de magia, comienza a darse por sí mismo.
Lo mejor será que quieras probarlo por ti misma. El ciclo menstrual es un ciclo de creación.
Más allá de que queramos o no tener criaturas, el ciclo menstrual es la manifestación de los ciclos universales en nuestro cuerpo. Es un ciclo de creación como lo es la propia vida creándose a sí misma continuamente en constante cambio. Dentro de la danza del ciclo menstrual, llamo a la fase de la ovulación "Materialización". Es la fase que coincide con la luna llena, la luna en su máximo esplendor, la que nos regala el día en la noche, la que llena de luz la oscuridad de la menstruación. Tras la luna llena está siempre la luna nueva. Como dice un buen amigo, una persona especial donde las haya, la luna llena es la posibilidad que nos brinda el sol, con ayuda de la luna, de mostrarnos su luz sin cegarnos. Esto es posible gracias a la total disposición de la luna de reflejarlo, de su entrega sin medida. Durante la menstruación encontramos el germen de la vida y ahora el esplendor de la ovulación trae a la luz este germen, lo materializa, recordándonos que todo inicio procede de la sombra. Es el momento de dar a luz, de materializar aquello que vislumbramos con la menstruación, de traerlo al mundo, mostrarlo y dedicarnos por completo a ello. Esta fase se relaciona con la energía arquetípica de la madre, de ahí su relación con la luna llena, la muestra completa de la energía de la Gran Madre cósmica. Los deseos y las necesidades propias, tan presentes en la fase anterior, ceden su lugar a las de la vida de tal forma que la entrega de la madre es a la propia vida que se está gestando en su interior. Arquetípicamente, la madre tiene la capacidad de dar sin límites porque está completa, llena, tal como la madre tierra hace con todos los seres que la habitamos. La Gran Madre primera contenía dentro de sí la totalidad, la energía masculina y femenina, como la luna reflejando la luz del sol. Resultado de esa unión de las polaridades es la creación de la vida. En estos días la creatividad se materializa. Físicamente el óvulo está preparado como resultado de todo el proceso de las fases anteriores. Emocionalmente es el momento de disfrutar de los resultados de las acciones llevadas a cabo y de la forma en la que nos entregamos a los demás: esa carta suspendida en la intención, esa cena ofrecida a los amigos, esa reunión familiar para la que nunca parece llegar al día adecuado es más probable que se hagan realidad durante fase que en cualquiera de las otras fases. Por ello la palabra “materialización” es uno de los términos clave de estos días, además de entrega y medida. ¿Qué sucede durante esta fase? Esta fase suele comenzar en la ovulación, el momento en el que el folículo elegido se abre y el óvulo ya maduro emprende su camino por las trompas uterinas. Coincide con la subida de progesterona y con la formación del cuerpo lúteo, así como con la segunda subida de estrógeno para la preparación del útero. Los estrógenos también son los responsables de activar durante los días fértiles los cambios en el cérvix y sus fluidos: el cérvix se abre para dejar paso a los espermatozoides al mismo tiempo que cambia la estructura del flujo que emana para favorecer el transporte de estos. Todo funciona a la perfección para que se dé la fecundación por ello, durante estos días, es común que aumente nuestro deseo sexual. Si esto no ocurriera todos los preparativos y facilidades físicas no tendrían sentido. En la sexualidad influyen muchos más factores que los puramente biológicos, muestra de la mayor complejidad de los seres humanos en relación al resto de mamíferos. Si las hormonas regularan completamente nuestra sexualidad, probablemente nuestro comportamiento sexual sería bastante parecido al de nuestros hermanos los mamíferos con épocas de celo en las mujeres y hombres que están dispuestos durante todo el tiempo. Pero esto no es así, ni en hombres ni en mujeres. ¿Cómo hemos llegado a separar la sexualidad de la procreación? Algunas teorías hablan de que esta separación se dio con el paso del estro a la menstruación. Este fue un paso de evolución de nuestra especie que se dio a través del cuerpo femenino. Supuso el cambio del celo a la menstruación, el paso de que la fecundidad estuviera regida por el sol y completamente ligada a la reproducción, como en las mamíferas, a que la fecundidad estuviera regida por la luna y la sexualidad desligada de ella. Otras son las teorías que existen. Personalmente me llegó mucho la dada por Eliane Morgan en un maravilloso libro que descubrí, como siempre pasa con los libros maravillosos, por casualidad. En Eva al desnudo, Elaine se enfoca en explicar la evolución humana tomando como protagonista una mujer. Muchos son los aspectos a los que ella les da explicación desde su punto de vista. Más allá de que su teoría sea o no acertada, a mí la lectura de su libro me planteó muchas cuestiones, cuestiones en las que aún sigo pensando y que siguen despertándome muchísima curiosidad. En cuanto a la sexualidad, Elaine explica que el hecho de convertirnos en bípedos fue la causa de que en la mujer se disociara el ciclo de reproducción del deseo sexual. Con la separación de sexualidad y celo entraron en juego los aspectos emocionales en las relaciones sexuales tanto en la hembra como en el macho. A pesar de que en la actualidad el deseo sexual no esté ligado al ciclo reproductor femenino, sí que aún quedan reminiscencias y durante la época de fertilidad el cuerpo se prepara para la recepción del espermatozoide. Para mí fue impresionante ver cómo mi cuerpo responde a esa llamada con más acciones de las que pensaba: el cérvix cambia de posición para estar más en contacto con el semen, se abre, se genera un flujo específico que hace que los espermatozoides duren más tiempo vivos en la vagina y el óvulo se abre a uno de ellos. De apertura física, de entrega a lo distinto, a lo otro de sí nos hablan todos estos cambios de nuestro cuerpo. La sexualidad en esta fase va más allá del acto para la fecundación. Este es uno de los aspectos, necesario, para que el ovulo sea fecundado. Una vez eso sucede, la sexualidad de esta fase continúa su curso, va más allá. Es el momento de reconocer que el embarazo, el parto, el puerperio y la lactancia forman parte de la sexualidad femenina Según lo sentido y lo compartido con otras mujeres, el peligro principal de esta fase es que la mente pensante, tan activa en la fase anterior, quiera seguir llevando la batuta de la creación. Como mujeres con la potencia de dar vida y criadas en una sociedad jerarquizada y dominante cuya representación de la creación es desde un padre todopoderoso, no es difícil que caigamos en lo que Victoria Sau, en su impactante libro El vacío de la maternidad. Madre no hay más que ninguna, nombra como uno de los principales problemas de las madres actuales: ejercer el papel del padre, quedando el lugar de la madre vacío por completo. Esta es la representación máxima de lo que el patriarcado lleva siglos pretendiendo: borrar la figura de la madre hasta tal punto de que, como mujeres, actuemos como padres. Este es, a mi entender, el peligro de no haber conseguido seguir el rastro de la historia, que algunas encontramos en el ciclo menstrual como ciclo de vida que es, de haber obviado las voces de nuestro interior que nos hablan de otras opciones que sitúan el valor de la vida en otras medidas; haber obviado las pistas que nos llevan al encuentro con la madre como primera medida de todo. Esta es la consecuencia de no reconocer la diferencia femenina y de querer criar en el ritmo y el orden del padre sabiendo internamente que los cuidados y la vida, al no entrar en cuestiones de poder, requieren de otro orden y de otro ritmo. Esta es, con diferencia, la mayor consecuencia de la maldición. 6/25/2019 0 Comments Otro ritmo, otro ordenCon motivo del lanzamiento del e-book "Otro ritmo, otro orden", dejo aquí abajo una muestra de las primeras páginas. En este enlace está toda la información el libro. Puedes adquirirlo directamente aquí ÍNDICEPalabras previas 1. Introducción Otro ritmo. Otro orden. Otros sentidos. 2. Cuestión de medida Una medida distinta. Cuando la luna y el mes eran lo mismo. El latido del útero. 3. El secreto mejor guardado El primer ritual. Cuando la menstruación era considerada sagrada. El don se convierte en maldición. 4. Descifrar la maldición El ciclo menstrual y el ciclo lunar. Las distintas fases del ciclo. 5. Claves para romperla El descenso. El continuo renacer. 6. Deshacer el hechizo Algunas prácticas para recuperar otros sentidos de la menstruación. 7. Regresar al centro Epílogo. 8. Para continuar el camino Bibliografía y otros recursos. PALABRAS PREVIASLo que me llevó a poner gran parte de mi atención en estudiar la menstruación y el ciclo menstrual hace ya casi 10 años forma parte de los movimientos de la vida que una no consigue llegar a explicarse del todo. Yo que soy de letras y que siempre he tenido dificultad para retener los nombres de las enfermedades y de los medicamentos, de pronto me vi un día completamente metida en el estudio de la menstruación. Pasado el primer tiempo de acercamiento a sus aspectos fisiológicos, fue configurándose el camino que he ido recorriendo hasta el momento, un camino que me ha llevado a saber de ella y a descubrirla a través de disciplinas que en principio poco se podría decir que tienen de relación con la menstruación. De esta forma he ido recolectando una serie de saberes y conocimientos que, partiendo de la menstruación, van más allá de ella. Mi deseo, con este libro, es recopilar parte publicada de esa información a lo largo de estos años y darle un sentido concreto, un sentido que ayude a ampliar la forma de entender, sentir y vivir la menstruación, sobre todo en aquellas mujeres que la entienden, sienten y viven como algo limitante, algo pesado y molesto. Sobre todo en aquellas que sienten un peso grande con su llegada. Pero no solo para ellas ya que ampliar el sentido de la menstruación puede hacerle bien a cualquier mujer, incluso a aquellas que ya no la tienen, pues puede abrir la puerta a un entendimiento mayor y más amable de ella misma durante los años en los que sí la tenía. Que la menstruación duela sin que haya algún motivo que lo justifique no es normal. Que nos llene de síntomas y nos cambie tanto la forma de percibir y sentir el mundo nos habla tanto de nosotras mismas como de la sociedad en la que vivimos y lo que esta nos pide e impone a nosotras, las mujeres. Esta idea ya ha sido dicha por muchas mujeres en numerosas ocasiones, y cada vez somos más las mujeres que tenemos claro que hay algo que no encaja en el hecho de que la menstruación, aquello que abre la puerta al milagro de la vida, sea casi una maldición para muchas mujeres. Como si hubiera una parte en este cuento que se ha perdido y que hace que nos llegue la información a medias. Como si hubiera algo oculto que hace que el sentido de la menstruación cambie por completo. Hacia esa parte del cuento es adonde señalo en este libro. Una parte donde el orden y el ritmo de la vida es otro distinto, distinto al que se presenta como el único posible en el que el sentido de la menstruación es pesado, doloroso e incómodo. En ese otro orden y ritmo, el sentido se amplía y la menstruación puede presentarse, más que como un lugar en el que perderse y salirse del mundo, como un camino de regreso a casa. Gracias por embarcarte en este camino. INTRODUCCIÓNSon muchas las voces femeninas que relacionan las molestias de la menstruación, los dolores y los síntomas con el ritmo de vida que la sociedad actual impone. Hablo sobre todo de molestias y síntomas que no tienen causa aparente, de aquellas que el discurso médico1 considera “normales” durante la menstruación y que muchas de nosotras sabemos, porque lo sentimos en nuestro cuerpo, que, aunque las hayamos normalizado, de normales no tienen nada. Que los tiempos de la fisiología femenina y sus procesos son distintos al dominante, es algo también cada vez más nombrado por muchas mujeres. El tiempo del placer, el del embarazo, el de la maternidad, incluso el de la menstruación, son tiempos que poco tienen de relación con el tiempo lineal y las jornadas a un ritmo de producción constante; poco con el tiempo que se impone y que parece devorarlo todo, tal cual hizo Cronos con su padre Urano. Quizás sea por esto por lo que muchas mujeres, una vez tomada conciencia de cómo el tiempo del patriarcado2 devora sus propios tiempos de creación, se descubren teniendo otra relación con su cuerpo y sus procesos, viviéndolos de otra forma, de una forma que abre puertas a la presencia, al disfrute y al bienestar. Un tiempo que abre las puertas al hallazgo y al alumbramiento del mundo. A lo largo de los años de estudio y de trabajo con mujeres con la atención puesta en su vivencia de la menstruación4, he visto como muchos de estos síntomas sin causa aparente desaparecen al llegar a una comprensión profunda del misterio que la menstruación guarda. Comprender que la menstruación puede abrir puertas hacia otro espacio y otro tiempo, hacia otro orden y otro ritmo de vida donde los ciclos humanos están en constante relación con los de la tierra y con los del cosmos, ha sido para muchas mujeres el pasaje hacia su propio centro. Ni el orden ni el ritmo que la sociedad impone a la vida son los únicos ni los mejores para la creación femenina3. De esto saben mucho las mujeres que, al ser madres, deciden entrar en otro tiempo de crianza, en otro ritmo de cuidado, regido por otro orden de prioridades. También lo saben cada vez más mujeres que deciden regirse en su propio cuidado por otro tiempo y otro orden, contratando en sus relaciones personales y laborales, buscando la forma junto a otras de abrir un espacio y un tiempo distintos de cuidado y atención que sea más amable y favorable a la creación de la vida. La menstruación, en su sentido más profundo, ese que no se ve a simple vista, guarda también en sí un pasaje para entrar en otro tiempo, un tiempo que remite más al movimiento circular y cíclico de la vida que al lineal y consecutivo de la sociedad; un tiempo regido por la escucha, la atención y el cuidado al propio cuerpo; un tiempo de entrega a la pasividad que necesita de acuerdos con otras y con otros para poder ser llevado a cabo. El cambio de ritmo lleva implícito un cambio de orden, de forma que al ajustar los ritmos y entrar en otros tiempos, la vida se ordena de otra forma: lo que parecía ser prioridad deja de serlo y aquello para lo que difícilmente parecíamos tener tiempo pasa a sentirse fundamental. Cambia el orden de las cosas y en el orden anterior del que salimos pueden llegar a vislumbrarse algunos huecos, algunos vacíos, así como algunas imposturas que se muestran sostenidas con alfileres y, a veces, incluso, directamente en el aire. Desde esas imposturas aparece la vida ordenada de una determinada forma que sitúa el cuidado de la vida, sus ritmos, sus tiempos, su atención y las relaciones lejos de las prioridades fundamentales. El poder y la idea de avance a toda costa, el individualismo y la realización mal entendida son los pilares de un orden que se aleja de la vida, de sus tiempos de creación y de las necesidades para su crecimiento. El orden que ofrece otro sentido a la menstruación es aquel que sitúa la vida en el centro como prioridad primera. La vida al completo, su curso y su pervivencia. Esto, que puede parece abstracto y ligado al orden cósmico, se manifiesta de forma clara y precisa en nuestro mundo a través de las tareas de creación y recreación de la vida, a través del cuidado y las relaciones que, partiendo del cuerpo de las mujeres, hemos desarrollado a lo largo de la historia como creadoras de vida y civilización. Con la premisa de la vida y todo aquello necesario para su continuidad como fundamento, el mundo, la sociedad y las relaciones se ordenan de otra forma. Bajo este otro orden, cambia también el sentido del mundo. Lo que parecía no tener sentido en el orden anterior lo cobra y aquello que entendíamos perfectamente se presenta caótico, sin pies ni cabeza. Es un sentido que parte del cuerpo al completo5, un sentido que nos da pistas de qué y cómo ordenar, de a qué ritmo caminar para continuar ampliando el sentido, continuar creando y recreando la vida y, con ella, seguir naciendo una y otra vez a ella. La menstruación ha supuesto para muchas mujeres a lo largo de la historia una puerta de acceso a ese otro ritmo y otro orden. Nuestras madres, al menos las madres de la generación de la mía (nacidas en la década de los 50) aún tenían memoria del pasaje que podía suponer y nos lo hacían llegar con precauciones que nosotras, muchachas en vías de emancipación, no llegamos a comprender del todo. No les hicimos caso y en lugar de atender a lo que nos decían comenzamos a hacer como que nada ocurría, como que nada pasaba, dejando pasar la posibilidad que nos traía. Yo fui una de ellas. Con el tiempo y el estudio, otros pasajes se han abierto, pasajes que me han llevado a vislumbrar ese primero en el que mi madre quiso introducirme en mi adolescencia con su insistencia en mi cuidado, en mi atención, en cuidar de mí durante esos días. A la vez que es un pasaje, tener la menstruación no determina a que ocurra nada, como tampoco ser madre determina a comprender el misterio de la creación de la vida. Es un camino, como muchos posibles. Ninguno de ellos nos lleva de forma directa a entrar en ese otro ritmo y otro orden. No es una fórmula matemática en la que por hacer una cosa sucede otra. Lo que la convierte en pasaje forma parte del misterio, tal y como ocurre en los cuentos de hadas cuando aparece un umbral, una puerta hacia otro lado donde el tiempo y el orden cambian pareciéndonos cuestión de magia. Ese pasaje se abre en un momento determinado, sin saber cómo ni porqué, y vuelve a abrirse en otro momento, cuando la tarea ya está realizada. No por pasar mucho por el lugar donde se abrió, volverá a abrirse. Esto solo ocurrirá cuando sea el momento para los seres que por ahí pasan. Esta es la parte de misterio. Así es como siento la menstruación, como un posible pasaje que aparece cuando se dan las circunstancias necesarias para cada una. Podemos andar el camino y prepararnos para entrar en él, podemos rodearlo, tantearlo, acercarnos a él con el deseo y la esperanza de que se abra. El hecho de que se abra no depende de nosotras. Lo que podemos hacer es estar preparadas cuando llegue el momento para poder reconocerlo y entrar de lleno en ese otro orden y otro ritmo donde la vida se despliega en toda su potencia. Este libro pretende ser un preparativo, un lugar donde aclarar ciertos aspectos de los sentidos dados a la menstruación y donde ampliarlos hasta que quepa en la forma de entenderla una posibilidad apertura al misterio de la vida. 1Con la expresión “discurso médico” hago referencia a lo que de forma general dice la medicina. Sobre lo que la medicina dice de los procesos fisiológicos femeninos hay un gran campo de investigación abierto, pues en muchas ocasiones lo que se considera normal en las mujeres no ha sido investigado. A modo de introducción sobre este tema puede consultarse el libro de S. García Dauder y Eulalia Pérez Sedeño, Las mentiras científicas sobre las mujeres. Distingo el discurso médico del “personal sanitario”, de las personas que trabajan en el ámbito sanitario, que pueden o no reproducir este discurso y estar o no de acuerdo con él. 2Sobre el tiempo Cronos como tiempo del patriarcado y otros tiempos remito al artículo en la revista Duodade Mª Elisa Varela Rodríguez “La experiencia y el tiempo de la creación siendo fiel al origen”, nª 33, 2007. 3Del artículo citado de Mª Elisa Varela Rodríguez en la nota 2. 4La mayoría de las mujeres con las que he trabajado son mujeres consideradas sanas por la medicina alopática: mujeres que tienen distintos síntomas durante la menstruación o premenstruación sin tener ningún desarreglo ni enfermedad. El trabajo no ha sido “médico”, sino que ha sido un trabajo sobre el sentido dado a la menstruación y el reaprendizaje de los propios ritmos y necesidades. 5Escribo aquí inspirada por María Zambrano y su sentir unido al pensamiento, el sentir original que emerge de las entrañas y que nos mueve a crear algo. Si te ha gustado lo que has leído puedes conseguir el libro aquí.
4/1/2019 1 Comment En el origen, las mujeres.Muchas mujeres, entre las que me incluyo, sentimos un gusto intrínseco al rodearnos de otras iguales y dispares a la vez. Si miro mi vida, encuentro rastro de ese gusto desde la época de la infancia en la que las tardes pasaban rodeadas de otras mujeres metidas en sus quehaceres. De alguna forma viajar a esos recuerdos es regresar al origen de la historia humana. En el origen, la sociedad se organizó en torno a grupos de mujeres cuya figura principal eran las madres. Hermanas, hijas, abuelas y nietas, y también hijos, hermanos y nietos, todos viviendo en el núcleo familiar de la madre: esto es lo que se denomina en antropología “ginecogrupo”, una organización característica de las sociedades matrísticas o matrifocales1. Aunque lo sea desde hace varios milenios, no siempre la pareja heterosexual ha sido la base de la organización social y familiar. De hecho, llevamos más tiempo agrupándonos en torno a ginecogrupos que en torno a la pareja. Algo de memoria debe quedar en nuestras células de aquella primera y original organización social. En palabras de Marta Moia: “El ginecogrupo y no la pareja heterosexual es la primera forma de organización humana, original y universal. Esto significa que no es un tipo de organización cualquiera, sino la primera forma grupal que permite la consolidación de la especie en el tiempo, y que se estructura a partir de las exigencias específicamente humanas, es decir culturales y no instintivas. Dicho de otra manera, no es un resto de una forma de organización entre varias posibles, sino la original, a partir de la cual se derivarán todas las variables conocidas” (1981: 65). El origen de este tipo de organización está en la practicidad que surge cuando se pone la vida y su supervivencia en el centro: la pareja madre-criatura como reguladora de la vida, de los ritmos y de las tareas. “El vínculo original diádico mujer/criatura se expande al agregarse otras mujeres en estado de gestación-crianza, y las que habían pasado por esas etapas (menopáusicas), para ayudarse en la tarea común de dar y conservar la vida. Una misma circunstancia las aúna, y el conocimiento compartido permite que cristalice la solidaridad entre ellas. Se origina así el grupo social primario, compuesto por mujeres de varias generaciones y sus proles”. (1981: 66) Si bien el ginecogrupo gira en torno a la figura materna, son espacios mixtos donde mujeres y hombres del mismo núcleo conviven. Tendrán que pasar varios milenios hasta que se encuentren rastros de reuniones y espacios exclusivos únicamente de mujeres. Marija Guimbutas encontró en Çatal Hüyük2 lo que se considera la muestra más antigua de una reunión femenina3. Está formada por figuras de un grupo de mujeres serpiente agrupadas en un jarrón sugiriendo que podrían estar listas para ser puestas en un altar. Guimbutas explica que podrían haber sido usadas en santuarios específicos de mujeres o en algunas de las partes de los santuarios dedicadas a ellas. Las pinturas rojas en algunas paredes así como la cantidad de figurillas femeninas encontradas hacen pensar que estos podrían ser espacios dedicados a las mujeres durante su menstruación y para parir4. Sin duda, estos espacios son los equivalentes a los que en otras partes del mundo han sido llamados “choza para menstruar” o “tienda roja”, espacios que seguían recordando la unión entre la menstruación de las mujeres y la luna en lo que se conocía como retiro de luna o descanso del corazón5. Generalmente estos espacios están reservados única y exclusivamente a mujeres y, en ellos, además de compartir sus vivencias, se mantuvieron durante largo tiempo las tradiciones y cultos a las diosas pre-patriarcales. Desde el Paleolítico hasta las habitaciones para menstruar neolíticas, de las que también se han encontrado referencias a las tiendas o carpas rojas de los pueblos americanos, se puede rastrear un hilo que, como el hilo femenino en la historia, es discontinuo pero no se agota ni se acaba; un hilo que, de alguna forma, se podría decir que tiene una presencia cíclica, apareciendo y desapareciendo. Precisamente de la existencia de las habitaciones para menstruar del neolítico parten algunas de las hipótesis que explican que el aislamiento durante la menstruación es algo programado y elegido por las propias mujeres, ya que en estas sociedades no existía la idea de dominación. Así, estas habitaciones o lo que después sería nombrado como las tiendas rojas, se quedan como lugares exclusivo de entre mujeres dedicados a regenerar la vida a través de ellas durante su periodo de luna. ¿Te ha gustado esta entrada? Únete a la Moonletter para recibir contenidos que solo comparto por e-mail. Cada lunes, día de la luna, la magia llegará a tu buzón de entrada para que te crezcan raíces por dentro y no vuelvas a perderte. 1 Junto a estos términos a veces se encuentra el término “matriarcado”. Es ampliamente reconocido que no hay pruebas que demuestren que la historia de la humanidad ha pasado por una época de matriarcado, es decir, por una época en la que las madres gobernaran y dirigieran la vida de la comunidad imponiendo su voluntad sobre la de sus componentes. En muchos casos la palabra matriarcado se usa para designar una organización social matrifocal, creando confusión al respecto. Hoy en día es ampliamente reconocida la preferencia de “sociedades matrifocales o matrilineales” que la de “matriarcado”.
2 Çatal Hüyük es un antiguo asentamiento de los periodos Neolítico y Calcolítico. Es el conjunto urbano más grande y mejor preservado de la época neolítica del Oriente Próximo. Está ubicado al sur de la provincia de Anatolia en Turquía. 3 Vicky Noble, La mujer Shakti (2004: 28) 4 BARING y CASHFORD, El mito de la diosa (2005: 110). 5 Anita Diamant hace una recreación de estos momentos en la novela La tienda roja. 1/30/2019 0 Comments ¿Lo sientes?Solo hay que atender un poco, detenerse a escucharlo. Ayuda estar relajada, tranquila, dejar a un lado la lista de cosas por hacer que pesa en nuestra cabeza y, muchas veces, también en nuestro corazón. Es mejor si no hay música ni ruidos que puedan distraernos. También es mejor estar sola, sí, y sentada, cómodamente, en un espacio donde sepas que no vas a ser interrumpida. Al principio, el latido suele presentarse tímido. Casi ni se siente. Lo que se reconoce es cierto calor, cierto cosquilleo y una amplitud del espacio. Si seguimos manteniendo la atención, la sensación de ganar espacio y el calor suelen aumentar. Puede que llegue a expandirse a las partes de alrededor hasta que de pronto, ahí está, el latido, mostrando el ritmo interno del propio deseo. El útero, considerado durante miles de años el símbolo de la vida, cual hoy en día es considerado el corazón, tiene su propio latido. Tomando como referencia el latido del corazón, el del útero es más lento y no es continuo. Todas lo hemos sentido en forma de contracciones y expansiones al tener un orgasmo. Esa es una expresión amplificada. Su expresión cotidiana se siente así, como un latido, de fondo, que surge cuando estamos tranquilas, relajadas, a gusto, en ese placer cotidiano que puede ser llamado “bienestar”. Si ahí prestamos atención a nuestro bajo vientre, será fácil reconocerlo. A veces sucede que esos latidos, al generarse, abren espacios muy cerrados, atraviesan tensiones, presiones y memorias que ni sabíamos que estaban ahí guardadas. En esos casos cada una decide si puede y quiere seguir abriendo y ampliando o está bien por el momento. Solo hay que continuar poniendo atención y respirando tal cual estábamos haciendo o dejar de ponerle atención. Los pasos dados, por breves, sutiles o suaves que fueran, son pasos dados. Si nunca lo has hecho, te animo a probar ahora. Y si ya lo has hecho antes, quizás sea un buen momento para dedicarte unos minutos y volver a sentirlo. De alguna forma se puede decir que sentir el latido del útero es entrar de nuevo en contacto con algo que estaba en nuestro origen, entrar en un lugar donde las cosas son de otra manera, responden a otra lógica, donde me siento bien y todo está en orden. pom, pom... pom, pom... ¿lo sientes? 1/30/2019 0 Comments Cuando las mujeres laten al compás ¿Recuerdas las tardes con tus amigas de la adolescencia? Me refiero a esas tardes que no tenían fin. No tanto porque fueran eternas, sino porque no tenían un objetivo programado más allá que estar juntas. Ese era el propio fin. Esas tardes, que también podían ser noches, mañanas o días enteros, están grabadas en mí por ser momentos de la libertad más preciada: la libertad de estar entre otras y de poder descubrirme tal cual soy. No hablo de descubrirme por estar tapada en otros ambientes, sino porque estando con ellas yo misma me descubría a la vez que lo hacía ante ellas: estar con ellas me mostraba parcelas de mí hasta ese momento desconocidas. Muchas mujeres, entre las que me incluyo, tenemos experiencia de esto. Quizás están tapadas en la mente por otras relaciones con fines más concretos a las que ahora les dedicamos más tiempo. Puede que sea la relación de pareja, la de las criaturas, o las que entablamos con las personas que vamos conociendo en las distintas actividades a las que ahora dedicamos nuestro tiempo. El caso es que el sentir de la adolescencia entre amigas parece haberse quedado atrás en el tiempo. Sin llegar a ser una necesidad, sí que reconocen, reconocemos, la importancia que tuvo en ese momento y el deseo, porqué no, de volver a vivirlo; cierta nostalgia y añoranza de algo que sabíamos nos ofrecía mucho más de lo que puede parecer a simple vista. Por muy atrás que se encuentren en nuestra memoria, muchas veces solo hace falta nombrarlas para que la sensación vuelva a activarse en cada una. Esto lo explican de formas muy bellas y dispares las mujeres que vienen a los talleres que imparto. En la mayoría de ocasiones son mujeres se han dejando convencer por alguna amiga para venir y, al llegar, después de atravesar los avatares de los primeros momentos, se encuentran el gran regalo: recobran el mismo sentir del grupo de amigas de la adolescencia. La sorpresa aumenta aún más cuando aparece la diferencia innegable: la mayoría de estas mujeres son desconocidas. Esta diferencia es fácilmente atravesable por lo que muchas denominan “la magia” y que yo subtitulo “el latido del útero”. ¿Por qué “el latido del útero”? ¿qué relación tiene el útero con esto? A ver si consigo explicarlo con claridad y sin hacer una disertación del tema. Sucede —en varias universidades han usado tiempo y dinero en comprobar algo que las mujeres ya sabíamos porque lo sentimos—que cuando las mujeres estamos juntas, nos sentimos a gusto y en un clima de total confianza, comienza a secretarse una hormona, la llamada “hormona del amor”: la oxitocina. Hasta hace poco esta hormona estaba directamente asociada con la mujer por ser fundamental en el embarazo y en el parto. En la primera década del s. XXI (creo recordar) se comprobó que se activaba su producción también estando entre otras mujeres. Este argumento se usó durante un tiempo como uno de los beneficios de los círculos de mujeres y trabajos específicos (como los que yo hago, sí). Mientras se afirmaba esto, a mí algo me rechinaba, algo no coincidía con mi realidad ni con mi experiencia: yo no siempre me siento entregada estando entre mujeres. Ni yo, ni muchas otras. Hace un par de años encontré el dato que hacía la diferencia, el dato que mi cuerpo llevaba tiempo diciéndome (y que yo no había sabido descifrar): no es solo por estar entre mujeres que se secreta oxitocina, es por estar a gusto y en total confianza entre otras. Muy bien todo esto, Vanessa, pero ¿qué tiene que ver con el útero y su latido? Como decía antes, la oxitocina está relacionada con el parto porque genera los movimientos de expansión uterina (expansión, sí, como dice Casilda Rodrigáñez). El latido del útero, fundamental durante el parto, no es exclusivo de este momento. Casilda Rodrigáñez, una de las autoras que más ha escrito en nuestro país sobre el sentido del útero en las sociedades antiguas, explica que se genera siempre que estamos a gusto, en total confianza y disfrutando del momento. ¿Os suena de algo? Exacto, como nos sentíamos esas tardes con nuestras amigas. Por este motivo, y por otros que os contaré en otros momentos, muchas mujeres cuando llegan a uno de mis talleres —o a un encuentro entre mujeres donde se genera el espacio para que cada una sea lo que es—se sienten como si estuvieran con sus amigas de toda la vida. En este momento su útero late entre desconocidas como lo hacía entre sus amigas. Pero aquí no acaba todo. Muchas mujeres reconocen que ese sentir de la adolescencia se quedó atrás en el tiempo. Acompaña a este sentir cierta nostalgia y añoranza de algo que sabíamos nos ofrecía mucho más de lo que puede parecer a simple vista. Lo que ahí encontrábamos, como decía más arriba, está relacionado con la libertad, con la posibilidad de descubrirnos ante y entre las otras. El descubrimiento de adultas tiene una diferencia con el de la adolescencia: ahora sí descubrimos las partes de nosotras mismas que llevamos muchos años tapando. Al comenzar a quitarnos las capas, las excusas, las justificaciones, las explicaciones, las definiciones, los razonamientos, las motivaciones que forman capas y más capas, de pronto, en un momento, regresamos a ese lugar donde estar juntas era el único fin y donde nuestros úteros, lo sintiéramos o no, latían a la vez. Es por esto que es posible estar con otras mujeres, con mujeres que incluso acabamos de conocer, y sentir lo mismo que sentíamos con nuestras amigas de la adolescencia. Algunas lo llaman magia. Yo lo llamo “el latido del útero”. Me encantará conocer tus sensaciones o pensamientos al leer mis palabras. ¿Recuerdas esta sensación con tus amigas? ¿Has sentido el latido de tu útero al estar entre otras? También me encantaría recibir tus dudas o intereses para poder atenderlos en próximas entradas. Puedes hacerlo en los comentarios o aquí.
Muchas veces me lo habían preguntado, varias me lo habían propuesto y yo siempre rehusaba la oferta. Las niñas y las adolescentes, la introducción a la menstruación en esas edades es tarea de sus madres. Con esta afirmación he estado esquivando la cuestión durante los últimos cinco años. Así hasta que una querida amiga me lo pidió para un grupo de niñas queridas suyas. Una vez allí, sentí que los últimos cinco años me había estado preparando para ese día. Nada más iniciar, apareció la misma sensación que tuve en el primer taller que impartí para adultas, una sensación que contradecía por completo lo que mi mente sabía: parecía que lo hubiera estado haciendo toda la vida. Fueron muchos, variados y preciosos los diamantes que ahí recogimos a lo largo de todo el día. Muchas cosas importantes pasaron, la mayoría de las cuales no habían sido pensadas y, por ello, aparecieron frescas, espontáneas y verdaderas, como ellas mismas. De entre todos los tesoros, quiero rescatar ahora uno, uno que llegó prácticamente al final, de boca de una de las participantes. Con mucha dulzura, inocencia a la vez que seguridad y determinación, la muchacha de 12 años que estaba sentada a mi derecha, Marta, nos explicó cómo había cambiado su visión de las mujeres a lo largo del taller. Ahora, decía, sabía cuál era el verdadero sentido de ser mujer. Antes, nos contaba, pensaba que mujeres y hombres tenían papeles definidos y marcados. Ahora se daba cuenta de que no, y no sólo eso, sino de que las mujeres podemos ser y hacer lo que queramos. Una ovación acompañó el final de sus palabras. Lo dijo una y todas asentimos. Últimamente me pasa que veo con más claridad cómo aquello en lo que estoy pensando, aquello cuya compresión se está elaborando en mi mente se presenta en todas partes. Así ha ocurrido con las palabras de Marta, palabras que activan una parte del movimiento que se está realizando en mi pensamiento sobre la importancia de revisar la idea que sobre el “ser mujer” tenemos las propias mujeres, la idea que tengo yo misma. Y entonces llega la que se me presenta como la parte más compleja, el nudo mayor y la pregunta más difícil, pues siento que requiere de mucha honestidad con una misma y con las demás, con los propios principios, ideas e ideales, emociones y sentimientos. ¿Qué es para mí “ser mujer”? El día que me lo pregunté, se abrió un abismo ante mí. En mi experiencia, esta es una de esas preguntas mágicas que puede ser contestada de miles de formas con respuestas que, aunque puedan parecerlo, no son excluyentes entre sí. Hablo de responderla desde el corazón, más allá de lo que dictan los roles de género o la biología. Al responderla en momentos diferentes de la vida, me ha pasado que el significado se amplía, cada vez más y más. “Ser mujer es lo que cada una diga que es”. Esto no se lo oí a mi madre de pequeña. Se lo he oído cientos de veces a mi compañera y amiga Nieves Muriel García en los talleres que impartimos juntas por la provincia de Granada. Ella lo aprendió de otras, como yo de ella. Marta, con sus propias palabras, lo volvió a nombrar partiendo de sí, de su propia experiencia y de su propio sentir afianzados por un nuevo pensamiento: las mujeres podemos ser y hacer lo que queramos. Es lo que otras autoras definen como la “irreductibilidad femenina”: ninguna definición puede limitar lo que es ser mujer. Traigo al respecto unas palabras de Tatiana Cardenal Orta que desde que las leí no paran de resonarme en todo el cuerpo y, sobre todo, en el pensamiento. Resuenan y rebotan dentro de mi cabeza tratando de hacerse con más espacio ahí dentro pues para eso rebotan las ideas en la cabeza. Ahí van: “Expresemos nuestra negativa a ser una mujer según el concepto patriarcal. A ser una mujer. Y definámonos cada una con libertad, en la pluralidad de nuestro sexo y nuestro discurso. Hablemos en plural: seamos mujeres. Mujeres distintas entre nosotras, distintas de una misma incluso. Dejemos de ser una representación y convirtámonos en mujeres de verdad”1 Luisa, Marta, Tatiana, mi hermana Mónica, mi madre Loli, mi vecina María, mi sobrina Irene, tú, yo... seamos todas mujeres y definámonos cada una con libertad; pensémonos y sintámonos en libertad tal y como Marta nos mostró el sábado pasado. Fue una la que lo nombró, pero era la voz de todas. Gracias a todas las que fueron al taller, a todas las que allí estuvimos, y a las que hicieron posible que allí nos reuniéramos pues gracias al acto de todas y cada una, esa tarde aleteó con fuerza el sentido libre de lo femenino. A muchas más de las que estábamos allí llegó el eco de ese movimiento, eco que perdura en estas palabras y que, es cosa de todas, que siga y amplíe su latido. 1/26/2019 8 Comments Vivir a otro ritmo, o por qué el latido del útero es fundamental en nuestra vida.Existe un ritmo más pausado, donde los quehaceres cotidianos se convierten en posibilidad de presencia, de disfrute, de placer. Donde el tiempo parece no agotarse y sobre todo no se nos escapa entre los dedos. Un ritmo en el que las mañanas dan de sí y las tardes se hacen elásticas. Este ritmo que marca el sentirte plenamente en cada momento, en cada instante, proviene de un lugar concreto de tu cuerpo: tu útero. La sabiduría milenaria de los pueblos sitúa en el útero, en las entrañas, el centro del sentir, del placer y de las emociones. Tanto es así que durante miles de años el útero fue considerado el centro propio de la vida: el cofre donde residen la energía y la potencia de la vida. Es el cofre donde se custodia el sentir femenino y la verdad profunda de las mujeres. ¿Sabías que el útero tiene su propio latido? Pues sí, así es. Es un latido independiente del latido del corazón y algo más lento. Responde al placer de cada mujer, al estado de bienestar y a la sensación de plenitud. Aunque sea solo durante unos segundos, cada vez que nos sentimos bien, centradas y a gusto, nuestro útero late. Estoy segura de que lo has sentido en más de una ocasión. A veces se siente como un palpitar que puede llegar a la vulva. Otras, como un golpeteo interno. Casilda Rodrigáñez, una de las mayores estudiosas de nuestro país del sentido dado al útero en las sociedades antiguas, explica en su fascinante libro El asalto del Hades que “el cuerpo necesita del útero palpitante para autorregularse”. Esto significa que el latido del útero tiene un papel fundamental en la capacidad del cuerpo femenino de regular los procesos de actividad y descanso. Este proceso es generado por el sistema nervioso autónomo y, por más que queramos, no podemos controlarlo desde la voluntad. Es decir, que por mucho que yo quiera dormir, si mi cuerpo no está regulado y el sistema nervioso autónomo no está “equilibrado”, por mucha noche que llegue y por mucha hora de dormir que sea, yo no me dormiré. Es en este punto donde el latido del útero cumple un papel fundamental. Y esto, te preguntarás, ¿cómo es? El útero late cuando estamos tranquilas, nos sentimos seguras y podemos estar, simplemente estar. Puede también latir cuando estamos haciendo algo siempre y cuando esa actividad sea placentera, sea un hacer con el que disfruto, un hacer que no tienen en cuenta el tiempo de entrega ni los resultados. Es como vivir en el paraíso, estar eternamente de vacaciones o participar en uno de mis talleres ;-) El latido del útero no se puede generar. Lo que se genera es el estado para que se active por sí solo y la escucha para poder reconocerlo. Atender al útero, localizarlo, reconocer su latido, la forma en la que se siente, no solo nos devuelve una capacidad propia femenina de sentir, sino que nos devuelve prácticamente la vida: potencia y capacidad de enfocarla donde queramos. Esto sitúa al útero en un lugar de mucha más importancia y mucho más protagonismo que el que nos enseñaron en el cole. Lo sitúa en un lugar fundamental para el bienestar general femenino, más allá del deseo y la intención que tenga cada mujer de ser madre o no. Si esto es así, podrás preguntarte, ¿cómo es posible que muchas mujeres no sientan ni reconozcan el latido de su útero? Esto lo explica Casilda Rodrigáñez maravillosamente bien en muchos de sus libros. La idea fundamental que ella defiende, basándose en multitud de estudios biológicos, fisiológicos y arqueológicos, es que el latido del útero comenzó a perderse con el paso de las sociedades matrifocales a las sociedades patriarcales. El no reconocimiento del origen de la vida propio del patriarcado, junto a las campañas de demonización de todo lo relacionado con la sexualidad femenina, con la vida del alma y con la apertura a lo diferente, llevó a que los úteros de muchas mujeres dejaran de latir con el paso de los siglos. En este silencio de las entrañas podemos encontrar ecos que nos hablan de la usurpación de la potencia creadora femenina, simbólica y literal; ecos que señalan a la insistencia por parte del discurso médico en las amputaciones de útero sin peso suficiente o la anulación del ciclo de creación de vida del cuerpo femenino que es la menstruación. A pesar de la dureza del patriarcado hacia el deseo fememenino, un deseo traído constantemente al mundo por la capacidad del cuerpo femenino de poner la vida en el centro, este nunca ha dejado de latir por completo. Son y han sido muchas las mujeres que han mantenido vivo su latido y se han dejado guiar por él a lo largo de los siglos, más allá de las leyes y de las prohibiciones. Más allá incluso de su propia vida. Gracias a que ellas lo han mantenido vivo, ahora, en tiempos del final del patriarcado, cada vez más mujeres estamos de nuevo sintiéndolo con toda su potencia.
Casilda Rodrigáñez habla de la necesidad y la urgencia de que las mujeres recuperemos el latido del útero, el latido del propio deseo. Hay muchas y muy diversas formas de hacerlo. La primera, por ser la más asequible, está expresada en algunos párrafos de este escrito: atender, cada una en su día a día, a tener esos espacios de entrega, de descanso, de disfrute sin fin alguno. Y atender al útero en esos momentos de placer y de disfrute cotidiano. Otras tantas, por nombrar solo unas de las pocas que conozco y que he practicado, pasan por atender a mi propio deseo y motivación, así como al de otras mujeres. Escuchar a otras hablar de lo que les gusta, escucharlas nombrar cómo se sienten cuando están cómodas, a gusto, cuando se sienten ellas mismas. Cuando ven con claridad hacia dónde quieren dirigir su energía y comienzan a actuar. Escucharlas y observarlas, atenderlas, como atendíamos a nuestra mandre hacer aquello que más le gustaba. Danzar, escuchar música, escribir, dibujar, pensar... También movernos, mover el cuerpo física y energéticamente. Hay muchos ejrcicios que se pueden hacer para atender al latido. La danza es una de las vías usada para ello desde hace cientos de años porque los ejercicios cobran más potencia cuando se hacen entre otras. Por eso en mis talleres siempre hay un espacio para el útero y su latido. ¿Y qué pasa si no tengo útero? Yo no tengo la experiencia, ni he encontrado investigaciones al respecto pero conozco muchas mujeres que, tras perder el útero por diferentes motivos, afirman que sienten su latido, como quien afirma sentir una mano después de ser amputada. Es la famosa sensación del miembro fantasma. El latido se produce igualmente y la sensación parece ser similar a la de tener útero. Más allá de la forma y más allá incluso de que lo tengamos físicamente o no, entrar en contacto con las propias entrañas y con ritmo supone para muchas mujeres el inicio de algo grande en sus vidas. En mi caso, al poco tiempo de descubrirlo, me di cuenta de que llevaba prácticamente toda mi vida moviéndome a un ritmo que no era el mío propio. Desde ese día, cuando me sincronizo (porque no lo estoy todo el día, ya me gustaría) el mundo se ve y se siente de otra forma, una forma más amable y más amplia. Es como si cualquier cosa pudiera ocurrir. ¿Qué beneficios tiene? Los beneficios que trae entrar en contacto con el latido del útero son numerosos y se manifestarán de múltiples formas. Tantos son y tan variados que enumerarlos aquí convertiría este post en una enciclopedia y no sé quién lo aguantaría (se me ocurre que Los secretos del útero podría ser un buen título ;-) ) Más que decírtelo yo, me encataría que me lo comentaras tú. El hecho de nombrar lo que sentimos lo asienta a la vez que lanza pistas para que otras mujeres puedan seguir su rastro. Si te apetece puedes hacerlo abajo en los comentarios. Una vez reconocí el latido del útero, me pregunté a mí misma cómo había podido estar tanto tiempo sin atenderlo, sin reconocer ese ritmo tan propio, sin atender a mis entrañas. Entonces me di cuenta de que de alguna u otra forma, siempre lo había estado haciendo. Mi madre me había enseñado. A pesar de todo lo que sé que me trae, aún de vez en cuando me olvido de que ese lugar existe, tal es la inercia de lo otro. A mí escribir me ayuda a reconectar con él. Y danzar. Por eso propongo talleres para mujeres. Y por eso te agradezco enormemente que me leas. Ahora mi útero está latiendo con fuerza de alegría, ¿lo sientes? |